lunes, 30 de diciembre de 2013

El típico tío plasta


Hay por ahí pululando un espíritu maléfico que muchas veces se infiltra en los cuerpos de las personas que te rodean en trenes, autobuses, cines, salas de espera, etc. Se llama "el tío plasta insoportable al que dan ganas de estrangular". 
Los afectados por esta posesión infernal presentan un cuadro siempre idéntico. Extremadamente incívicos, hablan con un volumen muy superior al resto, con un tono insoportablemente agudo o grave. Normalmente tienen más prisa que los demás, siempre han sufrido más injusticias, siempre tienen más derechos que cualquiera. Arengan a los plastas poco convencidos  para que se unan a su causa de queja, grito, rabieta, locura e impaciencia sin sentido. Sus comentarios normalmente son soeces y su gracia inversamente proporcional a la que ellos mismos piensan. Suelen ir a todas partes con familiares o parejas a los que avergüenzan. En la mayoría de los casos, es normal que tengan tendencias racistas, xenófobas y fascistas. Convierten lo que sería una espera simplemente aburrida en una espera agónica y desquiciante. Y al final consiguen que en todo autobús, tren o sala de espera la gente esté incómoda y pensando que la especie humana no tiene salvación. Y que la única vía de escape sea unirse a su cruzada sin sentido o levantarse para recriminar la actitud o tirar por la ventana al poseso... 
O si tienes un móvil con internet y un blog, aprovechar para publicar una nueva entrada, porque te das cuenta de que hacía tiempo que no tenías un rato largo y muerto para escribir cualquier cosa. Pensar que esa espera de horas para ponerte una vacuna al menos sirva para algo (como mínimo para que alguien te atienda, lo cual en el instante en el que escribes no sabes si se producirá).
Y confiar en que los virus de la sala de espera y la rabia incívica e insoportable no se contagie.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Más vale un samosa en mano que ciento (croissants) volando

Hola, pequeño establecimiento comercial de pastelería y bollería de toda la vida. 

Trabajo en Plaça Catalunya desde hace algo más de un mes y normalmente tengo menos de 30 minutos para comer y beber algo, intentar sentarme en algún sitio a doblar las piernas, fumarme un cigarrito, ir al baño, acicalarme un poco y volver al tema. Hace unos días salí con 90 espléndidos céntimos para ingerir una cantidad de calorías suficiente durante la pausa. La búsqueda de cualquier alimento de panaderia, fleca, pastisseria o forn que no fuese un pan fue completamente infructuosa. Tampoco es mucho pedir, ¿no?, si consideramos que en el resto de la ciudad de Barcelona hay infinidad de lugares y franquicias como Granier, Pannus, 365, Dino Pan... que nos ofrecen, por ejemplo, 5 fartons a 1 euro o 3 croissants a 1,40. Y algunos de ellos de excelente calidad. Pero no. Esto es el centro. El centrísimo. Sí, os entiendo, forns de la terra de tota la vida. Los alquileres están por las nubes, es difícil mantener la empresa familiar que con tanto esfuerzo levantó el abuelo Pepe y a las economías acomodadas y a los turistas tenéis pocas oportunidades de timarlos. Y sí, tenéis mucho intrusismo de otros. Seguramente os quejáis de que el pequeño comercio está siendo arrasado por las grandes superficies y las tiendas de conveniencia (=paquis). Pobres, pequeños panaderos de toda la vida de portal del àngel i rodalies

Pero no. Si no os compra la gente con sueldos normales es porque vuestro precios no tienen ningún sentido. Me da igual si lo hacéis con amor o con la punta de lo que sea. Yo quiero un croissant o similar y un café a menos de tres euros y medio y sé que sois capaces de elaborarlo y seguir con amplias ganancias. Especialmente asustado me quedo cuando veo en las pizarras esos english breakfasts (dos huevos tristes, bacon con cara de pena, un café chusquero, un zumo y una tostada de pan de molde) que decís que tenéis de oferta por diez eurales y pico.

El paquistaní de al lado del que os quejáis tanto no es tan de la terra de tota la vida y el tipo ha entendido que las cosas tienen que tener un precio justo. Una cocacola cuesta a lo sumo 70 céntimos fría y un samosa o unos donuts como mucho un euro. El tipo no se aprovecha. Y su pequeño local también está en el centro. Y el tipo se pasa allí todo el día. Sí, legendario café Zurich. Ese café malo malo con leche nefasta y medio helado en esas sillas metálicas e incómodas no cuesta en absoluto los dos y pico euros que os pagan los incautos por ello. Luego no os quejéis de que las costumbres alimenticias de los barceloneses han cambiado irremediablemente. 

Hasta que seáis razonables pienso seguir con mi menú de Cherry Coke, Samosa Vegetal bastante picante, cigarrito de liar y un Halls. Más vale un samosa en mano que cien croissants volando.




viernes, 25 de octubre de 2013

Por fin es viernes (mercenarios)

Sí, ya sé que el título de la entrada parece no tener demasiado sentido. Por eso me tengo que explicar.
Ya sabemos cómo está todo los últimos años en, digamos, la península ibérica y los archipiélagos y ciudades de otro continente relacionadas con la misma, o como dicen en un decathlon al que fui hace un par de días, "el estat" (bueno, la frase concreta era "puede usted cambiar los productos siempre que lleve el tiquet de compra durante quince días, y esto lo puede hacer en cualquier tienda del estado", y se me olvidó preguntar si el estado era el sólido, el líquido o el gaseoso, aunque creo que se refería al estado español). Conocemos a la perfección la situación laboral, educativa, social, económica, sanitaria y política del país. Y llegamos a la muy sesuda y científica conclusión de que "la cosa está mu mala". Pues bien, por fin es viernes. Para mucha gente que sea viernes no quiere decir nada en concreto. Da igual que sea viernes porque los sábados y los domingos también hay gente currando.
Y es que resulta que esta época en la que parece que nadie contrata a nadie hay dos tipos de personas; las que se quedan esperando, probablemente sentadas, a que su ángel de la guarda les llame y les de "trabajo de lo suyo", mientras viven de rentas, del paro o de familiares y a los que efectivamente, nunca contrata nadie, y los mercenarios; esos para los que lo importante es el poder pagar las facturas, sobrevivir y que en épocas conflictivas prefieren tener un trabajo cualquiera pero tenerlo. Hay que ir trampeando. Así, este año/curso he podido convencer a abuelas para que me den su dinero para una ONG por teléfono, intentar que otras abuelas timadas no se den de baja de servicios de gas, estar a punto de vender tarjetas de crédito a gente con dinero para pagarlas, enviar taxis y grúas a gente a la que se le avería el coche, y, finalmente, tras los años de experiencia, los estudios, las ganas y el esfuerzo, llegar a ser un sonriente florero humano. Gracias a que he preferido ser un mercenario ahora puedo seguir viviendo en Barcelona, esta ciudad en el que el coste de la vida es altísimo pero de la que inexplicablemente no nos vamos.
Así que niños, creced: no existen tantas vacantes para periodistas como licenciados en comunicación audiovisual, ni de abogados como licenciados en derecho. Esto nunca ha sucedido y nunca sucederá; y ahora menos todavía. Todos los niños quieren ser bombero, abogado, guionista, astronauta y jugador de fútbol. Y estrella del metal. De verdad, yo también. Alguien os tiene que tirar un cubo de agua fría, ese golpe de realidad que os llegará antes o después tenéis que verlo venir y estar preparados, si no os ha pasado ya. Evidentemente el sueño de nadie es ser un florero o vender cosas por teléfono. Pero hasta que uno pueda llegar a vislumbrarlo, entretanto tiene que sobrevivir. Adaptarse al ecosistema sin amargarse. Más o menos como hacía Schwarzenneger pintándose con barro para que Predator no le viese (alguna cosa freak tengo que decir y no sabía muy bien donde meterla). No es que le encantase, es que no había otra. Y la única forma de hacerlo es esa, tener el valor suficiente para convertirse en mercenario.
Así que venga. A las armas.



jueves, 10 de octubre de 2013

Vaca(no)ciones

Como ya he mencionado, hay muchas cosas buenas de trabajar en verano. Una de ellas es que si trabajas en julio y agosto hay bastante probabilidad de que mientras otros vuelven a la rutina (los afortunados, los que no siguen en el paro), tu puedas tener días libres y mofarte amistosamente de ellos (de los que no tienen trabajo no, evidentemente).
Y tener ocupación, sea en la época que sea y en el horario en el que sea es una cosa buena en si misma. Varios millones de personas buscan, y, patapúm, tu que ya estabas casi satisfecho con el trabajo a tiempo parcial que tenías estos últimos meses, y van y te ofrecen uno nuevo. Estás en racha, vuelves a levantar cabeza.
Valoras los pros y los contras, siendo estos últimos los menos. Y te cambias a una nueva empresa con unas funciones completamente distintas. Y por supuesto, como se suele decir, "no pain no gain". O sea que sin esfuerzo no hay recompensa. 

Tenías completamente arregladas las vacaciones. Sí, esa sensación que creías perdida, tener unas vacaciones normales y corrientes, de esas que cuando vuelves sigues teniendo trabajo y no de esas tipo "como el programa tenía poca audiencia y la cadena lo ha cancelado, tu contrato, tal como firmaste, se termina, así que te puedes ir un rato por ahí a freír espárragos y ya si eso te llamamos en un tiempo, por si acaso mándame algún mail en un tiempo". Tocaban dieciséis días laborables.
Pues bien, evidentemente al cambiar el trabajo por aquel en el cual, tras calibrar la balanza al milímetro resultaba más favorable, los días de vacaciones se resetean. Más bien se controlzetean. Destinos tan exóticos como Madrid y Salamanca, cuyos baratos vuelos y asequibles trenes estaban reservados con meses de antelación, debían ser cancelados, cosa que no le hace ninguna gracia la amigo Ryanair y a su primo guapo Renfe. En fin, que los pierdes. Te las arreglas para que en el nuevo trabajo te permitan librar ese fin de semana en el que te ibas de escapada, al cual ibas felizmente acompañado. Ibais un par de días a desconectar, a tomar un aire diferente al de Barcelona. Y ya está, esas serían tus vacaciones de 2012 y 2013.

Imagínate que vais ella y tu prontito al aeropuerto. Lo tenéis todo planificado. Planos imprimidos, hotel reservado, horarios de trenes y buses. Os habéis levantado a las cinco de la madrugada. Os habéis tomado un café en el aeropuerto con la calma (para más detalles sobre cafés en aeropuertos, aquí). Ya en la puerta de embarque, os dais cuenta de que cierta documentación imprescindible ha resbalado de la carpeta y está en algún sitio entre el control de seguridad y el avión, porque en las mochilas nada de nada. Alarma. Horror. El tiempo apremia y empezáis a correr como pollos sin cabeza. Resulta que el aeropuerto es un pelín grande. Resulta que nadie sabe nada. Al final el documento aparece, pero cuando coincidís los dos en la puerta de embarque, la señorita que esperó un rato desaparece y cierra. Esperáis y véis como la pasarela que lleva al avión se retira. Y todo se desvanece. Ahí va volando vuestro relax, vuestra pequeña desconexión planificada con tanta antelación.

Pero bueno, nunca habíais perdido un vuelo. Está claro que alguna vez os tenía que pasar.


lunes, 16 de septiembre de 2013

Nuevas aventuras antihistamínicas


He pensado que hoy voy a ponerme serio. Creo que no hace falta que comente mucho más de lo que ya se ve en este par de mails aparte de unas breves consideraciones al final.

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Buenos días.

El sábado 14 de septiembre, sobre las 14:30 horas, acudí con unos amigos a uno de sus establecimientos en Alicante, según he visto en la web el que está situado en la calle Teniente Coronel Chapulí 2. Estaba de visita el fin de semana en la ciudad. Soy alérgico diagnosticado a las nueces, a las avellanas y al melocotón. Siempre soy muy cuidadoso con este tema, siempre pregunto los ingredientes que llevan los platos en los restaurantes por lo que me pueda pasar, y siempre que salgo de casa llevo conmigo antihistamínicos, antiinflamatorios y  un autoinyector de adrenalina.
Ese día pregunté al camarero si el plato que aparecía en la carta como "raviolonne de ricotta y espinacas con salsa de roquefort" llevaba nueces o avellanas o melocotón, a pesar de que en la carta no figurasen citados ingredientes, y  le expliqué que soy alérgico a los mismos y que preguntara en cocina. Preguntó y al volver me dijo que no llevaban tales ingredientes. Y después me lo volvió a preguntar para asegurarse. Confiado empecé con el plato y cuando llevaba un tercio del mismo empecé a sudar, a ponerme rojo, a sentir picor en los oídos, síntomas que continuarían con un shock anafiláctico en el peor de los casos. Inmediatamente tomé un antihistamínico. Volví a preguntar y una camarera que se hizo cargo de la situación probó la pasta y me confirmó que contenía nueces.
Al parecer ni los camareros ni la cocinera ni el encargado sabían los ingredientes que llevaba esta pasta, lo cual es de una irresponsabilidad que en principio debería ser denunciable. Sólo hay dos opciones; o saben lo que lleva la pasta y la sirven igualmente o no saben lo que sirven. O bien se toman las alergias a broma. Cualquiera de las opciones es preocupante y reprochable; además, supongo que este procedimiento viola cualquier ley sobre manipulación de alimentos.

Los camareros, que en principio no son los que se tienen que encargar de la cocina, se disculparon. Mis amigos y yo nos fuimos educadamente camino al hospital más cercano y el encargado pretendió cobrarnos, lo cual fue otra falta de tacto.

Así que tuve que pasarme la tarde en urgencias, alterado, ser tratado con potentes antihistamínicos y antiinflamatorios, y ahora, siguiendo el tratamiento, me pasaré un mes tomando más pastillas, lo cual evidentemente es un inconveniente para mi vida cotidiana.

Por favor para que no vuelva a pasarle a nadie tengan la responsabilidad suficiente de saber los ingredientes que llevan los platos. Esta vez se ha quedado en un susto, para otra vez las consecuencias podrían ser peores. Por suerte siempre voy preparado y mis amigos me llevaron a urgencias en menos de un cuarto de hora.

Hagan lo posible para marcar en la carta los ingredientes de los platos o por tener un etiquetado en los productos que llegan a cocina, y por saber lo que están preparando y sirviendo. Se trata sólo de poner un poco más de cuidado para evitar disgustos.

Gracias.

Manuel J. Alonso

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Estimado Manuel.
Siento muchísimo lo sucedido. La verdad es que no se que decir. La pasta (tortellini de verdura) viene en cajas de cartón, con las bolsas de tortellini. El personal de cocina guarda la pasta en cámara fría y sanidad no deja que las cajas esten dentro. El etiquetado de los ingredientes que lleva la pasta está pegado a la caja.
Esto no quiere decir por supuesto que el personal de cocina deba saber los ingredientes.

Le pido mil disculpas por lo sucedido.
Nada que decir que no nos volverá a pasar.
Me pongo en su lugar ya que tengo hijos también con alergias. En concreto a la sulfamida y conozco casos de amigos con esta alergia que le pusieron sulfamida en un hospital por error y lo dejaron con un 40% de sordera. En fin.
Reitero mis disculpas.
Gracias


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Moraleja:
La frase más importante, y preocupante a mi entender, es la de "esto no quiere decir por supuesto que el personal de cocina deba saber los ingredientes". Así que ya sabéis, cuando vayáis a un restaurante, en algunos, o muchos, o al menos unos cuantos (no he hecho un estudio, por lo que no me gustaría prejuzgar) es probable que no sepáis lo que os estáis comiendo. Y si tenéis alergias ya sabéis que cada vez que coméis fuera será una ruleta rusa. Por cierto, la persona que me ha respondido y se ha disculpado ni siquiera ha firmado la contestación con ningún nombre o cargo.
Y como ya dije en otra entrada anteriormente, no hace falta ser una multinacional de comida rápida para jugar negligentemente con la salud de los clientes.


martes, 10 de septiembre de 2013

La napolitana rellena de veneno de toda la vida

Imagina que un señor va a un Macdonalds o a un Burguer King o similar y se encuentra una pata de un mosquito en su porción de carne picada de animal muerto a precio asequible. Instantáneamente saltan todas las alarmas y una repercusión internacional sin precedentes; Los carnívoros son capaces de comer diversas partes de vacas, cerdos, peces e incluso gambas, pero eso si, la pata de un mosquito es algo repulsivo. Política capitalismo y ese tipo de cosas aparte, la cadena muestra los miles de controles a los que somete a sus productos, las certificaciones correspondientes, la pulcritud con la que mantiene las instalaciones. El aceite con el que fríe sus patatas, limpias y sin sabor a croquetas o calamares. Explica de dónde saca los elementos que construyen sus preparaciones y cómo se elaboran. Incluso empieza a vender ensaladas e indica la aportación calórica que conlleva un filete. Recomienda una vida sana y saludable, sugiere que los niños hagan deporte y desterra la mascota de payaso maléfico de los ochenta. Muestra con guantes y limpios utensilios a sus cocineros. Le ponen una sanción de millones de dólares y entonces afina aún mas sus controles. Aun así la gente se dirige con recelo a sus establecimientos.

Imagina que este mismo señor va a una panadería o a un bar cualquiera, familiar, tradicional, de la esquina, de toda la vida. Se toma una caña y se come unas patatas sin preguntar. En la panadería, otro día, se compra una barra y una napolitana, por ejemplo. No le hace falta ningún control, ya se fía de Paco, de Manolo, de Jaume, son del barrio de toda la vida. Y en verano, se va, por ejemplo, a una calita de Girona, concretando el ejemplo a la costa de Begur y concretando más aún -concretizando, como diría alguien que quiere dar más pompa a una término tan habitual- en la cala de Sa Tuna. Se come una porción de Tortilla por la que paga diez euros y se toma una jarra de medio litro de sangría por la que paga otros diez. Y deja una propina de dos
Hay que potenciar el consumo tradicional. Hay que potenciar la hostelería de proximidad. Los productos que tan amablemente nos preparan las pequeños y medianas empresas familiares se realizan con productos de la tierra y con un amor que asusta. La pizza se inventó en una masía de Cataluña, la del abuelo tarradellas.
Cierto. Y nos os lo había dicho, pero Batman no es Bruce Wayne. Soy yo.
Lo que sigue está basado en hechos reales vividos en ocasiones en primera persona, pero dulcificado y resumido para su correcta asimilación.
Resulta que ese pequeño empresario catalán, o madrileño, o salmantino, en su vida ha pasado un control de calidad tan exhaustivo como lo han hecho las cadenas de la supuesta comida basura. Por eso ese hostelero de toda la vida puede usar el mismo aceite cuarenta veces y durante horas para freír desde patatas hasta calamares, pasando por un vaso que se le cae en la freidora, algún que otro escupitajo, algo que se cayó al suelo y volvió y unos cuantos san jacobos. Patatas deluxe. Esa cucaracha que camina por la cocina del restaurante se ríe de los comensales. Toda la fritanga tiene el mismo color y sabor, ese sabor mediterráneo que mezcla tubérculos, panceta, queso y calamares, al que estamos acostumbrados y con el cual el turista medio está satisfecho. Ese señor tan majo que te puede vender una tortilla congelada de findus como si fuese preparada al momento. Ese cocinero tan simpático que cuando va al baño no se le ocurre lavarse las manos. Se le pueden caer cristales en la escalivada. Puede tener a sus trabajadores amenazados y en condiciones infrahumanas. 

También puede ser que te prometan que una pizza no contiene los alérgenos que les has preguntado y que te des cuenta de que no era verdad de camino a urgencias. 
El panadero de toda la vida te vende no tres croissants por un euro y medio, sino uno por un euro. Eso es porque lo hace con cariño y con los mejores ingredientes. Por eso te cobra un euro con ochenta por una estupenda napolitana de crema y el ingrediente especial.
Así de estupenda:


Napolitana de moho

Mira que majo, que le ha añadido productos adicionales; ¿mermelada de kiwi? ¿esa fruta "escarchada" -no se cómo se llama, la verdad- que los maestros pasteleros le ponen a los roscones de reyes? No. Algo más elaborado, algo que ha tenido que estar un par de días o tres a oscuras, que ha estado curándose. Rico y nutritivo moho. Veneno. Una cosa que si te la comes, vete a saber, igual te mueres. Bocato di cardinale. Me abstengo de subir la foto con flash porque valoro el que la gente que piense en una napolitana pueda dormir tranquila.


Y ya ves, no me encuentro a ningún cocinero activista que denuncie tal situación. Puede ser que los cocineros activistas estén de vacaciones, o elaborando productos con cariño, amor y algunos ingredientes más.

Por cierto, no quiero arruinar el negocio de este bondadoso panadero, sólo evitar algunas intoxicaciones... así que diré que si salís del metro en Sant Pau Dos de Maig salida Cartagena de la línea azul de Barcelona, no compréis nada en el establecimiento que está nada más salir.



miércoles, 28 de agosto de 2013

Una mañana festiva cualquiera de un verano laborable cualquiera

Una de esas cosas buenas de trabajar en verano.

Que cuando tienes un día libre entre semana y te levantas relativamente tarde o relativamente pronto (según de quien sea el punto de vista), miras por la ventana y lo que esperabas un martes tormentoso se haya tornado en un día perfectamente asumible para un rato de playa impulsivo y solitario. Entonces te tomas un café, te pones un bañador, dejas la cartera y el móvil, llevándote sólo dos o tres euros, el carnet de Bicing y una microtoalla comprimida en un bolsito cutrongo y diminuto. Metes una lata de cerveza y un poco de tabaco, también, en el microbolsito chusquero. Te pones el bañador, te equipas con las gafas de sol y sales corriendo, no sea que se te escape el sol. Uno de esos días extrañamente festivos, para otros laborables, para otros completamente vacacionales, en los que intentas hacer un montón de cosas.

Una de las cosas malas de trabajar en verano.

Que ese día libre es de agosto, y en Barcelona hay una masa de gente adormecida caminando dando tumbos sin aparente  rumbo concreto por las calles, cruzando las carreteras como palomas de erráticos pasos. Que la horda turística que baja hacia la playa como tu, lo hace con cientos de motitos eléctricas, monopatines, patines, monociclos, biciclos, triciclos, cuatriciclos, cruzándose por todas partes. Que de vez en cuando surgen árboles, bolardos, pivotes, baldosas movidas de la nada. Que una de esas motitos se cruza al mismo tiempo que un árbol imparable se acerca amenazante hasta tu indefensa y responsable bicicleta y altera tu cuidadosa conducción bicicletil. Y sin darte cuenta, estás en el suelo, las gafas han salido volando y más que el dolor, te pesa la decepción de haberte caído y la impunidad con la que escapa la motito eléctrica responsable. Te quedas unos segundos tirado y sorprendido. Y el árbol te señala con el dedo y te llama pringado. Bueno, y el dolor también te pesa un poco. Ciertamente, oh insensato, creías que tu año de antigüedad de carnet de conducir bicicletas te hacía prácticamente indestructible, y empiezas a pensar que esas personas que van con un aparatoso casco en realidad no son tan pringadas. Un señor que no emite palabra salta de un banco y te ayuda a levantarte con amplia sonrisa precedida de una sincera mueca de preocupación. Recoge las gafas y te las trae, le dices " thanks, i´m ok, don´t worry, really, really thank you" (a lo mejor el señor era de Burgos, piensas después, y por eso no emitía sonido alguno). Señala con la mirada la rozadura  que te has hecho, le das la mano como si fueseis de toda la vida y a duras penas llegas hasta el parking mas cercano de bicis.
Ya estás en la playa. No tiene sentido subirse al metro nada más llegar. Estás algo cansado de los veinte minutos de pedaleo y las posibles contusiones que puedas tener. Esperarás un rato y si te duele o se te inflama alguna parte del cuerpo en la siguiente hora irás a urgencias. Piensas que lo mejor en ese momento es hacer lo que habías venido a hacer y estar tranquilo.
Así que te quitas la camiseta, te haces un cigarro y te tomas la lata de cerveza. Luego te metes en el agua como si nada y la sal te limpia las pequeñas heridas.
Y te tumbas un rato, de la manera menos incómoda posible que encuentras.
Y piensas que por mucho que digan lo contrario, el agua de la playa de la Barceloneta es cristalina, y que en las zonas en las que no haces pie se ve el fondo. 



martes, 13 de agosto de 2013

In the last episode of BCN The Walking Tourist...

Agosto. Martes y 13, ni te cases ni te embarques.

Es increíblemente baja la capacidad psicomotriz de una masa de carne humana que asola Barcelona en los últimos tiempos. Es una marea con una forma indeterminada, en la cual predominan sobre todo los tonos amarillos y rojizos. Cruza por los pasos de peatones sin importar el color del semáforo. Camina por el carril bici sin ningún temor a ser golpeada y completamente inmune a los impulsos auditivos que los timbres deberían ejercer sobre sus tímpanos. Chafa la hierba de cualquier parque dejando tras de sí una estela de suciedad, tetrabricks y envases de comida rápida. Grita sin motivo en un idioma parecido de lejos al inglés. En las escaleras del metro la masa se agolpa y se concentra inmóvil, sin permitir posibilidad alguna de espacio libre para avanzar a aquellos individuos que intentan llegar a la hora a sus citas personales o profesionales. Afiladas sombrillas sobresalen de la masa como espadas forjadas en acero oxidable y plástico tóxico, y cientos de miles de camisetas y gafas demasiado horteras para ser reales se vislumbran entre los huecos que la masa deja. Unas cuantas camisetas del Barça destacan especialmente entre las partes de la masa más barrigudas. Sobre bicicletas naranjas y de otros colores y motitos y demás artilugios eléctricos, avanza impávida la masa por aceras y carreteras, totalmente ajena a los peligros colindantes y a las advertencias de los viandantes. En el cuerpo de esta masa hay tatuajes con tipografías tan espantosas que los humanos con más de dos dedos de frente serían incapaces de utilizar en el word. Tatuajes indescriptiblemente horteras, eternos, que en ocasiones muestran versículos enteros de la biblia.
Los mangantes de la rambla se frotan las manos. De las alcantarillas surgen latas de cerveza y esas tonterías que hacen ruidos estridentes y lucecitas azules. Los taxistas se frotan las manos. Las prostitutas y los traficantes andan desconcertados ante tal marabunta. Los propietarios de restaurantes piensan que en agosto harán su agosto de manera ultraliteral. Y los camareros que han contratado para horarios interminables se agobian. Los servicios del MacDonalds no dan más de sí. En los bares cutrongos aparece de primero un plato que se llama "tapas" y de segundo un plato que se llama "paellas", regado por un vino denominado "sangría" y un postre que se llama "sex on the beach".

Y si no te gusta esto o no eres capaz de soportarlo, no haber elegido vivir en Barcelona. O emigra en los veranos. O, por ejemplo, desahógate ironizando en un blog y sigue con lo tuyo, sin agobiarte y sonriendo a la masa.



miércoles, 7 de agosto de 2013

Reunión en la cumbre

Sigue siendo verano.

Y una amenaza se cierne sobre los honrados ciudadanos del barrio del Raval de Barcelona. Una amenaza sigilosa, invisible. En las temporadas de más calor aparece, como el Predator. "Siente el calor de nuestro cuerpo, el calor de nuestro miedo", como dicen en este trailer, de calidad inversamente proporcional a la película que promociona. Con un entrenamiento de miles de años, en los más diversos lugares. Desde los bosques más agrestes hasta los rascacielos más escarpados; desde los sótanos más pútridos hasta las más altas y recónditas buhardillas. En los campos de batalla más duros, en las latitudes más diversas. Con un camuflaje y una velocidad envidiable, practicando la guerra psicológica, la guerra incluso bacteriológica y la guerra de guerrillas. Seres altamente tóxicos. Se infiltran de manera inimaginable y cuando te quieres dar cuenta... ya es demasiado tarde. Al parecer quienes me atacan son sus retoños, criaturas en apariencia inofensivas, que se cuentan de momento con los dedos de una mano... pero el temor es que se desarrollen y acaben con todo lo que la civilización ha construido.

En efecto, estoy hablando de las cucarachas; el animal más peligroso e inmortal que el ser humano, en su infinita desdicha, ha tenido el disgusto de conocer. 

Las alarmas se encendieron. Entramos en estado de máxima alerta. Solicité audiencia con las altas cúpulas. El vicepresidente me dio cita para una reunión en la cumbre. El vicepresidente de la comunidad en persona, ni mas ni menos. A mi, un habitante cualquiera y relativamente recién llegado al edificio, un arrendatario humilde y llano. Como en la serie Homeland, el presidente es una entelequia. Como en Homeland, estoy sometido a los tejemanejes de las altas esferas. En resumen: que al parecer ya había hablado con nosequién de nosequé, había pedido un presupuesto a fulano para un procedimiento que mengano le había dicho que era altamente efectivo, y en consecuencia, costoso. Que de momento no han llegado a un qué. Que es demasiado tarde. Que en todo caso en septiembre, cuando haya junta de vecinos y estén todos al mismo tiempo, cosa complicada en verano. Cuando estén todos centrados, tranquilos. O aterrorizados por la plaga que puede que sus mentes vislumbren. Y que habría que hacerlo en la macrocomunidad. 

En fin, que haga sonar el cuerno de Góndor o algo así porque la ayuda va a tardar en llegar.
Pero mientras tanto no me rendiré. Al grito de "os mataré a todas, cabronas", y equipado con un desodorante y un ambientador, los aerosoles menos tóxicos para el ser humano y los organismos acuáticos que he podido encontrar, la batalla que vendrá a continuación será épica. Un arma de dimensiones bíblicas, llamada "total attack", con todo ese poder de aniquilación concentrado en una minúscula jeringuilla de una marca cuyo nombre es digno de cualquier dios antiguo o cualquier civilización extraterrestre, me promete que exterminará los huevos antes incluso de que eclosionen.

¡Oh que gran destino el de los héroes con sus gestas! 
Odiseo, Eneas, Beowulf, Amadis de Gaula, Tirant lo Blanc, Cid, Luke Skywalker... hacedme un hueco.




miércoles, 31 de julio de 2013

Cosas buenas que tiene trabajar en verano

Es el último día de julio.

Si estuviésemos en el desierto de una película del oeste aparecería un lagarto en primer plano. O un escorpión. O una serpiente (evidentemente sólo uno de los tres, no todos porque si no ya no sería un desierto, sino un zoo). Puede que incluso la calavera de hace años de una vaca, con una ligera brisa que le arrancase sutilmente unos granos de arena. Una de esas extrañas bolas de vegetación seca pasaría rebotando parsimoniosamente. E inexplicablemente se percibiría sonido de grillos, que no abundan en el desierto.

Pero eres afortunado: estás en Barcelona. En el Raval, para ser exactos. No hay el kikirikí de un gallo ni el apacible sonido de grillos que te despierte por la mañana. Es la vieja loca de enfrente quien te desvela con sus insultos y conversaciones con amigos imaginarios y demás fantasmas. Se queja de que no hay blancos en el barrio y lindezas por el estilo. Que con Franco esto no pasaba y todo aquello. Que a los niños que juegan en el centro cívico de abajo habría que tirarles agua con lejía; que lástima que ella no tiene fuerzas para hacerlo. Que su nieto de dos años es un asqueroso y un maleducado. Alguna vez unas horas después sales a hacer un cigarro o un café al balcón, te echa la bronca por alguna cosa que no entiendes y luego te sonríe y te dice buenas tardes. Esperas que te salude con la mano alzada o algo así pero no lo hace. Comes y te vas, que trabajas por la tarde.

Que sea verano no quiere decir nada significativo en cuanto a horarios de trabajo. Lo único que pasa es que hace más calor. Si acaso tiene que ver con el horario lectivo. Pero que yo sepa el cole lo dejamos hace mucho, demasiado como para que nuestras vidas se rijan por el absurdo planteamiento de que las cosas empiezan en septiembre y se finalizan en junio. Los humanos viven todo el año, de momento no estamos en suspensión criogénica los meses de verano. Por eso me cuesta tanto entender a esa gente que piensa que en verano no tiene sentido trabajar. Esa gente que es incapaz de saludar con un simple "hola" pero que sin embargo está encantada de tener una cara de culo que les llegue hasta el suelo y expeler un "vaya mierda" o un "qué agobio" en cuanto entran en el trabajo y durante el resto de horas, días y semanas. Gente que hasta hace un par de meses estaba deseperada buscando un trabajo digno y que a los dos meses de tener uno, y desde el primer día, lo único que puede hacer es quejarse e intentar meterte ideas absurdas en la cabeza. Te recuerda a las cosas que diría un niño que se está perdiendo las vacaciones o al que le han castigado sus padres por algún motivo.

Y está claro que si vives en el mundo real, ese en el que ya no somos niños que están un par de meses fuera del cole, tienes por fuerza que verle cosas positivas a trabajar en estas épocas del año, que sin duda las hay:

1- Evidentemente, la más importante de todas; que estés trabajando significa que no estás en el paro.
2- Si además tienes la suerte de no trabajar en una churrería, fabricando kebabs, asfaltando el suelo o vendiendo latas de cerveza en la playa, entre otros, es probable que disfrutes de aire acondicionado.
3- Sólo vas a la playa los fines de semana, con lo cual la aprecias más y no te quemas.
4 - Muy probablemente cuando el resto de los seres afortunados que tienen trabajo hayan vuelto al mismo, tu tendrás algún día de vacaciones, podrás señalarles con el dedo y decirles "pringaos".

¡Así que felices vacaciones para quien las tenga y "que se den con un canto en los dientes" quienes, por motivos laborales, no!


lunes, 22 de julio de 2013

Aberraciones automovilísticas

     Hay artefactos surgidos de la mente perversa de maléficos inventores e ingenieros que no dejan de atormentarme cada vez que salgo a la calle. Me gusta volver andando del trabajo, tanquilamente, con los auricuares puestos, o en bicicleta, con una suave brisa golpeándome la cara y la típica masa de torpes o incívicos turistas que caminan por el carril bici. Temo cruzame con una rata o una cucaracha. O con hedores veraniegos de una calle salpicada de diversos despojos del cuerpo humano, sin regar y al sol de justicia de julio.
O peor aún, con uno de esos artilugios. Seres metálicos surgidos de las más profundas oscuridades del abismo, recordándonos con su premeditada horripilancia cuan terribles pueden ser los efectos del fordismo y los de una excesiva libertad otorgada a unos desacertados y maquiavélicos diseñadores. Carros del infierno forjados en fábricas malditas cuyas líneas aberrantes y anaerodinámicas harían palidecer a un temible tanque de la segunda guerra mundial o a uno de esos Mercedes todoterreno que sólo se construyeron para dos o tres dictadores europeos y que languidecen en museos del automóvil como muestra de la maldad de sus poseedores. Criaturas de acero,cristal, plástico e incluso piel que campan a sus anchas, híbridos extraños que sin embargo multitud de conductores han considerado dignos de su coste en euros.


Nissan Juke                                                                                                                          ¿Donde tiene este ente de cuatro ojos la mirada? ¿Es el Nissan Juke un Wolkswagen escarabajo que fue enguillido sin miramientos por un peugeot 306 y que jamás fue digerido, formando así tan abominable mutación? ¿Cómo es posible que se haya podido vender tanto?


Ssanyong Rodius

     ¿Y cómo pudieron hacerle ese culo al pobre Ssanyong Rodius? ¿Qué mente perturbada coloca la parte trasera de un coche fúnebre sobre un monovolumen y lo suelda? ¡Oh, furgoneta del Equipo-A, ilumínanos con tu belleza ochentera!


Fiat MultiplaPero el mayor horripile lo inspira el Fiat Multipla. Dicen que por donde pisa no vuelve a crecer el asfalto. Consiguieron hibridar el adn metálico de un Totota Corolla de los noventa y un Chrysler Neon, seres de por sí mas que desagradables a la vista, y colocarle a todo ello el piso de arriba de un autobús de dos plantas. El único que disfruta de su existencia es el conductor; tal vez el más inteligente de todos los poseedores de un vehículo. Porque tiene la fortuna increíble de no sufrir los traumas, las consecuencias y las duraderas secuelas de haber visto semejante espanto.

He visto estos vehículos demasiadas veces los últimos días y pretendí incluso hacerles fotografías propias, pero no podría vivir conmigo en tal desesperación y tormento, sabiendo que alguna vez puse un objetivo delante de sus malsanas fauces y deformes caras. 


     Debe ser terrorífico tener carnet de conducir y mirar por el retrovisor, y ver como de repente estas huyendo de uno de estos monstruos sin haber hecho nada para merecerlo. Es difícil decidir cuál puede ser el vehículo más feo de la historia, pero sin duda alguna estos tres elementos se han ganado el derecho de encabezar la parte más alta de la lista.


   En comparación, el coche diseñado por Homer es una maravilla de la ciencia y la técnica. La belleza hecha automóvil... Pero lo increíble es que el Fiat Multipla es real, y seguirá formando parte de las pesadillas de niños  y adultos, y de toda esa gente que de vez en cuando se queda con la mirada perdida en la carretera y cuya tranquilidad se ve truncada por estas fantasmagóricas presencias.




viernes, 12 de julio de 2013

De repente, un verano

Desconozco cómo puede haber sido esta transición estacional en las ciudades en las que vivís, humanos; solo puedo hacer mención de lo que ha ocurrido en Barcelona y alrededores.
Parece que fue ayer cuando salía del trabajo en Cerdanyola del Vallès con guantes y capucha o gorrete, dando saltitos y exhalando vapor, muchas veces con paraguas, esperando el tren y comentando con mis compis la jornada y el frío que hacía. Sería diciembre, enero. Por ahí era invierno. Sí, los gorretes y los guantes dejaron de llevarse, los paraguas se mantenían a la espera de órdenes. Se supone que empezaba la primavera, recuerdo el día de su inicio perfectamente. Realmente hacía buen tiempo, solete, y tuiteé algo así como "hace sol, tengo trabajo y me estoy comiendo un falafel buenísimo en una terraza. Me encanta Barcelona". Incluso añadí una foto del susodicho falafel, sus patatas y su coca-cola:


primavera en Barcelona
Barcelona, 21 de marzo de 2013

Pero fue un espejismo de un par de jornadas. El ejército de edredones permanecía en sus puestos y la gente en sus casas, abrigada, veía Game of Thrones y demás series y pelis invernales, y  observaba con perplejidad que la primavera aparecía tímidamente uno o dos días cada semana. Los alérgicos, para su desgracia, se percataban de ello, no obstante. Y se supone que el después empezó el verano. Era inexplicable que en Barcelona sólo los turistas pensasen que era un día estupendo para ir a la playa. El cuarenta-de-mayo-no-te-quites-el-sayo nunca apareció y atemorizados, los habitantes de la ciudad contaban con que el verano ya no existiría. Never again.
Y catapum, de repente un día es verano. Un extraño. Los cuerpos de los barceloneses y sus mentes no han tenido tiempo de aclimatarse. Los de los turistas sí, a sus castigados cuerpos les importa un bledo todo, tanto ponerse rojos como cangrejos como tatuarse varios versículos de la Biblia o pimplarse diez botellas seguidas de tinto de verano don simón. Los alrededores de la torre en la que trabajo están rodeados de esta curiosa especie. Pero a la gente común le ocurre lo que sucede cuando te subes en una nave espacial, eso que hacemos todo el mundo todos los días un par de veces, y tienes que pasar primero por la cámara de despresurización y equilibrar la presión atmosférica para salir al espacio o visitar algún planeta sin que te salga volando la cabeza o te revienten los ojos, o hagas una implosión con las evidentemente fatales consecuencias. Esas cosas que sabemos que pasan. Pues bien, aquí no hay cámara de despresurización y la semana pasada el clima nos chafaba, nos atontaba, hacía nuestros movimientos más torpes y nuestros pensamientos más espesos. Pero bueno, parece ser que esto del verano, aunque ayer volviese a llover, va tomando forma. 


verano en Barcelona
Barcelona, 12 de julio de 2013

Y también ese bronceado tipo mosaico, con piezas blancas, rojas, marrones y rosas que mucha gente, incluído servidor, porta.
Y se intuye, ya a mediados de julio, que al fin en Barcelona tendremos uno de esos veranos normales y corrientes de toda la vida, que empieza en agosto y termina en noviembre.



lunes, 8 de julio de 2013

Star Trek: Into Darkness. Profundísimas, insondables e ininteligibles reflexiones personales sobre el film. Es broma.


Vamos a ponernos en situación. Imagínate que el cinco de julio se estrena una peli de Star Trek. Que eres un poco freak. Que siempre estás predispuesto a que te gusten las cosas que hace J.J. Abrams. Y que el día del estreno coincide con el de tu 34 cumpleaños, algo que vienes sabiendo desde hace varios meses (que es el estreno, la fecha en la que naciste la sabes desde hace un poquito más). ¿Qué haces? Lógicamente buscas la mejor compañía y el mejor cine en el horario más conveniente y reservas entradas una semana antes por Internet  a lo loco, olvidándote de los descuentos de tarjetas de fidelización diversas. Te emocionas y reservas una entrada de más. En el cine te dicen que te pueden vender la que compraste y el propio gerente es el que, con amplia y sincera sonrisa, te devuelve el dinero que guarda dentro una bolsita al finalizar la sesión, y tu y tu mejor compañía salís encantados. Vuelves a pensar que en este cine cuidan a sus espectadores, a sus clientes, y que realmente les gusta el séptimo arte.

El cine es el Yelmo Icaria, en Barcelona. Sala 9. No 3d. 22 h. Sonido reformado con respecto al de hace unos meses a un volumen adecuado y de aceptable calidad. Proyección digital. Versión original con subtítulos en castellano, lo cual es muy importante dado que hay personajes de diferentes nacionalidades y con muy marcados acentos y entonaciones. En el doblaje evidentemente supongo que todo será absurdo. Fila 5, en el centro.

Ingredientes en porcentajes (para completar un 100% de película)
-60% de mitología Startrekiense
-10% de Lost
-10% de Michael Giacchino
-5% de 24
-5% de The Dark Knight
-5% de Alias
-5% de Homeland

Son ingredientes muy buenos; si los mezclas bien te queda un plato fino fino. Lo agitas todo y metes al actor de Sherlock. No he visto la miniserie, algo que debería, pero el tipo me parece un estupendo actor, enigmático, atracticvo, con una voz estupenda y que realmente parece haberse tomado el personaje en serio. Los demás están también estupendos, especialmente Zachary Quinto, al que realmente no hubiese hecho falta maquillar para que volviese a ser Spock. El  fallo es el Kirk de Chris Pine. Realmente el tipo no pega demasiado y no es un actor, a mi entender, que sobresalga por ningún lado. Sí, es rubiales, simpaticón, pequeñajo y ligón, pero el traje de capitán del Enterprise le queda un poco grande. En esta nueva aventura del Enterprise al menos ya no hay tanta sensación de presentación de personajes como había en la primera película.

Hay acción, hay espacio, hay peleas, hay efectos especiales, sonido, edición a un ritmo adecuado. No frenética pero tampoco lenta. Todo ello con la calidad que se espera del pack Abrams-Lindelof-Bad Robot-Giacchino. Hay chascarrillos que realmente hacen gracia, sobre todo cuando en la sala hay muchos fans de este tipo de cine -todos esos que han ido al estreno. Hay algo de profundidad (vínculos, moralidad, familia, deber, honor...). Pero lo que promete el título, "en la oscuridad" no es muy certero. Acuérdate de personajes como Nick Brody de Homeland, como el Joker de the Dark Knight, como Darth Vader. Como todos los de Watchmen. Eso se llama oscuridad. Nos hemos acostumbrado a que las series traten todos los temas en profundidad, y en una película de como mucho dos o tres horas esto es muy difícil de conseguir. El guionista tiene que andar de puntillas para que no parezca que todo se desarrolla demasiado deprisa y para que los malos no resulten ser un cliché.

Y no me voy a extender más con temas que probablemente habrán escrito miles de críticos por todas partes y en todos los idiomas, sólo haré otra estandarizada clasificación de "lo mejor" y "lo peor".

Lo mejor: 
-Spock. Ha crecido bien, ya es un Spock de verdad, completamente convincente gracias al buen hacer de Zachary Quinto y a la lógica que los guionistas han sabido adaptar e implementar, con las dosis de ironía con las que el mismísimo Leonard Nimoy contaría.
-El pack de actores principales digamos que más secundarios y sus personajes bien escritos y marcados, y las graciejas que los guionistas han ideado para que digan, adecuadas y que realmente te dibujan una sonrisa. Benedict Cumberbatch del cual nunca había escrito ni conocido su nombre. 
-Las localizaciones, la música, el Enterprise volando y saltando a warp.
-Que es una película de aventuras y no pretenciosa, lo cual es muy bueno para el verano.
-Evidentemente, la realización general.

Lo peor: 
-Nunca te acabas de creer a Chris Pine; nunca sabes si está de broma o no. El actor es flojillo y su Kirk no convence. 
-Cuando alguna vez mueren figurantes y salen volando al espacio nadie se acuerda de ellos y enseguida hacen un chiste sobre otra cosa, restando seriedad a algunas escenas. A veces está bien, porque más que una película trascendental es de aventuras.
-Que J.J. Abrams haya querido meter con calzador su escena "not Penny´s boat". Los que me entendáis ya me entendeis, y los muy fraks tambien sabréis que esta misma escena también aparece en Alias.
-Que hablen todo el tiempo de Klingons y éstos brillen por su ausencia o por su poca presencia.

Y en resumen: me encantó la película, me pareció muy entretenida y sació mi necesidad de frikismo startrekil veraniego. Y para aquellas personas a las que les importe un bledo toda esta mitología e incluso las películas de ciencia ficción o de aventuras, o de acción (gente sin corazón, todo hay que decirlo) tampoco les supondrá un problema; en general es una película entretenida, un blockbuster muy bien desarrollado. No hay escenas que provoquen la vergüenza ajena, como podría pasar en films con pretensiones y que intenten ganar premios (aunque no viene a cuento de nada  tengo que citar tres películas que odio profundamente: The Master, Cosmópolis e Into the Wild, y dos actores que me últimamente me enervan, Paul Giamatti y Philip Seymour Hoffman).

Así que hala, a correr todos a los cines a verla. 


miércoles, 26 de junio de 2013

Man of Steel: una no crítica

   Una no crítica porque no es para profundizar concienzudamente en la película, sino para hacer algunas consideraciones algo repelentes y bastante locales sobre salas de cine y aspectos que me han interesado de este largo tiempo esperado film de Supermán (sí, con tilde, ya que en la mayor parte de la península  y un par de archipiélagos nos da por traducirlo todo... como "udós" y "ubecuarenta", por ejemplo).

   Al tema.

   Siempre tengo mucho miedo cuando me dispongo a ver una película en la que sin duda el aspecto técnico parece que va a ser lo más relevante. Miedo porque en Barcelona la mejor sala, al menos que yo sepa, es el Cinesa Diagonal, pero por desgracia no hay versión original y sólo hay cine comercial (de ese cuya inversión o trabajo maestro en imagen y sonido recomienda su visionado en las más óptimas condiciones). En este cine los asientos y pantallas son enormes, las filas están hechas en escalera (no de manera inversa como pasa en Cines Verdi, por ejemplo, algo que no hace falta ser arquitecto para pensarlo). En el otro extremo (además literalmente, separado por kilómetros) se encuentra el Yelmo Icaria. Se proyectan todas las películas, tanto comerciales como supuestamente independientes, o por llamarlas de otro modo, esas en las que los productores no han podido recaudar el dinero suficiente para hacer lo que querían o porque los guiones no habían pasado el filtro de las majors o sus filiales indy. La desgracia en este caso es que aunque se nota que al Yelmo Icaria le gusta el cine, lo que no le gusta demasiado son los espectadores exigentes. Por eso cuando se estrena una película de estas características, sonora, visual, eso para lo que se inventó la sala de cine, siempre hay que ir el día del estreno. Si lo pospones, puede que la película que quieres ver la cambien a una sala en la que hay unas tuberías extrañas, la pantalla es diminuta y el sonido... basta con decir que parece en mono y que desde la sala se escucha otra película en la sala contigua. Y los asientos...si delante de ti se sienta alguien con un cardado, un pelo a lo afro o rizado, o una cabeza un pelín más grande de lo normal, estas acabado. Y si mides más de 1,50 no sabrás como colocar las piernas. Y son muchos euros para no aprovecharlo. En este caso compramos dos entradas el lunes anterior y recé a los dioses del olimpo, por ejemplo, para que la sala no fuese una chusta. Y cuál fue nuestra sorpresa al ver que por al parecer habían cambiado el sistema de sonido. A uno mejor. Y que todo parecía como en una buena sala (eso sí, los asientos seguían siendo pequeños e incómodos, con la suerte de no tener delante a André el Gigante, Roberto Dueñas o Rocio Jurado -con todos los respetos a los dos de estos tres que fallecieron-).

   Y respecto al título en cuestión.

   No habíamos visto nada sobre la película para que nos pillara por sorpresa y para no tener ningún prejuicio. De todas formas cualquier cosa que podamos imaginar sobre este personaje seguramente ya la habríamos visto en el inmenso material audiovisual o comiquero que existe. El día anterior hacían un megareportaje en días de cine, en La 2 de televisión española. Como siempre muy bueno, documentado y lleno de spoilers, así que tampoco lo miré más de treinta segundos.

   Pues bien, parece ser que Zack Snyder ha estado visionando últimamente películas de Terrence Malick, de Christopher Nolan y de J.J. Abrams (de Nolan seguro, que para eso es partícipe del film). También ha visto un par de veces Thor, Matrix y alguna otra cosa más. Lo ha metido todo en la batidora y se lo ha dado a unos expertos en edición, sonido y efectos especiales que han creado unas secuencias espléndidas de destrucción. Ha contado con actores majetes y de reconocido prestigio -algo viejunos y/o demacrados, todo hay que decirlo- como Kevin Costner, Russel Crowe o el renovado Laurence Fishburne, un Morfeo de 200 kilos. Y el que llaman por ahí "el prácticamente desconocido Henry Cavill". En fin, prácticamente desconocido como para mi Rafa Nadal si no sigo el tenis, por ejemplo, porque el bueno de Henry ha coprotagonizado unos 40 episodios de la serie Los Tudor en el papel del mejor amigo del Enrique VIII, interpretado por el injustamente poco valorado Jonathan Rhys-Meyers. Ya les gustaría a muchos actores ser tan prácticamente desconocidos.
Y al final a Snyder le ha salido una película que es como Thor, pero en buena.

   No haré spoiler, pero todo en la película sucede como demasiado despacio en la primera parte y demasiado deprisa en la segunda, hay una breve presentación de los personajes secundarios y luego ya se supone que son importantísimos, y al bueno de Clark no le da tiempo a asimilar demasiado lo que es y ya le toca liarse a mamporros con todo quisqui. Las consideraciones más importantes:
- Henry Cavill tiene más pechos que algunas actrices. Sigue con las modas hipster actuales con escenas en las que lleva barbas y camisas de cuadros y con algunos pelánganos que le salen del pecho o cuello por encima de la camisa. Igual no es muy estético, pero sí realista, lo cual le da un toque de humanidad y es algo digno de agradecer a los maquilladores; basta de superhéroes depilados; no me imagino a un verdadero man of steel en el baño con cera. En general el chaval es guapete, buen actor y cae bien. Es un digno Supermán.
- Una Lois poco presente y realmente poco importante, pero siguiendo la estela de la Lois de los 80; más bien feuna.
- Bastantes planos tipo The tree of life y unas cuantas escenas estilo Lost (ya sabéis, esos primeros planos con miradas de personas preocupadas, esas partes en las que cuando sucede algo importante el sonido desaparece y entra una música más o menos simplona y compungida).
- Un nivel de destrucción de edificios y de "ostias como panes" de una categoría difícilmente igualable. Y también es muy bonito cuando uno va volando por ahí y rompe varias veces la barrera del sonido al acelerar y frenar.
   Y bueno, ya para resumir. El guión podría haber sido un poco más oscuro, podría habernos hecho identificarnos más con los personajes o profundizar en ellos. Pero la sensación general que tuve fue "demonios, me gusta, creo que estos casi nueve eurazos que me he gastado han valido la pena, la peli aprovecha las capacidades para las que fue construida una sala de cine en condiciones y puede ser incluso que volviese a verla".






viernes, 14 de junio de 2013

En tiempos del Metal

Mediados y finales de los años noventa. 
Una época oscura y confusa para cualquier preadolescente, adolescente y postadolescente. En realidad para estos grupos de edad cualquier época es confusa, no especialmente los noventa. Eran tiempos de playstations 1 para los sumamente afortunados, nintendos 64 para los medianamente afortunados, megadrives para los algo afortunados y nada para los desafortunados. Tiempos de juegos de rol, de figuritas de plomo, de literatura fantástica. Tiempos de heavy metal. De power metal. Una época dorada para los freaks, por ponerles algún nombre (a partir de aquí, cuando veáis la palabra metal, que suene como si la sílaba tónica fuese la de "me", ¿vale?, también ignorando las normas de las tildes. Es decir, "Métal").
Yo no era especialmente asiduo a este tipo de cosas, aunque el neblinoso recuerdo me impide ver a qué era especialmente asiduo. Bueno no, sí que me acuerdo. Mi freakness era sobre todo relativa a cine y series, a sacarle el máximo partido al mejor invento del siglo XX, el VHS. Policias de Nueva York, Urgencias, Expediente X. Demolition Man y Tango y Cash siete veces seguidas hasta saberte los diálogos. Qué tiempos aquellos en los que veíamos series sin versión original, en 4:3. En los que había que esperar una semana para saber lo siguiente, esa bella tensión, el aguante de siete días, esas sensaciones que ahora parece que nadie quiere tener en detrimento de "pues si en USA hoy lo están viendo todas esas personas pagando toda esa televisión de calidad por cable y en HD, yo tengo el derecho a verlo mañana, gratis, con subtítulos y quejándome". Ese "i want it all and i want it fucking right now and free".

En fin, pero centrándonos en el metal. Por aquello de que los hermanos con poca diferencia de edad pretenden diferenciarse, intentan olvidar la infancia tan presente, intentan deshacer ese oscuro pasado ochentero en el que llevaron un corte de pelo casi idéntico y una ropa peligrosamente similar... pues eso, en esos años noventa mi hermano pequeño era una erudito, una institución en estas disciplinas de rol, figuritas, metal y novela fantástica, desde Tolkien a Pratchet pasando por Asimov y... no sé, ya he dicho que yo no era asiduo de estos temas. El caso es que yo no intentaba que me gustasen sus cosas y el intentaba que no le gustasen las mías. Desde el respeto, supongo.

Pero mira tu por donde, resulta que este último año he vuelto a sentir eso de "ir al trabajo en tren o en metro". Qué bonita sensación, por cierto. Una cosa que llevaba tiempo sin experimentar, sobre todo por dos razones: el no tener un trabajo o el tener un trabajo tan sumamente cerca de casa que no daría tiempo ni a ponerse los auriculares (qué tiempos dorados, también esos...). Algo hay que hacer mientras se llega al centro de trabajo. Leer no es una opción cuando hay demasiada gente y un inminente transbordo, y cuando el peso de la mochila o "bolso-de-esos-que-parecen-de-mujer-pero-que-en-realidad-son-de-hombre" no quieres que sea excesivo. Y dependiendo de a qué es a lo que te dediques no es suficiente con tomarte un café. No es suficiente con quedarte plantado en el metro o en el tren, a veces durante tres cuartos de hora o más y escuchar viejas canciones de Johnny Cash, Megadeth o Enrique Bunbury, o Pantera. Te hace falta algo que realmente te cargue las pilas antes de sentarte y ponerte a teleoperar, por ejemplo. Algo que te levante el ánimo. Te pones los auriculares, cuanto más cerrados posible, para escuchar al detalle la música. Y para no hacer caso de las adolescentes gritonas, de ese tipejo  con la gorra mal puesta y el pantalón por debajo del culo que pretende hacerte ver que el riguitón es lo mejor del mundo, de los acordeonistas, de los que hablan de tus series a gritos y te hacen spoiler, de ese señor que está medio loco que con el volumen de su áipad a todo trapo está viendo un capítulo todos los días -puede que incluso el mismo- de "the bing bang theory". Es entonces cuando se hace necesario un estimulante que haga desaparecer todos esos insoportables inputs: el speed... ¡el Speed Power Metal!

Qué mejor para despertar, por ejemplo, que esto: 


(Sí, vaya pintacas, diréis. Vaya pelánganos. El caso es que en esa época del metal que os contaba, más bien un poco después, mi hermano tenía el pelo corto y yo iba por ahí con melena, abrigos, barbas y botas, y mecheros zippo. Y luego además cuando gané algo de pasta en un par de trabajillos veraniegos me compré una guitarra clásica y una eléctrica. Y resulta que el metal era él.) 
O para ir "cabalgando" en el metro con:




Sonidos fuertes y positivos, tipos que se emocionan tocando, cuyas guitarras son extensiones de su cuerpo -dejemos de lado cualquier interpretación fálica-, todo eso, en fin, y que transmiten buen rollo, potencia, positivismo, energia desbordada pero bajo control. Y levantan a un muerto, vamos. A veces intentamos olvidar las chorradas que pueden llegar a hacer en el escenario, permitiéndoselo por las maravillas que hacen con la guitarra, con la batería o con sus agudos inalcanzables:




Imagínate cómo sería tu vida si pudieras ir por ahí con esos pelacos, y con cien mil tipos y dos o tres tipas delante coreando tus canciones, o haciendo esos riffs tan brutales, siendo un dios del metal, en definitiva. Como siempre, los mejores guitarristas son los de metal y los de flamenco. No es que me lleve comisión de cada disco que vende Dragonforce. De hecho no he comprado ninguno pero si hiciesen un concierto en España sin duda iría a verles. O en Francia. Lo darán, pero demasiado lejos. Y es que resulta que últimamente tengo canciones suyas en la cabeza todo el rato. Y para dormir, Stratovarius, unos ídolos, claro está, que dominan varios formatos, incluido ese que podríamos llamar "gaylord slow metal", con cancionacas como "Forever" o "When the mountains fall". A continuación pego el único vídeo que he encontrado con la suficiente calidad, es una versión "how to play" con explicación en portugués y no es un patético "fan made" con fotos de flores en powerpoint y subtítulos con faltas de ortografía.





Y eso que yo en los noventa pensaba que eran unos cutres metal italianos con acento raro, que sólo tenían un par de canciones, (por ejemplo "Black Diamond") y resulta que son unos cracks finlandeses que llevan tocando desde 1984 y que también aparte de power metal hacen cosas tipo "música renacentista", que quedaría perfecta en un capítulo, por ejemplo, de Game Of Thrones (ahora que medio mundo y no sólo los freaks está flipando con este pedazo de serie).
Mi hermano ya se ha olvidado de todo ésto del metal, pero tendré que contactar con él para que me recomiende temazos de tiempos pasados.

En fin, que menos chorradas, menos postureo hipster, menos canciones con los cuatro acordes de toda la vida tan fáciles de interpretar incluso por alguien que no es músico. Menos cantantes pop cuyas voces son completamente alcanzables. Y más virtuosismo. Y más metal.