lunes, 4 de noviembre de 2013

Más vale un samosa en mano que ciento (croissants) volando

Hola, pequeño establecimiento comercial de pastelería y bollería de toda la vida. 

Trabajo en Plaça Catalunya desde hace algo más de un mes y normalmente tengo menos de 30 minutos para comer y beber algo, intentar sentarme en algún sitio a doblar las piernas, fumarme un cigarrito, ir al baño, acicalarme un poco y volver al tema. Hace unos días salí con 90 espléndidos céntimos para ingerir una cantidad de calorías suficiente durante la pausa. La búsqueda de cualquier alimento de panaderia, fleca, pastisseria o forn que no fuese un pan fue completamente infructuosa. Tampoco es mucho pedir, ¿no?, si consideramos que en el resto de la ciudad de Barcelona hay infinidad de lugares y franquicias como Granier, Pannus, 365, Dino Pan... que nos ofrecen, por ejemplo, 5 fartons a 1 euro o 3 croissants a 1,40. Y algunos de ellos de excelente calidad. Pero no. Esto es el centro. El centrísimo. Sí, os entiendo, forns de la terra de tota la vida. Los alquileres están por las nubes, es difícil mantener la empresa familiar que con tanto esfuerzo levantó el abuelo Pepe y a las economías acomodadas y a los turistas tenéis pocas oportunidades de timarlos. Y sí, tenéis mucho intrusismo de otros. Seguramente os quejáis de que el pequeño comercio está siendo arrasado por las grandes superficies y las tiendas de conveniencia (=paquis). Pobres, pequeños panaderos de toda la vida de portal del àngel i rodalies

Pero no. Si no os compra la gente con sueldos normales es porque vuestro precios no tienen ningún sentido. Me da igual si lo hacéis con amor o con la punta de lo que sea. Yo quiero un croissant o similar y un café a menos de tres euros y medio y sé que sois capaces de elaborarlo y seguir con amplias ganancias. Especialmente asustado me quedo cuando veo en las pizarras esos english breakfasts (dos huevos tristes, bacon con cara de pena, un café chusquero, un zumo y una tostada de pan de molde) que decís que tenéis de oferta por diez eurales y pico.

El paquistaní de al lado del que os quejáis tanto no es tan de la terra de tota la vida y el tipo ha entendido que las cosas tienen que tener un precio justo. Una cocacola cuesta a lo sumo 70 céntimos fría y un samosa o unos donuts como mucho un euro. El tipo no se aprovecha. Y su pequeño local también está en el centro. Y el tipo se pasa allí todo el día. Sí, legendario café Zurich. Ese café malo malo con leche nefasta y medio helado en esas sillas metálicas e incómodas no cuesta en absoluto los dos y pico euros que os pagan los incautos por ello. Luego no os quejéis de que las costumbres alimenticias de los barceloneses han cambiado irremediablemente. 

Hasta que seáis razonables pienso seguir con mi menú de Cherry Coke, Samosa Vegetal bastante picante, cigarrito de liar y un Halls. Más vale un samosa en mano que cien croissants volando.