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sábado, 15 de agosto de 2015

Ganas de verano


Las neuronas ya están derritiéndose. Han sobrevivido, al parecer, a tres olas de calor proveniente, según los meteorólogos televisivos, de algún hirviente y caldeado lugar debajo del desierto del Sáhara. Tampoco lo sabemos muy bien porque por algún motivo que no acertamos a entender, en el espacio meteorológico del canal 24h pocas veces o ninguna aparece la temperatura de Barcelona. Será que es una ciudad muy pequeña o al menos no tan grande y relevante como, por ejemplo, Zamora.

Típico mapa del tiempo de La1 con desaparecidas grandes capitales
El aire acondicionado portátil adquirido a finales de junio está siendo rentabilizado, algo que seguramente sabremos con mayor certeza y menor alegría cuando nos llegue la factura de la luz en la cuesta de octubre. Pero las paredes, literalmente, ardían. Un día pusimos una postal de unos pájaros  reposando en las ramas frondosas de un olivo y al volver por la noche a la casa no encontramos más que unas alitas de pollo tiradas por el suelo. Fritas en aceite de oliva. Y la postal casi vacía, con un fallecido y resquebrajado olivo en primer plano y unos matojos dando vueltas sin aparente control en el horizonte. Nos las podríamos haber comido pero no somos muy carnívoros. Además habíamos dejado una pizza. No encendemos el horno, porque ni se nota. Es mejor dejar una pizza ahí en la mesa cuando salimos y que se vaya haciendo, y así cuando llegamos está estupenda.

Ya el domingo en la playa, la sombrilla se fija al suelo perfectamente. Está fabricada con el mismo material que el terminator modelo T1000 y al fundirse el metal con el calor volcánico y mezclarse con la arena, llega a un punto en el que es muy dificil separarla. Llevábamos agua congelada en una neverita textil pero al abrir la botella sólo queda un poco de vapor que intentamos absorber. Y de las cervezas mejor no hablar. He sacado un cigarrillo pero se lo ha fumado la atmósfera antes de que el encendedor se le acercase. Está el último en el suelo en llamas, de todas maneras.
Pero me he venido unos días a Salamanca, unos no coincidentes con las vacaciones de mi pareja, con unas sandalias y unos pantalones cortos y alguna cosa veraniega más. Y resulta que esta noche ha hecho 9ºc. 

Así que sigue habiendo ganas de verano.


jueves, 4 de diciembre de 2014

Estas navidades...¡Regala Metal! (no-crítica del concierto de Dragonforce y Epica del 02/12/14 en Barcelona)

Resulta que el día de mi cumpleaños había un festival en Barcelona que reunía a unos cuantos grupos, entre ellos los míticos Stratovarius, pero por diversas circunstancias -la principal de las mismas el horario de trabajo y la imposibilidad de cambiarlo- fue una pena no poder ir a verlos. Lo bueno es que ese mismo día mi pareja me dio la sorpresa de, aparte de otro par de regalos que me encantaron... ¡Concierto de DragonForce+Epica para seis meses después! A lo mejor no estoy muy atento, pero no tenía ni idea de que estos grandes se fueran a pasar por la ciudad. Están de gira juntos y parece que se llevan muy bien. Y los meses pasarían deprisa. DragonForce sería el motivo principal de mi presencia allí, y aunque apareciesen en la entrada como teloneros o very special guest,era muy emocionante pensar verlos al fin en directo. Y además tenía unos meses para aficionarme a Epica, también una gran banda.

Así que llegó el 2 de diciembre. La Sala Apolo, en Barcelona, bastante llena. Una birra rapidísima y a ponerse a cuatro metros del escenario. Lo bueno de una sala y no un estadio de fútbol o una explanada inmensa es la cercanía a y con los músicos, la sensación de que cuando les aplaudes, los miras y cantas sus canciones, te están escuchando, agradecidos y felices. Hay feedback. Te miran y les miras, no es algo tan impersonal como un concierto de masas. Unos franceses que no me sonaban de nada, Dagoba, empezaban caldear el ambiente. No tenían mala pinta, la verdad.

Marc Hudson y Herman Li
Y después, con total puntualidad, tras sus cinco canciones, una estupenda hora de DragonForce. 

Sam Totman y Herman LiAgudos perfectos del cantante, magistrales guitarreos de Herman Li y Sam Totman, inmejorable integración de toda la banda y ejecución de sus siete canciones con la maestría que era de esperar. Había leído por ahí que los directos de DragonForce dejaban bastante que desear, al menos comparativamente con respecto a los discos de estudio (puede ser que porque los discos estén en un nivel de perfección difícil de emular), pero puedo afirmar que en este caso no fue así. Una lástima que no fueran los cabeza de cartel pero un privilegio poder haberlos disfrutado.

Epica
Y tras una pausa que se alargó un poco, Epica. Como no soy crítico musical no voy a hacer valoraciones muy técnicas, pero ofrecieron un espléndido show en el que a pesar de las bases de coros y orquesta pregrabadas que indudablemente tenían que estar presentes, la voz y el resto de los instrumentos se escuchaban nítidos y perfectos en prácticamente todo momento. Con una cuidada puesta en escena y un sonido algo más brutal que en los discos de estudio, lo cual es de agradecer, Epica estuvo dándole caña durante alrededor de hora y media, con algún descanso entre medias y algunas graciejas y chascarrillos para los fans, y bromeando con los integrantes de Dragonforce, que les miraban desde el piso de arriba tomándose algo en una mesa.


Epica
Manuel J. Alonso y Sam Totman de DragonForceGran concierto. Y grandes profesionales. Es un placer ver como alguien disfruta tanto con su trabajo y que lo hace tan bien. Percibir nítidamente, en sus sonrisas sinceras, sin postureo, sin falsa modestia o chulería, su felicidad. Respetuosos, educados, contentos. Y se transmite ese buen rollo. Y es una bonita sensación. Y luego te encuentras al cantante de DragonForce (Marc Hudson) y a uno de los guitarristas y co-creador del grupo (Sam Totman) a la salida. Tan normales, naturales y tranquilos. Uno te pide un pitillo, aprovechas y te haces una foto con él después de un par de intentos fallidos con un teléfono cuya cámara no es su mayor virtud. Y el segurata del local en el que han tocado les echa la bronca por estar en la calle a escasos metros de la puerta con la birra que les acaban de dar, exactamente igual que a todo el mundo. Y no se quejan y obedecen, a sabiendas de que han sido los cracks de la noche y que toda esa multitud que abarrota e inyecta euros a ese mismo garito ha venido sólo por ellos.


Por eso, si estas navidades tienes que hacer algún regalo, olvídate de colonias, freixenet, loterías o mandangas. Regala buen rollo. Haz feliz a alguien, ¡Regala Metal!





domingo, 7 de septiembre de 2014

Ministerio de trabajo y ministerio de cultura; abolición del horario partido comercial

Hay una petición que está cobrando fuerza en Change.org.

Manuel J. es un trabajador de Barcelona. Desde hace años, a causa de la crisis y la coyuntura socioeconómica, ha venido trampeando de empresa en empresa y de puesto en puesto, unos mejores y otros peores. Sintiéndose afortunado por tener trabajo, ha tenido que anular vacaciones durante más de dos años. Pero se ha dado cuenta de lo peligroso para el cerebro que resulta su actual monotonía. Aquello que se llama "horario comercial completo". Partido de lunes a viernes y trabajando también los sábados, quedándose todos los días en torno a media o una hora más de lo acordado por el mismo precio. Haciendo el trayecto que le separa de casa al lugar de trabajo veintidós veces en seis días, empleando para ello alrededor de once o doce horas por semana. Una maldición que, llegando a casa a las diez de la noche, le impide hacer otra cosa más que trabajar, volver, comer, dormir un rato y con un poco de suerte ver a su pareja una hora al día. Cortarse el pelo, leer un libro, ver una película o socializarse es un reto, pasar tiempo de calidad con amigos y pareja, imposible. Sus neuronas se están atontando. Cada día parece no existir y sólo el domingo puede hacer algo interesante. Como él miles de españoles y españolas, agradecidos por tener empleo, sufren esta monotonía; el miedo a quedarse en el paro les obliga a aceptar cualquier condición laboral. Y viven en un país cuyos horarios no tienen ningún sentido. Pero además de sobrevivir hay que vivir. Por eso os pido que firméis esta petición dirigida al Ministerio de Trabajo y al Ministerio de Cultura. Horarios racionales para ser más felices, compaginar vida laboral y personal, ser más productivos y competitivos como otros países europeos han hecho o llevan años haciendo. Crear más puestos de trabajo con horarios intensivos para hacer que tanto trabajadores como clientes del sector servicios no tengan que predisponer sus vidas a las horas de apertura y cierre. Y que la gente pueda seguir estudiando, formándose, tener ocio, tener vida.

Bueno, como veis no es una petición real de Change.org. Y también como veis es la única entrada que escribo desde abril, creo, por los motivos citados anteriormente. Y por eso también mis temas son más aburridos; porque mis neuronas están adormecidas, mi mente se está atontando progresivamente, las palabras se van perdiendo y la inspiración es difícil de encontrar. Y el tiempo, sobre todo el tiempo, corre en mi contra.



lunes, 21 de abril de 2014

The amazing Histaminic-Man


A Peter Parker le picó una araña y se convirtió en Spiderman. Bruce Wayne se enfrentó a sus miedos a los murciélagos y tras vencerlos se tornó en defensor del pueblo. Tony Stark tuvo nosequé problema con unas cuantas radiaciones y míralo por ahí revoloteando a velocidades supersónicas más feliz que nunca. Y así decenas de tipos que deberían haber muerto renacieron como poderosos. Así que he decidido tomar ejemplo. Dominar mis miedos. Desafiar las leyes de mi naturaleza. Desoir los consejos de médicos y expertos y de la voz interior que me impide, entre otras cosas, tirarme en paracaídas o subirme a un monopatín . Sí; he decidido mirar a los ojos a uno de mis peores enemigos y enfrentarme a el. Mi némesis. Un ser que desde que llegué a Barcelona ha intentado expulsarme. "Es mejor que abandones la ciudad", llegó a decirme un matasanos hace siete años. "No camines por el Eixample en primavera", recomendó un experto años después. Y siempre está ahí. Acechándome desde las aceras. Envolviéndome con su temible sombra. Escupiéndome su tóxico veneno cuando, incauto, me tomo una cocacola o me fumo un piti sentado en un banco. Ya está bien, hombre. Ya basta. 

¡Por mucho que te lo propongas no lo vas a conseguir!
¡Te venceré, arbol plátano!

Por eso me he rodeado de los mejores expertos; un laboratorio misterioso que ha generado una fórmula magistral con extracto de ácaro y platanero, un estereotípico buen médico bigotudo y amable al que visito cada seis meses y una curtida enfermera del Raval que me inyecta el milagroso y arriesgado producto. Y como no te temo me siento en un banco y me tomo una birra y un ebastel bajo tu sombra, burlándome de tu poder...¡necio! 
Y por eso, para más inri, me he ido a vivir a una casa cuyo balcón está a menos de cinco centímetros de decenas de tus afiladas ramas, cortantes hojas y explosivas bolas de polen. De casualidad, claro. Porque hay que tener en cuenta que esos hechos que convirtieron a tipos simplones en superhéroes fueron accidentes en la mayoría de los casos.

¡No te tengo miedo!
¡Soy Histaminic-Man!






domingo, 6 de abril de 2014

Migración, portabilidad y otros eufemismos telefónicos que windows no reconoce como palabras

Últimamente ha habido muchos cambios en mi vida. Positivos. Aunque una entrada de blog no da para explicar tantas cosas seguidas y tampoco es cuestión. Como me he propuesto retomar la constancia en esto de escribir algo que se me ocurra de vez en cuando, voy a hacer unos breves apuntes aleatorios sobre lo que sea y a ver si así pillo algo de carrerilla.
Así que de momento me voy a referir a uno de estos cambios: compañías de telecomunicaciones.

Resulta que he cambiado de trabajo. De una compañía de telecomunicaciones a otra. Y también me he cambiado de operador de telefonía móvil. Y de línea de internet. Y de tarifa, y de todo. Y resulta que ninguna de estas coincide entre sí. O sea que he conseguido en menos de un mes cambiarme de compañía telefónica cuatro veces, lo cual creo que es un récord, si añadimos también dar de baja una linea de adsl en un piso y habilitar otra en otra. Un récord personal y creo que universal, porque decidme si es fácil darse de baja, de alta y todas estas cosas sin perder la compostura, el sueño, los nervios o como mínimo el tiempo. La verdad es que estoy bastante arriba en este aspecto.

El otro día un señor mayor y algo despistado me preguntaba qué es una migración. Ya que tengo en mente a muchas personas de mi círculo que por trabajo o por amor o por ambos o por ninguno han hecho las maletas y han ido o venido de aquí, allá o acullá o viceversa, y que voy diciendo por ahí que soy sociólogo, le dije que una migración es cuando una persona viaja de un país a otro para residir temporal o indefinidamente. El hombre me dijo que si no es capaz de cambiar la hora del reloj ni del móvil -motivo por el cual entró en la tienda-, mucho menos de desarrollar con éxito las gestiones necesarias para viajar. Así, fuera de contexto no tiene ningún sentido. Pero como la sociología no es lo que en este momento tengo que aplicar a mi buena competencia laboral y el correcto desarrollo de mis funciones, y dado que la respuesta la tenía que dar mientras me encontraba dentro de una tienda de telefonía y el comercial era yo (ese era el contexto), he añadido que en esas circunstancias en las que me preguntaba, la palabra migración, de hace unos años a esta parte, también significa pasar de tarifas de tarjetas de prepago y recarga a tarifas de contrato mensual dentro de la misma compañía. Y que le sale más a cuenta, he añadido. También le he explicado que si viene desde otra compañía si se cambia a la mía sería una portabilidad lo que estaríamos gestionando y no una migración. El hombre se ha quedado muy contento con la explicación y además ha conseguido que le cambie la hora al móvil. Creo que ya he excedido el límite moral de comas en estas cinco líneas anteriores, así que esta será la última del párrafo.

Espero que con tantos cambios de argot laboral que he tenido los últimos años no se me olvide lo que las palabras originariamente significaban. Como seguramente no tenga mucha coherencia interna esta entrada en particular y siempre intento que lo que digo al principio o en el título se correspondan con el final, mencionaré que yo mismo he hecho un par de migraciones; de trabajo desde el centro de Barcelona hasta Hospitalet y de casa desde el centro también hasta el barrio de Sants. 
Y que he realizado con éxito unas cuantas portabilidades de objetos y muebles diversos.




lunes, 30 de diciembre de 2013

El típico tío plasta


Hay por ahí pululando un espíritu maléfico que muchas veces se infiltra en los cuerpos de las personas que te rodean en trenes, autobuses, cines, salas de espera, etc. Se llama "el tío plasta insoportable al que dan ganas de estrangular". 
Los afectados por esta posesión infernal presentan un cuadro siempre idéntico. Extremadamente incívicos, hablan con un volumen muy superior al resto, con un tono insoportablemente agudo o grave. Normalmente tienen más prisa que los demás, siempre han sufrido más injusticias, siempre tienen más derechos que cualquiera. Arengan a los plastas poco convencidos  para que se unan a su causa de queja, grito, rabieta, locura e impaciencia sin sentido. Sus comentarios normalmente son soeces y su gracia inversamente proporcional a la que ellos mismos piensan. Suelen ir a todas partes con familiares o parejas a los que avergüenzan. En la mayoría de los casos, es normal que tengan tendencias racistas, xenófobas y fascistas. Convierten lo que sería una espera simplemente aburrida en una espera agónica y desquiciante. Y al final consiguen que en todo autobús, tren o sala de espera la gente esté incómoda y pensando que la especie humana no tiene salvación. Y que la única vía de escape sea unirse a su cruzada sin sentido o levantarse para recriminar la actitud o tirar por la ventana al poseso... 
O si tienes un móvil con internet y un blog, aprovechar para publicar una nueva entrada, porque te das cuenta de que hacía tiempo que no tenías un rato largo y muerto para escribir cualquier cosa. Pensar que esa espera de horas para ponerte una vacuna al menos sirva para algo (como mínimo para que alguien te atienda, lo cual en el instante en el que escribes no sabes si se producirá).
Y confiar en que los virus de la sala de espera y la rabia incívica e insoportable no se contagie.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Más vale un samosa en mano que ciento (croissants) volando

Hola, pequeño establecimiento comercial de pastelería y bollería de toda la vida. 

Trabajo en Plaça Catalunya desde hace algo más de un mes y normalmente tengo menos de 30 minutos para comer y beber algo, intentar sentarme en algún sitio a doblar las piernas, fumarme un cigarrito, ir al baño, acicalarme un poco y volver al tema. Hace unos días salí con 90 espléndidos céntimos para ingerir una cantidad de calorías suficiente durante la pausa. La búsqueda de cualquier alimento de panaderia, fleca, pastisseria o forn que no fuese un pan fue completamente infructuosa. Tampoco es mucho pedir, ¿no?, si consideramos que en el resto de la ciudad de Barcelona hay infinidad de lugares y franquicias como Granier, Pannus, 365, Dino Pan... que nos ofrecen, por ejemplo, 5 fartons a 1 euro o 3 croissants a 1,40. Y algunos de ellos de excelente calidad. Pero no. Esto es el centro. El centrísimo. Sí, os entiendo, forns de la terra de tota la vida. Los alquileres están por las nubes, es difícil mantener la empresa familiar que con tanto esfuerzo levantó el abuelo Pepe y a las economías acomodadas y a los turistas tenéis pocas oportunidades de timarlos. Y sí, tenéis mucho intrusismo de otros. Seguramente os quejáis de que el pequeño comercio está siendo arrasado por las grandes superficies y las tiendas de conveniencia (=paquis). Pobres, pequeños panaderos de toda la vida de portal del àngel i rodalies

Pero no. Si no os compra la gente con sueldos normales es porque vuestro precios no tienen ningún sentido. Me da igual si lo hacéis con amor o con la punta de lo que sea. Yo quiero un croissant o similar y un café a menos de tres euros y medio y sé que sois capaces de elaborarlo y seguir con amplias ganancias. Especialmente asustado me quedo cuando veo en las pizarras esos english breakfasts (dos huevos tristes, bacon con cara de pena, un café chusquero, un zumo y una tostada de pan de molde) que decís que tenéis de oferta por diez eurales y pico.

El paquistaní de al lado del que os quejáis tanto no es tan de la terra de tota la vida y el tipo ha entendido que las cosas tienen que tener un precio justo. Una cocacola cuesta a lo sumo 70 céntimos fría y un samosa o unos donuts como mucho un euro. El tipo no se aprovecha. Y su pequeño local también está en el centro. Y el tipo se pasa allí todo el día. Sí, legendario café Zurich. Ese café malo malo con leche nefasta y medio helado en esas sillas metálicas e incómodas no cuesta en absoluto los dos y pico euros que os pagan los incautos por ello. Luego no os quejéis de que las costumbres alimenticias de los barceloneses han cambiado irremediablemente. 

Hasta que seáis razonables pienso seguir con mi menú de Cherry Coke, Samosa Vegetal bastante picante, cigarrito de liar y un Halls. Más vale un samosa en mano que cien croissants volando.




viernes, 25 de octubre de 2013

Por fin es viernes (mercenarios)

Sí, ya sé que el título de la entrada parece no tener demasiado sentido. Por eso me tengo que explicar.
Ya sabemos cómo está todo los últimos años en, digamos, la península ibérica y los archipiélagos y ciudades de otro continente relacionadas con la misma, o como dicen en un decathlon al que fui hace un par de días, "el estat" (bueno, la frase concreta era "puede usted cambiar los productos siempre que lleve el tiquet de compra durante quince días, y esto lo puede hacer en cualquier tienda del estado", y se me olvidó preguntar si el estado era el sólido, el líquido o el gaseoso, aunque creo que se refería al estado español). Conocemos a la perfección la situación laboral, educativa, social, económica, sanitaria y política del país. Y llegamos a la muy sesuda y científica conclusión de que "la cosa está mu mala". Pues bien, por fin es viernes. Para mucha gente que sea viernes no quiere decir nada en concreto. Da igual que sea viernes porque los sábados y los domingos también hay gente currando.
Y es que resulta que esta época en la que parece que nadie contrata a nadie hay dos tipos de personas; las que se quedan esperando, probablemente sentadas, a que su ángel de la guarda les llame y les de "trabajo de lo suyo", mientras viven de rentas, del paro o de familiares y a los que efectivamente, nunca contrata nadie, y los mercenarios; esos para los que lo importante es el poder pagar las facturas, sobrevivir y que en épocas conflictivas prefieren tener un trabajo cualquiera pero tenerlo. Hay que ir trampeando. Así, este año/curso he podido convencer a abuelas para que me den su dinero para una ONG por teléfono, intentar que otras abuelas timadas no se den de baja de servicios de gas, estar a punto de vender tarjetas de crédito a gente con dinero para pagarlas, enviar taxis y grúas a gente a la que se le avería el coche, y, finalmente, tras los años de experiencia, los estudios, las ganas y el esfuerzo, llegar a ser un sonriente florero humano. Gracias a que he preferido ser un mercenario ahora puedo seguir viviendo en Barcelona, esta ciudad en el que el coste de la vida es altísimo pero de la que inexplicablemente no nos vamos.
Así que niños, creced: no existen tantas vacantes para periodistas como licenciados en comunicación audiovisual, ni de abogados como licenciados en derecho. Esto nunca ha sucedido y nunca sucederá; y ahora menos todavía. Todos los niños quieren ser bombero, abogado, guionista, astronauta y jugador de fútbol. Y estrella del metal. De verdad, yo también. Alguien os tiene que tirar un cubo de agua fría, ese golpe de realidad que os llegará antes o después tenéis que verlo venir y estar preparados, si no os ha pasado ya. Evidentemente el sueño de nadie es ser un florero o vender cosas por teléfono. Pero hasta que uno pueda llegar a vislumbrarlo, entretanto tiene que sobrevivir. Adaptarse al ecosistema sin amargarse. Más o menos como hacía Schwarzenneger pintándose con barro para que Predator no le viese (alguna cosa freak tengo que decir y no sabía muy bien donde meterla). No es que le encantase, es que no había otra. Y la única forma de hacerlo es esa, tener el valor suficiente para convertirse en mercenario.
Así que venga. A las armas.



jueves, 10 de octubre de 2013

Vaca(no)ciones

Como ya he mencionado, hay muchas cosas buenas de trabajar en verano. Una de ellas es que si trabajas en julio y agosto hay bastante probabilidad de que mientras otros vuelven a la rutina (los afortunados, los que no siguen en el paro), tu puedas tener días libres y mofarte amistosamente de ellos (de los que no tienen trabajo no, evidentemente).
Y tener ocupación, sea en la época que sea y en el horario en el que sea es una cosa buena en si misma. Varios millones de personas buscan, y, patapúm, tu que ya estabas casi satisfecho con el trabajo a tiempo parcial que tenías estos últimos meses, y van y te ofrecen uno nuevo. Estás en racha, vuelves a levantar cabeza.
Valoras los pros y los contras, siendo estos últimos los menos. Y te cambias a una nueva empresa con unas funciones completamente distintas. Y por supuesto, como se suele decir, "no pain no gain". O sea que sin esfuerzo no hay recompensa. 

Tenías completamente arregladas las vacaciones. Sí, esa sensación que creías perdida, tener unas vacaciones normales y corrientes, de esas que cuando vuelves sigues teniendo trabajo y no de esas tipo "como el programa tenía poca audiencia y la cadena lo ha cancelado, tu contrato, tal como firmaste, se termina, así que te puedes ir un rato por ahí a freír espárragos y ya si eso te llamamos en un tiempo, por si acaso mándame algún mail en un tiempo". Tocaban dieciséis días laborables.
Pues bien, evidentemente al cambiar el trabajo por aquel en el cual, tras calibrar la balanza al milímetro resultaba más favorable, los días de vacaciones se resetean. Más bien se controlzetean. Destinos tan exóticos como Madrid y Salamanca, cuyos baratos vuelos y asequibles trenes estaban reservados con meses de antelación, debían ser cancelados, cosa que no le hace ninguna gracia la amigo Ryanair y a su primo guapo Renfe. En fin, que los pierdes. Te las arreglas para que en el nuevo trabajo te permitan librar ese fin de semana en el que te ibas de escapada, al cual ibas felizmente acompañado. Ibais un par de días a desconectar, a tomar un aire diferente al de Barcelona. Y ya está, esas serían tus vacaciones de 2012 y 2013.

Imagínate que vais ella y tu prontito al aeropuerto. Lo tenéis todo planificado. Planos imprimidos, hotel reservado, horarios de trenes y buses. Os habéis levantado a las cinco de la madrugada. Os habéis tomado un café en el aeropuerto con la calma (para más detalles sobre cafés en aeropuertos, aquí). Ya en la puerta de embarque, os dais cuenta de que cierta documentación imprescindible ha resbalado de la carpeta y está en algún sitio entre el control de seguridad y el avión, porque en las mochilas nada de nada. Alarma. Horror. El tiempo apremia y empezáis a correr como pollos sin cabeza. Resulta que el aeropuerto es un pelín grande. Resulta que nadie sabe nada. Al final el documento aparece, pero cuando coincidís los dos en la puerta de embarque, la señorita que esperó un rato desaparece y cierra. Esperáis y véis como la pasarela que lleva al avión se retira. Y todo se desvanece. Ahí va volando vuestro relax, vuestra pequeña desconexión planificada con tanta antelación.

Pero bueno, nunca habíais perdido un vuelo. Está claro que alguna vez os tenía que pasar.


martes, 10 de septiembre de 2013

La napolitana rellena de veneno de toda la vida

Imagina que un señor va a un Macdonalds o a un Burguer King o similar y se encuentra una pata de un mosquito en su porción de carne picada de animal muerto a precio asequible. Instantáneamente saltan todas las alarmas y una repercusión internacional sin precedentes; Los carnívoros son capaces de comer diversas partes de vacas, cerdos, peces e incluso gambas, pero eso si, la pata de un mosquito es algo repulsivo. Política capitalismo y ese tipo de cosas aparte, la cadena muestra los miles de controles a los que somete a sus productos, las certificaciones correspondientes, la pulcritud con la que mantiene las instalaciones. El aceite con el que fríe sus patatas, limpias y sin sabor a croquetas o calamares. Explica de dónde saca los elementos que construyen sus preparaciones y cómo se elaboran. Incluso empieza a vender ensaladas e indica la aportación calórica que conlleva un filete. Recomienda una vida sana y saludable, sugiere que los niños hagan deporte y desterra la mascota de payaso maléfico de los ochenta. Muestra con guantes y limpios utensilios a sus cocineros. Le ponen una sanción de millones de dólares y entonces afina aún mas sus controles. Aun así la gente se dirige con recelo a sus establecimientos.

Imagina que este mismo señor va a una panadería o a un bar cualquiera, familiar, tradicional, de la esquina, de toda la vida. Se toma una caña y se come unas patatas sin preguntar. En la panadería, otro día, se compra una barra y una napolitana, por ejemplo. No le hace falta ningún control, ya se fía de Paco, de Manolo, de Jaume, son del barrio de toda la vida. Y en verano, se va, por ejemplo, a una calita de Girona, concretando el ejemplo a la costa de Begur y concretando más aún -concretizando, como diría alguien que quiere dar más pompa a una término tan habitual- en la cala de Sa Tuna. Se come una porción de Tortilla por la que paga diez euros y se toma una jarra de medio litro de sangría por la que paga otros diez. Y deja una propina de dos
Hay que potenciar el consumo tradicional. Hay que potenciar la hostelería de proximidad. Los productos que tan amablemente nos preparan las pequeños y medianas empresas familiares se realizan con productos de la tierra y con un amor que asusta. La pizza se inventó en una masía de Cataluña, la del abuelo tarradellas.
Cierto. Y nos os lo había dicho, pero Batman no es Bruce Wayne. Soy yo.
Lo que sigue está basado en hechos reales vividos en ocasiones en primera persona, pero dulcificado y resumido para su correcta asimilación.
Resulta que ese pequeño empresario catalán, o madrileño, o salmantino, en su vida ha pasado un control de calidad tan exhaustivo como lo han hecho las cadenas de la supuesta comida basura. Por eso ese hostelero de toda la vida puede usar el mismo aceite cuarenta veces y durante horas para freír desde patatas hasta calamares, pasando por un vaso que se le cae en la freidora, algún que otro escupitajo, algo que se cayó al suelo y volvió y unos cuantos san jacobos. Patatas deluxe. Esa cucaracha que camina por la cocina del restaurante se ríe de los comensales. Toda la fritanga tiene el mismo color y sabor, ese sabor mediterráneo que mezcla tubérculos, panceta, queso y calamares, al que estamos acostumbrados y con el cual el turista medio está satisfecho. Ese señor tan majo que te puede vender una tortilla congelada de findus como si fuese preparada al momento. Ese cocinero tan simpático que cuando va al baño no se le ocurre lavarse las manos. Se le pueden caer cristales en la escalivada. Puede tener a sus trabajadores amenazados y en condiciones infrahumanas. 

También puede ser que te prometan que una pizza no contiene los alérgenos que les has preguntado y que te des cuenta de que no era verdad de camino a urgencias. 
El panadero de toda la vida te vende no tres croissants por un euro y medio, sino uno por un euro. Eso es porque lo hace con cariño y con los mejores ingredientes. Por eso te cobra un euro con ochenta por una estupenda napolitana de crema y el ingrediente especial.
Así de estupenda:


Napolitana de moho

Mira que majo, que le ha añadido productos adicionales; ¿mermelada de kiwi? ¿esa fruta "escarchada" -no se cómo se llama, la verdad- que los maestros pasteleros le ponen a los roscones de reyes? No. Algo más elaborado, algo que ha tenido que estar un par de días o tres a oscuras, que ha estado curándose. Rico y nutritivo moho. Veneno. Una cosa que si te la comes, vete a saber, igual te mueres. Bocato di cardinale. Me abstengo de subir la foto con flash porque valoro el que la gente que piense en una napolitana pueda dormir tranquila.


Y ya ves, no me encuentro a ningún cocinero activista que denuncie tal situación. Puede ser que los cocineros activistas estén de vacaciones, o elaborando productos con cariño, amor y algunos ingredientes más.

Por cierto, no quiero arruinar el negocio de este bondadoso panadero, sólo evitar algunas intoxicaciones... así que diré que si salís del metro en Sant Pau Dos de Maig salida Cartagena de la línea azul de Barcelona, no compréis nada en el establecimiento que está nada más salir.



miércoles, 28 de agosto de 2013

Una mañana festiva cualquiera de un verano laborable cualquiera

Una de esas cosas buenas de trabajar en verano.

Que cuando tienes un día libre entre semana y te levantas relativamente tarde o relativamente pronto (según de quien sea el punto de vista), miras por la ventana y lo que esperabas un martes tormentoso se haya tornado en un día perfectamente asumible para un rato de playa impulsivo y solitario. Entonces te tomas un café, te pones un bañador, dejas la cartera y el móvil, llevándote sólo dos o tres euros, el carnet de Bicing y una microtoalla comprimida en un bolsito cutrongo y diminuto. Metes una lata de cerveza y un poco de tabaco, también, en el microbolsito chusquero. Te pones el bañador, te equipas con las gafas de sol y sales corriendo, no sea que se te escape el sol. Uno de esos días extrañamente festivos, para otros laborables, para otros completamente vacacionales, en los que intentas hacer un montón de cosas.

Una de las cosas malas de trabajar en verano.

Que ese día libre es de agosto, y en Barcelona hay una masa de gente adormecida caminando dando tumbos sin aparente  rumbo concreto por las calles, cruzando las carreteras como palomas de erráticos pasos. Que la horda turística que baja hacia la playa como tu, lo hace con cientos de motitos eléctricas, monopatines, patines, monociclos, biciclos, triciclos, cuatriciclos, cruzándose por todas partes. Que de vez en cuando surgen árboles, bolardos, pivotes, baldosas movidas de la nada. Que una de esas motitos se cruza al mismo tiempo que un árbol imparable se acerca amenazante hasta tu indefensa y responsable bicicleta y altera tu cuidadosa conducción bicicletil. Y sin darte cuenta, estás en el suelo, las gafas han salido volando y más que el dolor, te pesa la decepción de haberte caído y la impunidad con la que escapa la motito eléctrica responsable. Te quedas unos segundos tirado y sorprendido. Y el árbol te señala con el dedo y te llama pringado. Bueno, y el dolor también te pesa un poco. Ciertamente, oh insensato, creías que tu año de antigüedad de carnet de conducir bicicletas te hacía prácticamente indestructible, y empiezas a pensar que esas personas que van con un aparatoso casco en realidad no son tan pringadas. Un señor que no emite palabra salta de un banco y te ayuda a levantarte con amplia sonrisa precedida de una sincera mueca de preocupación. Recoge las gafas y te las trae, le dices " thanks, i´m ok, don´t worry, really, really thank you" (a lo mejor el señor era de Burgos, piensas después, y por eso no emitía sonido alguno). Señala con la mirada la rozadura  que te has hecho, le das la mano como si fueseis de toda la vida y a duras penas llegas hasta el parking mas cercano de bicis.
Ya estás en la playa. No tiene sentido subirse al metro nada más llegar. Estás algo cansado de los veinte minutos de pedaleo y las posibles contusiones que puedas tener. Esperarás un rato y si te duele o se te inflama alguna parte del cuerpo en la siguiente hora irás a urgencias. Piensas que lo mejor en ese momento es hacer lo que habías venido a hacer y estar tranquilo.
Así que te quitas la camiseta, te haces un cigarro y te tomas la lata de cerveza. Luego te metes en el agua como si nada y la sal te limpia las pequeñas heridas.
Y te tumbas un rato, de la manera menos incómoda posible que encuentras.
Y piensas que por mucho que digan lo contrario, el agua de la playa de la Barceloneta es cristalina, y que en las zonas en las que no haces pie se ve el fondo. 



martes, 13 de agosto de 2013

In the last episode of BCN The Walking Tourist...

Agosto. Martes y 13, ni te cases ni te embarques.

Es increíblemente baja la capacidad psicomotriz de una masa de carne humana que asola Barcelona en los últimos tiempos. Es una marea con una forma indeterminada, en la cual predominan sobre todo los tonos amarillos y rojizos. Cruza por los pasos de peatones sin importar el color del semáforo. Camina por el carril bici sin ningún temor a ser golpeada y completamente inmune a los impulsos auditivos que los timbres deberían ejercer sobre sus tímpanos. Chafa la hierba de cualquier parque dejando tras de sí una estela de suciedad, tetrabricks y envases de comida rápida. Grita sin motivo en un idioma parecido de lejos al inglés. En las escaleras del metro la masa se agolpa y se concentra inmóvil, sin permitir posibilidad alguna de espacio libre para avanzar a aquellos individuos que intentan llegar a la hora a sus citas personales o profesionales. Afiladas sombrillas sobresalen de la masa como espadas forjadas en acero oxidable y plástico tóxico, y cientos de miles de camisetas y gafas demasiado horteras para ser reales se vislumbran entre los huecos que la masa deja. Unas cuantas camisetas del Barça destacan especialmente entre las partes de la masa más barrigudas. Sobre bicicletas naranjas y de otros colores y motitos y demás artilugios eléctricos, avanza impávida la masa por aceras y carreteras, totalmente ajena a los peligros colindantes y a las advertencias de los viandantes. En el cuerpo de esta masa hay tatuajes con tipografías tan espantosas que los humanos con más de dos dedos de frente serían incapaces de utilizar en el word. Tatuajes indescriptiblemente horteras, eternos, que en ocasiones muestran versículos enteros de la biblia.
Los mangantes de la rambla se frotan las manos. De las alcantarillas surgen latas de cerveza y esas tonterías que hacen ruidos estridentes y lucecitas azules. Los taxistas se frotan las manos. Las prostitutas y los traficantes andan desconcertados ante tal marabunta. Los propietarios de restaurantes piensan que en agosto harán su agosto de manera ultraliteral. Y los camareros que han contratado para horarios interminables se agobian. Los servicios del MacDonalds no dan más de sí. En los bares cutrongos aparece de primero un plato que se llama "tapas" y de segundo un plato que se llama "paellas", regado por un vino denominado "sangría" y un postre que se llama "sex on the beach".

Y si no te gusta esto o no eres capaz de soportarlo, no haber elegido vivir en Barcelona. O emigra en los veranos. O, por ejemplo, desahógate ironizando en un blog y sigue con lo tuyo, sin agobiarte y sonriendo a la masa.



miércoles, 7 de agosto de 2013

Reunión en la cumbre

Sigue siendo verano.

Y una amenaza se cierne sobre los honrados ciudadanos del barrio del Raval de Barcelona. Una amenaza sigilosa, invisible. En las temporadas de más calor aparece, como el Predator. "Siente el calor de nuestro cuerpo, el calor de nuestro miedo", como dicen en este trailer, de calidad inversamente proporcional a la película que promociona. Con un entrenamiento de miles de años, en los más diversos lugares. Desde los bosques más agrestes hasta los rascacielos más escarpados; desde los sótanos más pútridos hasta las más altas y recónditas buhardillas. En los campos de batalla más duros, en las latitudes más diversas. Con un camuflaje y una velocidad envidiable, practicando la guerra psicológica, la guerra incluso bacteriológica y la guerra de guerrillas. Seres altamente tóxicos. Se infiltran de manera inimaginable y cuando te quieres dar cuenta... ya es demasiado tarde. Al parecer quienes me atacan son sus retoños, criaturas en apariencia inofensivas, que se cuentan de momento con los dedos de una mano... pero el temor es que se desarrollen y acaben con todo lo que la civilización ha construido.

En efecto, estoy hablando de las cucarachas; el animal más peligroso e inmortal que el ser humano, en su infinita desdicha, ha tenido el disgusto de conocer. 

Las alarmas se encendieron. Entramos en estado de máxima alerta. Solicité audiencia con las altas cúpulas. El vicepresidente me dio cita para una reunión en la cumbre. El vicepresidente de la comunidad en persona, ni mas ni menos. A mi, un habitante cualquiera y relativamente recién llegado al edificio, un arrendatario humilde y llano. Como en la serie Homeland, el presidente es una entelequia. Como en Homeland, estoy sometido a los tejemanejes de las altas esferas. En resumen: que al parecer ya había hablado con nosequién de nosequé, había pedido un presupuesto a fulano para un procedimiento que mengano le había dicho que era altamente efectivo, y en consecuencia, costoso. Que de momento no han llegado a un qué. Que es demasiado tarde. Que en todo caso en septiembre, cuando haya junta de vecinos y estén todos al mismo tiempo, cosa complicada en verano. Cuando estén todos centrados, tranquilos. O aterrorizados por la plaga que puede que sus mentes vislumbren. Y que habría que hacerlo en la macrocomunidad. 

En fin, que haga sonar el cuerno de Góndor o algo así porque la ayuda va a tardar en llegar.
Pero mientras tanto no me rendiré. Al grito de "os mataré a todas, cabronas", y equipado con un desodorante y un ambientador, los aerosoles menos tóxicos para el ser humano y los organismos acuáticos que he podido encontrar, la batalla que vendrá a continuación será épica. Un arma de dimensiones bíblicas, llamada "total attack", con todo ese poder de aniquilación concentrado en una minúscula jeringuilla de una marca cuyo nombre es digno de cualquier dios antiguo o cualquier civilización extraterrestre, me promete que exterminará los huevos antes incluso de que eclosionen.

¡Oh que gran destino el de los héroes con sus gestas! 
Odiseo, Eneas, Beowulf, Amadis de Gaula, Tirant lo Blanc, Cid, Luke Skywalker... hacedme un hueco.




miércoles, 31 de julio de 2013

Cosas buenas que tiene trabajar en verano

Es el último día de julio.

Si estuviésemos en el desierto de una película del oeste aparecería un lagarto en primer plano. O un escorpión. O una serpiente (evidentemente sólo uno de los tres, no todos porque si no ya no sería un desierto, sino un zoo). Puede que incluso la calavera de hace años de una vaca, con una ligera brisa que le arrancase sutilmente unos granos de arena. Una de esas extrañas bolas de vegetación seca pasaría rebotando parsimoniosamente. E inexplicablemente se percibiría sonido de grillos, que no abundan en el desierto.

Pero eres afortunado: estás en Barcelona. En el Raval, para ser exactos. No hay el kikirikí de un gallo ni el apacible sonido de grillos que te despierte por la mañana. Es la vieja loca de enfrente quien te desvela con sus insultos y conversaciones con amigos imaginarios y demás fantasmas. Se queja de que no hay blancos en el barrio y lindezas por el estilo. Que con Franco esto no pasaba y todo aquello. Que a los niños que juegan en el centro cívico de abajo habría que tirarles agua con lejía; que lástima que ella no tiene fuerzas para hacerlo. Que su nieto de dos años es un asqueroso y un maleducado. Alguna vez unas horas después sales a hacer un cigarro o un café al balcón, te echa la bronca por alguna cosa que no entiendes y luego te sonríe y te dice buenas tardes. Esperas que te salude con la mano alzada o algo así pero no lo hace. Comes y te vas, que trabajas por la tarde.

Que sea verano no quiere decir nada significativo en cuanto a horarios de trabajo. Lo único que pasa es que hace más calor. Si acaso tiene que ver con el horario lectivo. Pero que yo sepa el cole lo dejamos hace mucho, demasiado como para que nuestras vidas se rijan por el absurdo planteamiento de que las cosas empiezan en septiembre y se finalizan en junio. Los humanos viven todo el año, de momento no estamos en suspensión criogénica los meses de verano. Por eso me cuesta tanto entender a esa gente que piensa que en verano no tiene sentido trabajar. Esa gente que es incapaz de saludar con un simple "hola" pero que sin embargo está encantada de tener una cara de culo que les llegue hasta el suelo y expeler un "vaya mierda" o un "qué agobio" en cuanto entran en el trabajo y durante el resto de horas, días y semanas. Gente que hasta hace un par de meses estaba deseperada buscando un trabajo digno y que a los dos meses de tener uno, y desde el primer día, lo único que puede hacer es quejarse e intentar meterte ideas absurdas en la cabeza. Te recuerda a las cosas que diría un niño que se está perdiendo las vacaciones o al que le han castigado sus padres por algún motivo.

Y está claro que si vives en el mundo real, ese en el que ya no somos niños que están un par de meses fuera del cole, tienes por fuerza que verle cosas positivas a trabajar en estas épocas del año, que sin duda las hay:

1- Evidentemente, la más importante de todas; que estés trabajando significa que no estás en el paro.
2- Si además tienes la suerte de no trabajar en una churrería, fabricando kebabs, asfaltando el suelo o vendiendo latas de cerveza en la playa, entre otros, es probable que disfrutes de aire acondicionado.
3- Sólo vas a la playa los fines de semana, con lo cual la aprecias más y no te quemas.
4 - Muy probablemente cuando el resto de los seres afortunados que tienen trabajo hayan vuelto al mismo, tu tendrás algún día de vacaciones, podrás señalarles con el dedo y decirles "pringaos".

¡Así que felices vacaciones para quien las tenga y "que se den con un canto en los dientes" quienes, por motivos laborales, no!


lunes, 22 de julio de 2013

Aberraciones automovilísticas

     Hay artefactos surgidos de la mente perversa de maléficos inventores e ingenieros que no dejan de atormentarme cada vez que salgo a la calle. Me gusta volver andando del trabajo, tanquilamente, con los auricuares puestos, o en bicicleta, con una suave brisa golpeándome la cara y la típica masa de torpes o incívicos turistas que caminan por el carril bici. Temo cruzame con una rata o una cucaracha. O con hedores veraniegos de una calle salpicada de diversos despojos del cuerpo humano, sin regar y al sol de justicia de julio.
O peor aún, con uno de esos artilugios. Seres metálicos surgidos de las más profundas oscuridades del abismo, recordándonos con su premeditada horripilancia cuan terribles pueden ser los efectos del fordismo y los de una excesiva libertad otorgada a unos desacertados y maquiavélicos diseñadores. Carros del infierno forjados en fábricas malditas cuyas líneas aberrantes y anaerodinámicas harían palidecer a un temible tanque de la segunda guerra mundial o a uno de esos Mercedes todoterreno que sólo se construyeron para dos o tres dictadores europeos y que languidecen en museos del automóvil como muestra de la maldad de sus poseedores. Criaturas de acero,cristal, plástico e incluso piel que campan a sus anchas, híbridos extraños que sin embargo multitud de conductores han considerado dignos de su coste en euros.


Nissan Juke                                                                                                                          ¿Donde tiene este ente de cuatro ojos la mirada? ¿Es el Nissan Juke un Wolkswagen escarabajo que fue enguillido sin miramientos por un peugeot 306 y que jamás fue digerido, formando así tan abominable mutación? ¿Cómo es posible que se haya podido vender tanto?


Ssanyong Rodius

     ¿Y cómo pudieron hacerle ese culo al pobre Ssanyong Rodius? ¿Qué mente perturbada coloca la parte trasera de un coche fúnebre sobre un monovolumen y lo suelda? ¡Oh, furgoneta del Equipo-A, ilumínanos con tu belleza ochentera!


Fiat MultiplaPero el mayor horripile lo inspira el Fiat Multipla. Dicen que por donde pisa no vuelve a crecer el asfalto. Consiguieron hibridar el adn metálico de un Totota Corolla de los noventa y un Chrysler Neon, seres de por sí mas que desagradables a la vista, y colocarle a todo ello el piso de arriba de un autobús de dos plantas. El único que disfruta de su existencia es el conductor; tal vez el más inteligente de todos los poseedores de un vehículo. Porque tiene la fortuna increíble de no sufrir los traumas, las consecuencias y las duraderas secuelas de haber visto semejante espanto.

He visto estos vehículos demasiadas veces los últimos días y pretendí incluso hacerles fotografías propias, pero no podría vivir conmigo en tal desesperación y tormento, sabiendo que alguna vez puse un objetivo delante de sus malsanas fauces y deformes caras. 


     Debe ser terrorífico tener carnet de conducir y mirar por el retrovisor, y ver como de repente estas huyendo de uno de estos monstruos sin haber hecho nada para merecerlo. Es difícil decidir cuál puede ser el vehículo más feo de la historia, pero sin duda alguna estos tres elementos se han ganado el derecho de encabezar la parte más alta de la lista.


   En comparación, el coche diseñado por Homer es una maravilla de la ciencia y la técnica. La belleza hecha automóvil... Pero lo increíble es que el Fiat Multipla es real, y seguirá formando parte de las pesadillas de niños  y adultos, y de toda esa gente que de vez en cuando se queda con la mirada perdida en la carretera y cuya tranquilidad se ve truncada por estas fantasmagóricas presencias.




viernes, 12 de julio de 2013

De repente, un verano

Desconozco cómo puede haber sido esta transición estacional en las ciudades en las que vivís, humanos; solo puedo hacer mención de lo que ha ocurrido en Barcelona y alrededores.
Parece que fue ayer cuando salía del trabajo en Cerdanyola del Vallès con guantes y capucha o gorrete, dando saltitos y exhalando vapor, muchas veces con paraguas, esperando el tren y comentando con mis compis la jornada y el frío que hacía. Sería diciembre, enero. Por ahí era invierno. Sí, los gorretes y los guantes dejaron de llevarse, los paraguas se mantenían a la espera de órdenes. Se supone que empezaba la primavera, recuerdo el día de su inicio perfectamente. Realmente hacía buen tiempo, solete, y tuiteé algo así como "hace sol, tengo trabajo y me estoy comiendo un falafel buenísimo en una terraza. Me encanta Barcelona". Incluso añadí una foto del susodicho falafel, sus patatas y su coca-cola:


primavera en Barcelona
Barcelona, 21 de marzo de 2013

Pero fue un espejismo de un par de jornadas. El ejército de edredones permanecía en sus puestos y la gente en sus casas, abrigada, veía Game of Thrones y demás series y pelis invernales, y  observaba con perplejidad que la primavera aparecía tímidamente uno o dos días cada semana. Los alérgicos, para su desgracia, se percataban de ello, no obstante. Y se supone que el después empezó el verano. Era inexplicable que en Barcelona sólo los turistas pensasen que era un día estupendo para ir a la playa. El cuarenta-de-mayo-no-te-quites-el-sayo nunca apareció y atemorizados, los habitantes de la ciudad contaban con que el verano ya no existiría. Never again.
Y catapum, de repente un día es verano. Un extraño. Los cuerpos de los barceloneses y sus mentes no han tenido tiempo de aclimatarse. Los de los turistas sí, a sus castigados cuerpos les importa un bledo todo, tanto ponerse rojos como cangrejos como tatuarse varios versículos de la Biblia o pimplarse diez botellas seguidas de tinto de verano don simón. Los alrededores de la torre en la que trabajo están rodeados de esta curiosa especie. Pero a la gente común le ocurre lo que sucede cuando te subes en una nave espacial, eso que hacemos todo el mundo todos los días un par de veces, y tienes que pasar primero por la cámara de despresurización y equilibrar la presión atmosférica para salir al espacio o visitar algún planeta sin que te salga volando la cabeza o te revienten los ojos, o hagas una implosión con las evidentemente fatales consecuencias. Esas cosas que sabemos que pasan. Pues bien, aquí no hay cámara de despresurización y la semana pasada el clima nos chafaba, nos atontaba, hacía nuestros movimientos más torpes y nuestros pensamientos más espesos. Pero bueno, parece ser que esto del verano, aunque ayer volviese a llover, va tomando forma. 


verano en Barcelona
Barcelona, 12 de julio de 2013

Y también ese bronceado tipo mosaico, con piezas blancas, rojas, marrones y rosas que mucha gente, incluído servidor, porta.
Y se intuye, ya a mediados de julio, que al fin en Barcelona tendremos uno de esos veranos normales y corrientes de toda la vida, que empieza en agosto y termina en noviembre.



miércoles, 26 de junio de 2013

Man of Steel: una no crítica

   Una no crítica porque no es para profundizar concienzudamente en la película, sino para hacer algunas consideraciones algo repelentes y bastante locales sobre salas de cine y aspectos que me han interesado de este largo tiempo esperado film de Supermán (sí, con tilde, ya que en la mayor parte de la península  y un par de archipiélagos nos da por traducirlo todo... como "udós" y "ubecuarenta", por ejemplo).

   Al tema.

   Siempre tengo mucho miedo cuando me dispongo a ver una película en la que sin duda el aspecto técnico parece que va a ser lo más relevante. Miedo porque en Barcelona la mejor sala, al menos que yo sepa, es el Cinesa Diagonal, pero por desgracia no hay versión original y sólo hay cine comercial (de ese cuya inversión o trabajo maestro en imagen y sonido recomienda su visionado en las más óptimas condiciones). En este cine los asientos y pantallas son enormes, las filas están hechas en escalera (no de manera inversa como pasa en Cines Verdi, por ejemplo, algo que no hace falta ser arquitecto para pensarlo). En el otro extremo (además literalmente, separado por kilómetros) se encuentra el Yelmo Icaria. Se proyectan todas las películas, tanto comerciales como supuestamente independientes, o por llamarlas de otro modo, esas en las que los productores no han podido recaudar el dinero suficiente para hacer lo que querían o porque los guiones no habían pasado el filtro de las majors o sus filiales indy. La desgracia en este caso es que aunque se nota que al Yelmo Icaria le gusta el cine, lo que no le gusta demasiado son los espectadores exigentes. Por eso cuando se estrena una película de estas características, sonora, visual, eso para lo que se inventó la sala de cine, siempre hay que ir el día del estreno. Si lo pospones, puede que la película que quieres ver la cambien a una sala en la que hay unas tuberías extrañas, la pantalla es diminuta y el sonido... basta con decir que parece en mono y que desde la sala se escucha otra película en la sala contigua. Y los asientos...si delante de ti se sienta alguien con un cardado, un pelo a lo afro o rizado, o una cabeza un pelín más grande de lo normal, estas acabado. Y si mides más de 1,50 no sabrás como colocar las piernas. Y son muchos euros para no aprovecharlo. En este caso compramos dos entradas el lunes anterior y recé a los dioses del olimpo, por ejemplo, para que la sala no fuese una chusta. Y cuál fue nuestra sorpresa al ver que por al parecer habían cambiado el sistema de sonido. A uno mejor. Y que todo parecía como en una buena sala (eso sí, los asientos seguían siendo pequeños e incómodos, con la suerte de no tener delante a André el Gigante, Roberto Dueñas o Rocio Jurado -con todos los respetos a los dos de estos tres que fallecieron-).

   Y respecto al título en cuestión.

   No habíamos visto nada sobre la película para que nos pillara por sorpresa y para no tener ningún prejuicio. De todas formas cualquier cosa que podamos imaginar sobre este personaje seguramente ya la habríamos visto en el inmenso material audiovisual o comiquero que existe. El día anterior hacían un megareportaje en días de cine, en La 2 de televisión española. Como siempre muy bueno, documentado y lleno de spoilers, así que tampoco lo miré más de treinta segundos.

   Pues bien, parece ser que Zack Snyder ha estado visionando últimamente películas de Terrence Malick, de Christopher Nolan y de J.J. Abrams (de Nolan seguro, que para eso es partícipe del film). También ha visto un par de veces Thor, Matrix y alguna otra cosa más. Lo ha metido todo en la batidora y se lo ha dado a unos expertos en edición, sonido y efectos especiales que han creado unas secuencias espléndidas de destrucción. Ha contado con actores majetes y de reconocido prestigio -algo viejunos y/o demacrados, todo hay que decirlo- como Kevin Costner, Russel Crowe o el renovado Laurence Fishburne, un Morfeo de 200 kilos. Y el que llaman por ahí "el prácticamente desconocido Henry Cavill". En fin, prácticamente desconocido como para mi Rafa Nadal si no sigo el tenis, por ejemplo, porque el bueno de Henry ha coprotagonizado unos 40 episodios de la serie Los Tudor en el papel del mejor amigo del Enrique VIII, interpretado por el injustamente poco valorado Jonathan Rhys-Meyers. Ya les gustaría a muchos actores ser tan prácticamente desconocidos.
Y al final a Snyder le ha salido una película que es como Thor, pero en buena.

   No haré spoiler, pero todo en la película sucede como demasiado despacio en la primera parte y demasiado deprisa en la segunda, hay una breve presentación de los personajes secundarios y luego ya se supone que son importantísimos, y al bueno de Clark no le da tiempo a asimilar demasiado lo que es y ya le toca liarse a mamporros con todo quisqui. Las consideraciones más importantes:
- Henry Cavill tiene más pechos que algunas actrices. Sigue con las modas hipster actuales con escenas en las que lleva barbas y camisas de cuadros y con algunos pelánganos que le salen del pecho o cuello por encima de la camisa. Igual no es muy estético, pero sí realista, lo cual le da un toque de humanidad y es algo digno de agradecer a los maquilladores; basta de superhéroes depilados; no me imagino a un verdadero man of steel en el baño con cera. En general el chaval es guapete, buen actor y cae bien. Es un digno Supermán.
- Una Lois poco presente y realmente poco importante, pero siguiendo la estela de la Lois de los 80; más bien feuna.
- Bastantes planos tipo The tree of life y unas cuantas escenas estilo Lost (ya sabéis, esos primeros planos con miradas de personas preocupadas, esas partes en las que cuando sucede algo importante el sonido desaparece y entra una música más o menos simplona y compungida).
- Un nivel de destrucción de edificios y de "ostias como panes" de una categoría difícilmente igualable. Y también es muy bonito cuando uno va volando por ahí y rompe varias veces la barrera del sonido al acelerar y frenar.
   Y bueno, ya para resumir. El guión podría haber sido un poco más oscuro, podría habernos hecho identificarnos más con los personajes o profundizar en ellos. Pero la sensación general que tuve fue "demonios, me gusta, creo que estos casi nueve eurazos que me he gastado han valido la pena, la peli aprovecha las capacidades para las que fue construida una sala de cine en condiciones y puede ser incluso que volviese a verla".






jueves, 6 de junio de 2013

El día de los trastos (no me vengas con milongas)

Radio reloj despertador Philips aparentemente intacto y destruido internamente
Hace tres días era el día de los trastos en el barrio, en el Raval. Ahí en el recibidor esperaban una desvencijada caja de gato, un calentador de agua abollado y en desuso y una par de chufas más que habría que haber dejado al lado de la portería hace unas semanas. Y me he acordado del último día que dejamos cosas en la calle. Eran una destruida y antigua alfombra y un radio-reloj-despertador Phillps de los años noventa que marcaba las horas que le daba la gana y que llevaba un par de años almacenado, además de una cajonera puede que no del ikea o puede que sí, visiblemente rota. En principio al lado de la puerta del edificio está bien dejarlo tirado con apariencia de recogido, pero justo antes de que la obsoleta alfombra y el vintage radiorrelojdespertadorphillips aterrizaran en suelo callejero, un simpático señor negro en la cincuentena, de amplia sonrisa, con acento mitad cubano mitad paquistaní me avisó de que si lo dejábamos ahí le echásemos un ojo porque seguro que nos lo robaba alguien. Le dije que no pasa nada, que son chufas rotas que no sirven para mucho y que son para abandonar en la calle hasta que aparezca el conveniente camión de recogida. Entonces dijo que se lo quedaba, así que le di las cosas que como ya he dicho ni tan solo llegaron a tocar el suelo. Y también antes de que sus dedos tocaran los inminentemente reciclables productos, otro señor sin amplia sonrisa e inexpresivo, sin decir nada, intuyo que de oriente medio por su atuendo, se acercó y empezó a forcejear extrañamente con el hombre con el que yo estaba hablando. Y seguía sin articular sonido alguno, solo tiraba de esos preciados productos catalanes y ponía cara de culo al sonriente caballero del inicio de la escena. Le expliqué que el señor afrocubanopaquistaní había llegado antes, que tranqui, que de buen rollo, y le mostré las características incomparables de la nueva alfombra que se podría llevar sin coste alguno. Las características eran "es bastante cutre, está sucia y vieja y creo que rota, te aviso...". Parece ser que se quedó contento porque aunque siguió sin emitir palabra cargó la alfombra sobre el hombro y se fue con viento fresco.
Y ahora viene la moraleja. No te quejes de que en el trabajo no te dejan ver el facebook o rabies porque ya no te dan tickets restaurant, o porque esos zapatitos o zapatillas de pseudodeporte tan preciosas que te compraste desde el ordenador de la empresa no te sirven y los tienes que devolver. No me digas que tu vida es una mierda, no me vengas con lloros porque el café gratuito de la máquina no es tan bueno como debiera o porque la señora de la limpieza no te saluda, o porque el metro no te gusta. O porque sales cinco minutos después de la hora. Quéjate si quieres un poco antes de que estés forcejeando con otro tipo por llevarte las basuras que alguien deja en la calle. Y no me vengas con milongas.





jueves, 16 de mayo de 2013

Unos tipos matándose y tu sonriendo y haciéndoles fotos, pedazo de imbécil

Vas por la calle. Vuelves andando tranquilamente a casa desde tu nuevo trabajo, así que estás más o menos contento. Como el resto de los días has vuelto en bicicleta esa tarde quieres ir caminando para ver aproximadamente cuánto se tarda en llegar a casa y cuál es el mejor camino. Y así de paso exploras la zona. Es de día, hay sol. Es primavera. Eres alérgico al polen del árbol plátano, que de Barcelona las calles están llenas. Alérgico al del olivo, al de las gramíneas. Pero bueno, te suenas de vez en cuando y ya está. Es un buen día.
Unos tipos juegan al baloncesto en una cancha cerrada. No diré el origen étnico de los tipos para que los prejuiciosos y la gente que generaliza no piensa nada en contra. Si acaso, que se quejen de la especie humana ("¡humano tenía que ser!"). 
En fin. Al tema. 
Pues resulta que ha pasado algo durante el juego por lo que dos de los jugadores, que se supone que son amigos entre sí, o al menos conocidos, empiezan a discutir. En menos de cinco segundos se están dando puñetazos en la cara y en donde se pillan. Uno tiene unos 35 años, otro unos 25. Y los dos son tipos violentos y duros. Tipos curtidos en mil batallas, parece, y más que agresivos. Y están muy nervisosos. No te quieres meter en líos, pero vas y te acercas sorprendido de ver a sus colegas que no hacen nada por separarles. Les increpas instándoles a ello. Un grupúsculo de turistas angloparlantes con caras enrojecidas y canas allá donde conservan pelo pasan por allí y se ríen, te enseñana su dentadura perfectamente alineada y antinaturalmente blanqueada, y empiezan a hacer fotos de la situación, como si estuviesen en el zoo. Les dices "they are fighting hard, it´s not a joke" o algo así. Aquí sí que es importante decir el aspecto; no puede ser que un adulto, es decir, alguien con canas, se ria cuando ve una pelea y se ponga a hacer fotos. Piensas que este anormal necesita una dosis de realidad en primera persona,  y no creerse un cosmopolita y un viajero por hacer fotos de todas las miserias humanas que se encuentra en sus viajes. Te sientes mal pensando que quieres que le ocurra algo horrible. El caso es que nadie separa a los dos tipos, y en tu mente siempre te montas películas y secuencias extrañas; llevas años viendo o leyendo escenas de ficción de macarras peleándose, y alguna que otra en la vida real, y tu cerebro siempre va a lo siguiente. Y lo siguiente siempre ocurre, desgraciadamente. Así que el más joven de los combatientes sale del recinto y pasa por tu lado. Tiene algunas magulladuras, la camiseta rota y sangre en la boca. Está muy alterado. Va directo a una papelera. El mayor de los dos mientras tanto ha quitado la cadena de su bici, que no es de plástico o de goma, ni tiene un recubrimiento ni nada. Es metálica, con eslabones fuertes, grandes y duros, incluso algo oxidados. Y la blande como si fuese una espada o un nunchaku o algún arma del estilo. Como digo que ya has visto muchas películas temes que el que va a la papelera busque algo metálico para usar como navaja. Y va y lo hace. Aplasta una lata de coca-cola y le da forma hasta convertirla en algo con lo que poder rajar carne humana de manera fácil y eficiente. Pasa por tu lado otra vez, y aunque te da un poco de miedo, le dices, "no tío, deja eso". No te escucha y tampoco te hace caso. Puede que ni tan sólo repare en tu presencia (piensas "afortunadamente") y vuelve a la cancha. 
Entonces tienes cuatro opciones:
a) Como un ser inhumano, indiferente, insensible y por supuesto cobarde, hacer como que no te enteras de nada y dejar que se den un paliza entre ellos con seguramente malas o peores consecuencias. Seguir el día tan tranquilo y contárselo a un colega como una anécdota sin más transcendencia. 
b) Como un racista de mierda -perdón por la expresión, pero es el calificativo más aproximado a la realidad- decir aquello de "mejor, que se maten entre ellos". Rascarte con satisfacción la barriga o tus partes bajas y encender un puro de la victoria. Contárselo a tus amigos mientras te tomas una carajillo de magno.
c) Como un imbécil, reírte y hacerles fotos. Explicarle a tu mujer, que está comprando ropa por el centro, lo pintorescos que son los barrios de la ciudad a la que habéis viajado. Enseñarle las fotos mientras, sentado en una terraza de la Rambla, te tomas una jarra de un litro de cerveza y otra de sangría y comes "tapas típicas" a las 11.30 de la mañana. Tu mujer, por cierto, se está comiendo un filete de un kilo y una coca cola zero para no engordar.
d) Como una persona normal buscar algún policía o representante de la ley, encontrarlo enseguida, indicarle dónde está ocurriendo el asunto y explicarle la situación para así evitar un innecesario baño de sangre. Irte a casa un poco asustado y triste pero contento contigo mismo.
No hace falta pensar mucho para saber cuál es la opción correcta, ¿verdad?