jueves, 16 de mayo de 2013

Unos tipos matándose y tu sonriendo y haciéndoles fotos, pedazo de imbécil

Vas por la calle. Vuelves andando tranquilamente a casa desde tu nuevo trabajo, así que estás más o menos contento. Como el resto de los días has vuelto en bicicleta esa tarde quieres ir caminando para ver aproximadamente cuánto se tarda en llegar a casa y cuál es el mejor camino. Y así de paso exploras la zona. Es de día, hay sol. Es primavera. Eres alérgico al polen del árbol plátano, que de Barcelona las calles están llenas. Alérgico al del olivo, al de las gramíneas. Pero bueno, te suenas de vez en cuando y ya está. Es un buen día.
Unos tipos juegan al baloncesto en una cancha cerrada. No diré el origen étnico de los tipos para que los prejuiciosos y la gente que generaliza no piensa nada en contra. Si acaso, que se quejen de la especie humana ("¡humano tenía que ser!"). 
En fin. Al tema. 
Pues resulta que ha pasado algo durante el juego por lo que dos de los jugadores, que se supone que son amigos entre sí, o al menos conocidos, empiezan a discutir. En menos de cinco segundos se están dando puñetazos en la cara y en donde se pillan. Uno tiene unos 35 años, otro unos 25. Y los dos son tipos violentos y duros. Tipos curtidos en mil batallas, parece, y más que agresivos. Y están muy nervisosos. No te quieres meter en líos, pero vas y te acercas sorprendido de ver a sus colegas que no hacen nada por separarles. Les increpas instándoles a ello. Un grupúsculo de turistas angloparlantes con caras enrojecidas y canas allá donde conservan pelo pasan por allí y se ríen, te enseñana su dentadura perfectamente alineada y antinaturalmente blanqueada, y empiezan a hacer fotos de la situación, como si estuviesen en el zoo. Les dices "they are fighting hard, it´s not a joke" o algo así. Aquí sí que es importante decir el aspecto; no puede ser que un adulto, es decir, alguien con canas, se ria cuando ve una pelea y se ponga a hacer fotos. Piensas que este anormal necesita una dosis de realidad en primera persona,  y no creerse un cosmopolita y un viajero por hacer fotos de todas las miserias humanas que se encuentra en sus viajes. Te sientes mal pensando que quieres que le ocurra algo horrible. El caso es que nadie separa a los dos tipos, y en tu mente siempre te montas películas y secuencias extrañas; llevas años viendo o leyendo escenas de ficción de macarras peleándose, y alguna que otra en la vida real, y tu cerebro siempre va a lo siguiente. Y lo siguiente siempre ocurre, desgraciadamente. Así que el más joven de los combatientes sale del recinto y pasa por tu lado. Tiene algunas magulladuras, la camiseta rota y sangre en la boca. Está muy alterado. Va directo a una papelera. El mayor de los dos mientras tanto ha quitado la cadena de su bici, que no es de plástico o de goma, ni tiene un recubrimiento ni nada. Es metálica, con eslabones fuertes, grandes y duros, incluso algo oxidados. Y la blande como si fuese una espada o un nunchaku o algún arma del estilo. Como digo que ya has visto muchas películas temes que el que va a la papelera busque algo metálico para usar como navaja. Y va y lo hace. Aplasta una lata de coca-cola y le da forma hasta convertirla en algo con lo que poder rajar carne humana de manera fácil y eficiente. Pasa por tu lado otra vez, y aunque te da un poco de miedo, le dices, "no tío, deja eso". No te escucha y tampoco te hace caso. Puede que ni tan sólo repare en tu presencia (piensas "afortunadamente") y vuelve a la cancha. 
Entonces tienes cuatro opciones:
a) Como un ser inhumano, indiferente, insensible y por supuesto cobarde, hacer como que no te enteras de nada y dejar que se den un paliza entre ellos con seguramente malas o peores consecuencias. Seguir el día tan tranquilo y contárselo a un colega como una anécdota sin más transcendencia. 
b) Como un racista de mierda -perdón por la expresión, pero es el calificativo más aproximado a la realidad- decir aquello de "mejor, que se maten entre ellos". Rascarte con satisfacción la barriga o tus partes bajas y encender un puro de la victoria. Contárselo a tus amigos mientras te tomas una carajillo de magno.
c) Como un imbécil, reírte y hacerles fotos. Explicarle a tu mujer, que está comprando ropa por el centro, lo pintorescos que son los barrios de la ciudad a la que habéis viajado. Enseñarle las fotos mientras, sentado en una terraza de la Rambla, te tomas una jarra de un litro de cerveza y otra de sangría y comes "tapas típicas" a las 11.30 de la mañana. Tu mujer, por cierto, se está comiendo un filete de un kilo y una coca cola zero para no engordar.
d) Como una persona normal buscar algún policía o representante de la ley, encontrarlo enseguida, indicarle dónde está ocurriendo el asunto y explicarle la situación para así evitar un innecesario baño de sangre. Irte a casa un poco asustado y triste pero contento contigo mismo.
No hace falta pensar mucho para saber cuál es la opción correcta, ¿verdad?



martes, 7 de mayo de 2013

Algo de mucho, nada de todo

01. Exterior/Tarde. Barcelona.
El tipo camina por la calle a la búsqueda de una librería competente en cuanto a dependientes y variada en cuanto a material en el centro de Barcelona. En la cabeza tiene dos autores relacionados con la ciudad y sus entrañas: Francisco Casavella y Manuel Vázquez-Montalbán.

02. Interior/Tarde. Fnac.
Plano medio de el tipo, que busca en las estanterías de ejemplares ordenados con el absurdo sistema de categorización que tienen este tipo de establecimientos y no encuentra nada de su agrado. Un único tomo con aspecto de usado de "el dia del Watusi". De mal usado, maltratado. Un libro que nadie ha amado. Con mueca de desconcierto y decepción, y pena, en primer plano, el tipo sale de plano.

03. Interior/Tarde. Fnac.
Plano general. El local está abarrotado. Plano medio de el tipo, que hace cola esperando su turno en un punto de información de la macromicrolibrería. Sabe que allí hay de todo, pero no sabe la cantidad de cada cosa, ni la calidad de la misma. Pregunta a la dependienta, que teclea tras una obsoleta pantalla de ordenador.

EL TIPO: Hola, venía buscando un libro que no encuentro tal como están ordenados. No se si tiene algún órden lógico.
DEPENDIENTA: Dime.
EL TIPO: Francisco Casavella. El Día del Watusi.
DEPENDIENTA: ¿Con be o con uve?
EL TIPO: Con uve.
DEPENDIENTA: No me sale nada. ¿Es Catalán?
EL TIPO: Es de Barcelona de toda la vida y escribe en castellano de toda la vida.
DEPENDIENTA: Entonces está en la sección de libros en catalán.
EL TIPO: Nunca ha escrito nada en catalán.
DEPENDIENTA: Sí, pero como es catalán entonces está en la sección català, donde están los que escriben en catalán, da igual escriba en castellano. Si no está ahí, en català,  es que no hay nada. Ahí, en català, en català.

Me ahorro el resto de secuencias porque podría ser un cortometraje sumamente aburrido. Resumiendo; el tipo fue después a la librería Catalonia, donde recordaba que la última vez que quiso comprar un libro de uno de esos autores allí tuvo la suerte de encontrarlo. Observó con pena que la librería, abierta en 1924, había cerrado, estaba destruida  no existía y el local estaba en obras. Hasta le hizo una foto al triste asunto.

El tipo siguió subiendo hasta Casa del Llibre, y no había ningún ejemplar de los autores citados. Y si lo había estaría en una sección oculta. Todo lleno de pensamientos oportunistas de economistas, paseos por Barcelona de actores, títulos soces de presentadores de telebasura y biógrafos de futbolistas que se creían escritores. También cientos de ejemplares del mismo libro con letra gigante y un formato de edición fingidamente grande. Pero nada de esos dos reconocidos, premiados, estupendos y fallecidos escritores afincados en vida en Barcelona.El tipo siguió subiendo más aún, hasta esa librería relativamente pequeña que hay cerca del Hotel Casa Fuster, ese edificio tan chulo en el que sin duda el tipo se hospedaría un par de noches si dispusiese de chófer para el Mercedes y un par de Aston Martin sin chófer para los momentos de ocio. Ahora mismo no recuerdo como se llama la librería, pero me encomendaré a San Google y al beato Maps: Llibreria Roquer Jardinets, se llama. Recomendable librería del mundo real, de verdad, cuyos propietarios y dependientes saben algo de literatura (más que uno, aunque tampoco es decir mucho) no un simulacro con ebooks e ipads. El orden de las estanterías, eso sí, sólo está en sus cabezas. Conocían evidentemente a ambos autores, e incluso tenían alguno de sus libros. Conclusión: inexplicablemente, cuanto más pequeña es la librería y menos stock disponible, más variedad contiene. Y si alguna vez quieres comprar un libro aleatorio y quieres encontrar algo de mucho y nada de todo, ve al impronunciable Fnac, y tus impulsos primarios de compra sin criterio serán aplacados.