jueves, 26 de julio de 2012

Rebajas


Es imprescindible que para esta entrada tenga que hacer un poco de publicidad.
Dicho esto, las rebajas. Según los medios de comunicación, específicamente las televisiones, y más concretamente los vídeos de relleno de los informativos, las rebajas son una época en la que un montón de señoras de mediana edad entran corriendo en el corte inglés en cuanto abre sus puertas después de una hora de hacer cola y rebuscan entre prendas apiñadas en cestas o colgadas de cualquier manera cualquier cosa con tal de que sea barata. En la vida real es otra cosa. Se trata de la única época en la cual la gente normal puede permitirse renovar su armario. No sólo las señoras que salen en los telediario y que dicen que sólo queda la talla 38. Pues bueno, redacción de los telediarios, resulta que los hombres de 33 años también tienen que ir a las rebajas. Y también se quejan de las tallas. Porque no tiene ningún sentido que sólo queden un montón de S, XS, M y dos cosas de la L y como mucho hasta la 44 de pie, cuando la mayoría de varones adultos españoles no tienen estas tallas. Lo que es chulo se ha agotado en cinco minutos, lo que queda es demasiado hortera y lo que le sirve a uno es un horror. En mi caso, que mido en torno a 187 centímetros, peso en torno a los 90 kilos y calzo en torno a un 46 de pie siempre me tengo que quedar con lo que haya. Y todo eso sin ser especialmente alto ni especialmente monstruoso. Me gustaría saber dónde carajos puede comprar, sin arruinarse, la ropa un tipo de 215 centímetros de longitud, 125 kilos de peso y 52 unidades de medida sin nombre concreto de pie. Ya basta de tallas irreales, maldita sea.
Así que sigo haciendo publicidad. Normalmente, cuando mis camisetas huelen a rancio y los agujeros de los pantalones, de no ser por los calzoncillos, dejarían al aire mis vergüenzas, cada año o cada dos, renuevo mi vestuario yendo al mismo sitio de siempre y comprando lo mismo de siempre que sé que me sirve y que es lo que hay.  Voy al c&a, que considero un sitio que no es la bomba pero es más o menos bueno, bonito y barato, y que hay de todo, me compro las cinco camisetas de la misma talla de colores planos más baratas que encuentro,  uno o dos packs de calzoncillos, unos cuantos calcetines y a lo sumo un pantalón y una camisa de botones un poco del estilo "por si tengo que hacer una entrevista". La de "por si tengo que ir a una boda" la tengo por ahí desde hace años. Me lo llevo casi todo sin probármelo, porque es lo mismo de siempre. Y bueno, salgo de esta tienda más o menos satisfecho, habiéndome gastado tan poco dinero a cambio de tanta tela.
Pero oh sorpresa. Oh, dioses de la moda de consumo y de la globalización económica. Ahora sí que tengo que hacer publicidad. Ayer fui al centro comercial gran via 2, en la Gran Vía de L´Hospitalet del Llobregat, Barcelona. Mi plan maestro era ir al Decathlón y sustituir la camiseta azul podrida de dos euros de hace un par de años por la misma camiseta azul sin pudrir de dos euros. Si acaso ir a otra tienda y hacerme con algún pantalón corto que incluyese en su precio el cinturón para no tener que pagar por uno. Y me encanta el Decathlón, todo sea dicho (lo escribo con acento porque es como lo pronuncio). Es el único sitio con calzado asequible de muchas tallas, cómodo, relativamente bello y de gran calidad. Tenía que hacer tiempo, así que antes de ir al citado almacén de ropa deportiva me introduje en un local que no conocía y que se llama New Yorker. Y por poco se me saltan las lágrimas. Rebajas por todas partes, no sólo restos cutrongos. No había casi pantalones, pero sí camisas y camisetas de botones, sin botones, con bolsillos, sin bolsillos, con cuello normal, con cuello de pico, de todos los colores y estilos, lisas, estampadas, con dibujos, sin dibujos, muy gay, muy hetero, normal de gay, normal de hetero, con tallas desde las que usarían los más enfermizamente escuálidos hasta los más monstruosamente gigantes, desde la XS hasta la XXXL, incluidas sus variantes "slim fit". Incluso había ropa horriblemente hortera, para quien la quisiera. Con precios entre los cinco y los diez euros. Y me las probaba. Y me quedaban bien. Y si no me quedaban bien había la otra talla, y el otro color. Qué emoción, de verdad.
Ahora sólo espero que nadie me diga aquello de "oye, pues en esa cadena, cosiendo la ropa, tienen trabajando a niños de siete años de tal país encerrados en una sala trabajando quince horas al día por un dólar" para poder poner esta tienda, New Yorker, en mi vitrina, en mi "hall of fame", en mi paseo de la fama de Hollywood de lo más o menos bueno, lo más o menos bonito y lo más o menos barato. Ya os tengo en mi corazón, en la parte "de vez en cuando los humanos necesitan ropa". Como a vuestro primo, el líder del capitalismo comunista (no consumista), el Ikea.



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