jueves, 6 de junio de 2013

El día de los trastos (no me vengas con milongas)

Radio reloj despertador Philips aparentemente intacto y destruido internamente
Hace tres días era el día de los trastos en el barrio, en el Raval. Ahí en el recibidor esperaban una desvencijada caja de gato, un calentador de agua abollado y en desuso y una par de chufas más que habría que haber dejado al lado de la portería hace unas semanas. Y me he acordado del último día que dejamos cosas en la calle. Eran una destruida y antigua alfombra y un radio-reloj-despertador Phillps de los años noventa que marcaba las horas que le daba la gana y que llevaba un par de años almacenado, además de una cajonera puede que no del ikea o puede que sí, visiblemente rota. En principio al lado de la puerta del edificio está bien dejarlo tirado con apariencia de recogido, pero justo antes de que la obsoleta alfombra y el vintage radiorrelojdespertadorphillips aterrizaran en suelo callejero, un simpático señor negro en la cincuentena, de amplia sonrisa, con acento mitad cubano mitad paquistaní me avisó de que si lo dejábamos ahí le echásemos un ojo porque seguro que nos lo robaba alguien. Le dije que no pasa nada, que son chufas rotas que no sirven para mucho y que son para abandonar en la calle hasta que aparezca el conveniente camión de recogida. Entonces dijo que se lo quedaba, así que le di las cosas que como ya he dicho ni tan solo llegaron a tocar el suelo. Y también antes de que sus dedos tocaran los inminentemente reciclables productos, otro señor sin amplia sonrisa e inexpresivo, sin decir nada, intuyo que de oriente medio por su atuendo, se acercó y empezó a forcejear extrañamente con el hombre con el que yo estaba hablando. Y seguía sin articular sonido alguno, solo tiraba de esos preciados productos catalanes y ponía cara de culo al sonriente caballero del inicio de la escena. Le expliqué que el señor afrocubanopaquistaní había llegado antes, que tranqui, que de buen rollo, y le mostré las características incomparables de la nueva alfombra que se podría llevar sin coste alguno. Las características eran "es bastante cutre, está sucia y vieja y creo que rota, te aviso...". Parece ser que se quedó contento porque aunque siguió sin emitir palabra cargó la alfombra sobre el hombro y se fue con viento fresco.
Y ahora viene la moraleja. No te quejes de que en el trabajo no te dejan ver el facebook o rabies porque ya no te dan tickets restaurant, o porque esos zapatitos o zapatillas de pseudodeporte tan preciosas que te compraste desde el ordenador de la empresa no te sirven y los tienes que devolver. No me digas que tu vida es una mierda, no me vengas con lloros porque el café gratuito de la máquina no es tan bueno como debiera o porque la señora de la limpieza no te saluda, o porque el metro no te gusta. O porque sales cinco minutos después de la hora. Quéjate si quieres un poco antes de que estés forcejeando con otro tipo por llevarte las basuras que alguien deja en la calle. Y no me vengas con milongas.





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