miércoles, 28 de agosto de 2013

Una mañana festiva cualquiera de un verano laborable cualquiera

Una de esas cosas buenas de trabajar en verano.

Que cuando tienes un día libre entre semana y te levantas relativamente tarde o relativamente pronto (según de quien sea el punto de vista), miras por la ventana y lo que esperabas un martes tormentoso se haya tornado en un día perfectamente asumible para un rato de playa impulsivo y solitario. Entonces te tomas un café, te pones un bañador, dejas la cartera y el móvil, llevándote sólo dos o tres euros, el carnet de Bicing y una microtoalla comprimida en un bolsito cutrongo y diminuto. Metes una lata de cerveza y un poco de tabaco, también, en el microbolsito chusquero. Te pones el bañador, te equipas con las gafas de sol y sales corriendo, no sea que se te escape el sol. Uno de esos días extrañamente festivos, para otros laborables, para otros completamente vacacionales, en los que intentas hacer un montón de cosas.

Una de las cosas malas de trabajar en verano.

Que ese día libre es de agosto, y en Barcelona hay una masa de gente adormecida caminando dando tumbos sin aparente  rumbo concreto por las calles, cruzando las carreteras como palomas de erráticos pasos. Que la horda turística que baja hacia la playa como tu, lo hace con cientos de motitos eléctricas, monopatines, patines, monociclos, biciclos, triciclos, cuatriciclos, cruzándose por todas partes. Que de vez en cuando surgen árboles, bolardos, pivotes, baldosas movidas de la nada. Que una de esas motitos se cruza al mismo tiempo que un árbol imparable se acerca amenazante hasta tu indefensa y responsable bicicleta y altera tu cuidadosa conducción bicicletil. Y sin darte cuenta, estás en el suelo, las gafas han salido volando y más que el dolor, te pesa la decepción de haberte caído y la impunidad con la que escapa la motito eléctrica responsable. Te quedas unos segundos tirado y sorprendido. Y el árbol te señala con el dedo y te llama pringado. Bueno, y el dolor también te pesa un poco. Ciertamente, oh insensato, creías que tu año de antigüedad de carnet de conducir bicicletas te hacía prácticamente indestructible, y empiezas a pensar que esas personas que van con un aparatoso casco en realidad no son tan pringadas. Un señor que no emite palabra salta de un banco y te ayuda a levantarte con amplia sonrisa precedida de una sincera mueca de preocupación. Recoge las gafas y te las trae, le dices " thanks, i´m ok, don´t worry, really, really thank you" (a lo mejor el señor era de Burgos, piensas después, y por eso no emitía sonido alguno). Señala con la mirada la rozadura  que te has hecho, le das la mano como si fueseis de toda la vida y a duras penas llegas hasta el parking mas cercano de bicis.
Ya estás en la playa. No tiene sentido subirse al metro nada más llegar. Estás algo cansado de los veinte minutos de pedaleo y las posibles contusiones que puedas tener. Esperarás un rato y si te duele o se te inflama alguna parte del cuerpo en la siguiente hora irás a urgencias. Piensas que lo mejor en ese momento es hacer lo que habías venido a hacer y estar tranquilo.
Así que te quitas la camiseta, te haces un cigarro y te tomas la lata de cerveza. Luego te metes en el agua como si nada y la sal te limpia las pequeñas heridas.
Y te tumbas un rato, de la manera menos incómoda posible que encuentras.
Y piensas que por mucho que digan lo contrario, el agua de la playa de la Barceloneta es cristalina, y que en las zonas en las que no haces pie se ve el fondo. 



martes, 13 de agosto de 2013

In the last episode of BCN The Walking Tourist...

Agosto. Martes y 13, ni te cases ni te embarques.

Es increíblemente baja la capacidad psicomotriz de una masa de carne humana que asola Barcelona en los últimos tiempos. Es una marea con una forma indeterminada, en la cual predominan sobre todo los tonos amarillos y rojizos. Cruza por los pasos de peatones sin importar el color del semáforo. Camina por el carril bici sin ningún temor a ser golpeada y completamente inmune a los impulsos auditivos que los timbres deberían ejercer sobre sus tímpanos. Chafa la hierba de cualquier parque dejando tras de sí una estela de suciedad, tetrabricks y envases de comida rápida. Grita sin motivo en un idioma parecido de lejos al inglés. En las escaleras del metro la masa se agolpa y se concentra inmóvil, sin permitir posibilidad alguna de espacio libre para avanzar a aquellos individuos que intentan llegar a la hora a sus citas personales o profesionales. Afiladas sombrillas sobresalen de la masa como espadas forjadas en acero oxidable y plástico tóxico, y cientos de miles de camisetas y gafas demasiado horteras para ser reales se vislumbran entre los huecos que la masa deja. Unas cuantas camisetas del Barça destacan especialmente entre las partes de la masa más barrigudas. Sobre bicicletas naranjas y de otros colores y motitos y demás artilugios eléctricos, avanza impávida la masa por aceras y carreteras, totalmente ajena a los peligros colindantes y a las advertencias de los viandantes. En el cuerpo de esta masa hay tatuajes con tipografías tan espantosas que los humanos con más de dos dedos de frente serían incapaces de utilizar en el word. Tatuajes indescriptiblemente horteras, eternos, que en ocasiones muestran versículos enteros de la biblia.
Los mangantes de la rambla se frotan las manos. De las alcantarillas surgen latas de cerveza y esas tonterías que hacen ruidos estridentes y lucecitas azules. Los taxistas se frotan las manos. Las prostitutas y los traficantes andan desconcertados ante tal marabunta. Los propietarios de restaurantes piensan que en agosto harán su agosto de manera ultraliteral. Y los camareros que han contratado para horarios interminables se agobian. Los servicios del MacDonalds no dan más de sí. En los bares cutrongos aparece de primero un plato que se llama "tapas" y de segundo un plato que se llama "paellas", regado por un vino denominado "sangría" y un postre que se llama "sex on the beach".

Y si no te gusta esto o no eres capaz de soportarlo, no haber elegido vivir en Barcelona. O emigra en los veranos. O, por ejemplo, desahógate ironizando en un blog y sigue con lo tuyo, sin agobiarte y sonriendo a la masa.



miércoles, 7 de agosto de 2013

Reunión en la cumbre

Sigue siendo verano.

Y una amenaza se cierne sobre los honrados ciudadanos del barrio del Raval de Barcelona. Una amenaza sigilosa, invisible. En las temporadas de más calor aparece, como el Predator. "Siente el calor de nuestro cuerpo, el calor de nuestro miedo", como dicen en este trailer, de calidad inversamente proporcional a la película que promociona. Con un entrenamiento de miles de años, en los más diversos lugares. Desde los bosques más agrestes hasta los rascacielos más escarpados; desde los sótanos más pútridos hasta las más altas y recónditas buhardillas. En los campos de batalla más duros, en las latitudes más diversas. Con un camuflaje y una velocidad envidiable, practicando la guerra psicológica, la guerra incluso bacteriológica y la guerra de guerrillas. Seres altamente tóxicos. Se infiltran de manera inimaginable y cuando te quieres dar cuenta... ya es demasiado tarde. Al parecer quienes me atacan son sus retoños, criaturas en apariencia inofensivas, que se cuentan de momento con los dedos de una mano... pero el temor es que se desarrollen y acaben con todo lo que la civilización ha construido.

En efecto, estoy hablando de las cucarachas; el animal más peligroso e inmortal que el ser humano, en su infinita desdicha, ha tenido el disgusto de conocer. 

Las alarmas se encendieron. Entramos en estado de máxima alerta. Solicité audiencia con las altas cúpulas. El vicepresidente me dio cita para una reunión en la cumbre. El vicepresidente de la comunidad en persona, ni mas ni menos. A mi, un habitante cualquiera y relativamente recién llegado al edificio, un arrendatario humilde y llano. Como en la serie Homeland, el presidente es una entelequia. Como en Homeland, estoy sometido a los tejemanejes de las altas esferas. En resumen: que al parecer ya había hablado con nosequién de nosequé, había pedido un presupuesto a fulano para un procedimiento que mengano le había dicho que era altamente efectivo, y en consecuencia, costoso. Que de momento no han llegado a un qué. Que es demasiado tarde. Que en todo caso en septiembre, cuando haya junta de vecinos y estén todos al mismo tiempo, cosa complicada en verano. Cuando estén todos centrados, tranquilos. O aterrorizados por la plaga que puede que sus mentes vislumbren. Y que habría que hacerlo en la macrocomunidad. 

En fin, que haga sonar el cuerno de Góndor o algo así porque la ayuda va a tardar en llegar.
Pero mientras tanto no me rendiré. Al grito de "os mataré a todas, cabronas", y equipado con un desodorante y un ambientador, los aerosoles menos tóxicos para el ser humano y los organismos acuáticos que he podido encontrar, la batalla que vendrá a continuación será épica. Un arma de dimensiones bíblicas, llamada "total attack", con todo ese poder de aniquilación concentrado en una minúscula jeringuilla de una marca cuyo nombre es digno de cualquier dios antiguo o cualquier civilización extraterrestre, me promete que exterminará los huevos antes incluso de que eclosionen.

¡Oh que gran destino el de los héroes con sus gestas! 
Odiseo, Eneas, Beowulf, Amadis de Gaula, Tirant lo Blanc, Cid, Luke Skywalker... hacedme un hueco.