viernes, 14 de junio de 2013

En tiempos del Metal

Mediados y finales de los años noventa. 
Una época oscura y confusa para cualquier preadolescente, adolescente y postadolescente. En realidad para estos grupos de edad cualquier época es confusa, no especialmente los noventa. Eran tiempos de playstations 1 para los sumamente afortunados, nintendos 64 para los medianamente afortunados, megadrives para los algo afortunados y nada para los desafortunados. Tiempos de juegos de rol, de figuritas de plomo, de literatura fantástica. Tiempos de heavy metal. De power metal. Una época dorada para los freaks, por ponerles algún nombre (a partir de aquí, cuando veáis la palabra metal, que suene como si la sílaba tónica fuese la de "me", ¿vale?, también ignorando las normas de las tildes. Es decir, "Métal").
Yo no era especialmente asiduo a este tipo de cosas, aunque el neblinoso recuerdo me impide ver a qué era especialmente asiduo. Bueno no, sí que me acuerdo. Mi freakness era sobre todo relativa a cine y series, a sacarle el máximo partido al mejor invento del siglo XX, el VHS. Policias de Nueva York, Urgencias, Expediente X. Demolition Man y Tango y Cash siete veces seguidas hasta saberte los diálogos. Qué tiempos aquellos en los que veíamos series sin versión original, en 4:3. En los que había que esperar una semana para saber lo siguiente, esa bella tensión, el aguante de siete días, esas sensaciones que ahora parece que nadie quiere tener en detrimento de "pues si en USA hoy lo están viendo todas esas personas pagando toda esa televisión de calidad por cable y en HD, yo tengo el derecho a verlo mañana, gratis, con subtítulos y quejándome". Ese "i want it all and i want it fucking right now and free".

En fin, pero centrándonos en el metal. Por aquello de que los hermanos con poca diferencia de edad pretenden diferenciarse, intentan olvidar la infancia tan presente, intentan deshacer ese oscuro pasado ochentero en el que llevaron un corte de pelo casi idéntico y una ropa peligrosamente similar... pues eso, en esos años noventa mi hermano pequeño era una erudito, una institución en estas disciplinas de rol, figuritas, metal y novela fantástica, desde Tolkien a Pratchet pasando por Asimov y... no sé, ya he dicho que yo no era asiduo de estos temas. El caso es que yo no intentaba que me gustasen sus cosas y el intentaba que no le gustasen las mías. Desde el respeto, supongo.

Pero mira tu por donde, resulta que este último año he vuelto a sentir eso de "ir al trabajo en tren o en metro". Qué bonita sensación, por cierto. Una cosa que llevaba tiempo sin experimentar, sobre todo por dos razones: el no tener un trabajo o el tener un trabajo tan sumamente cerca de casa que no daría tiempo ni a ponerse los auriculares (qué tiempos dorados, también esos...). Algo hay que hacer mientras se llega al centro de trabajo. Leer no es una opción cuando hay demasiada gente y un inminente transbordo, y cuando el peso de la mochila o "bolso-de-esos-que-parecen-de-mujer-pero-que-en-realidad-son-de-hombre" no quieres que sea excesivo. Y dependiendo de a qué es a lo que te dediques no es suficiente con tomarte un café. No es suficiente con quedarte plantado en el metro o en el tren, a veces durante tres cuartos de hora o más y escuchar viejas canciones de Johnny Cash, Megadeth o Enrique Bunbury, o Pantera. Te hace falta algo que realmente te cargue las pilas antes de sentarte y ponerte a teleoperar, por ejemplo. Algo que te levante el ánimo. Te pones los auriculares, cuanto más cerrados posible, para escuchar al detalle la música. Y para no hacer caso de las adolescentes gritonas, de ese tipejo  con la gorra mal puesta y el pantalón por debajo del culo que pretende hacerte ver que el riguitón es lo mejor del mundo, de los acordeonistas, de los que hablan de tus series a gritos y te hacen spoiler, de ese señor que está medio loco que con el volumen de su áipad a todo trapo está viendo un capítulo todos los días -puede que incluso el mismo- de "the bing bang theory". Es entonces cuando se hace necesario un estimulante que haga desaparecer todos esos insoportables inputs: el speed... ¡el Speed Power Metal!

Qué mejor para despertar, por ejemplo, que esto: 


(Sí, vaya pintacas, diréis. Vaya pelánganos. El caso es que en esa época del metal que os contaba, más bien un poco después, mi hermano tenía el pelo corto y yo iba por ahí con melena, abrigos, barbas y botas, y mecheros zippo. Y luego además cuando gané algo de pasta en un par de trabajillos veraniegos me compré una guitarra clásica y una eléctrica. Y resulta que el metal era él.) 
O para ir "cabalgando" en el metro con:




Sonidos fuertes y positivos, tipos que se emocionan tocando, cuyas guitarras son extensiones de su cuerpo -dejemos de lado cualquier interpretación fálica-, todo eso, en fin, y que transmiten buen rollo, potencia, positivismo, energia desbordada pero bajo control. Y levantan a un muerto, vamos. A veces intentamos olvidar las chorradas que pueden llegar a hacer en el escenario, permitiéndoselo por las maravillas que hacen con la guitarra, con la batería o con sus agudos inalcanzables:




Imagínate cómo sería tu vida si pudieras ir por ahí con esos pelacos, y con cien mil tipos y dos o tres tipas delante coreando tus canciones, o haciendo esos riffs tan brutales, siendo un dios del metal, en definitiva. Como siempre, los mejores guitarristas son los de metal y los de flamenco. No es que me lleve comisión de cada disco que vende Dragonforce. De hecho no he comprado ninguno pero si hiciesen un concierto en España sin duda iría a verles. O en Francia. Lo darán, pero demasiado lejos. Y es que resulta que últimamente tengo canciones suyas en la cabeza todo el rato. Y para dormir, Stratovarius, unos ídolos, claro está, que dominan varios formatos, incluido ese que podríamos llamar "gaylord slow metal", con cancionacas como "Forever" o "When the mountains fall". A continuación pego el único vídeo que he encontrado con la suficiente calidad, es una versión "how to play" con explicación en portugués y no es un patético "fan made" con fotos de flores en powerpoint y subtítulos con faltas de ortografía.





Y eso que yo en los noventa pensaba que eran unos cutres metal italianos con acento raro, que sólo tenían un par de canciones, (por ejemplo "Black Diamond") y resulta que son unos cracks finlandeses que llevan tocando desde 1984 y que también aparte de power metal hacen cosas tipo "música renacentista", que quedaría perfecta en un capítulo, por ejemplo, de Game Of Thrones (ahora que medio mundo y no sólo los freaks está flipando con este pedazo de serie).
Mi hermano ya se ha olvidado de todo ésto del metal, pero tendré que contactar con él para que me recomiende temazos de tiempos pasados.

En fin, que menos chorradas, menos postureo hipster, menos canciones con los cuatro acordes de toda la vida tan fáciles de interpretar incluso por alguien que no es músico. Menos cantantes pop cuyas voces son completamente alcanzables. Y más virtuosismo. Y más metal.











No hay comentarios:

Publicar un comentario