viernes, 19 de abril de 2013

Señor Wayne, con Ferrero Rocher nos ha realmente conquistado

Bruce Wayne había organizado por Halloween una de esas pomposas y multitudinarias fiestas para recaudar fondos destinados a causas benéficas. Había invitado a todo el mundo. A gente notable de diversos ámbitos. Era una fiesta de disfraces y como requisito principal y obligatorio hizo constar en la invitación que todos se vistieran de algún superhéroe. 
Por razones obvias, Alfred era el único que no se había disfrazado, pero sí los camareros, que llevaban todos el uniforme oficial de soldados del imperio de Star Wars. En las fiestas de la mansión Wayne no se reparaba en gastos. El Maitre vino ataviado con un traje muy profesional de Darth Vader, incluido un distorsionador de voz. Los camareros estaban algo aterrorizados. No era el plan. Al parecer hubo una confusión en la empresa de catering pero ya era demasiado tarde para deshacer el asunto. Así que los soldados imperiales deambulaban por el gran salón llevando y trayendo copas de licores variados, altramuces, anacardos y otras cosas de categoría para picar. Y todo marchaba viento en popa, a toda vela, además.
En fin, era como ese Halloween en el que ET podía salir a la calle sin temor a ser descubierto. Es el único día en el cual todos los monstruos y extraterrestres podrían salir a dar una vuelta sin ser cuestionados o perseguidos. Pero claro, resulta que a la fiesta acudieron superhéroes reales. Para no ser identificados construyeron auténticos disfraces basados en sus trajes de trabajo. En la mansión Wayne todo el mundo se divertía. Se limitaban a reir, beber, fumar y charlar, pero no usaban ninguno de sus poderes (excepto flash en un momento en el que el baño estaba ocupado y se fue a orinar detrás de unos arbustos al enorme jardín, pero lo hizo tan deprisa que nadie se percató de ello). Hasta el Maitre se animó con el karaoke, cantando algún tema de Johnny Cash que le salió a la perfeccción.  La fiesta estaba siendo todo un éxito.
Evidentemente el Sr. Wayne se había disfrazado de Batman, pero lógicamente con un vestido de un diseño antiguo y descartado que le sobraba y que había sacado de un armario del ikea que tenía en la batcueva. Era un traje muy simple, un boceto podría decirse, sin kevlar, fibra de carbono o accesorio alguno. Para no dar el cante. También a la fiesta acudió alguien disfrazado de Hulk, de Iron Man, de Magneto, del profesor Xavier,... pero resultó que muchos de ellos eran reales. Eso sí, en la fiesta había pocas mujeres; el mundo del superheroísmo es algo machista. Las pocas que había estaban encantadas, eso sí, porque otra cosa que tienen los superhéroes es que suelen ser gente cordial, inteligente, guapa e interesante. Todos con disfraces basados en sus auténticos atuendos. Eran libres, nadie sabía quién era quién. 
Pero Superman cometió un fallo. En lugar de ponerse unos calzonzillos rojos cualquiera -los de nochevieja, por ejemplo- encima de los leggings azules y las botas rojas de agua del decathlon que había preparado, llevaba unos calzoncillos con unas siglas bordadas. Eran muy pequeñas y nadie se percató de ello. A excepción del Bruce Wayne, siempre atento al detalle (y el único que no estaba borracho ya que era el anfitrión y quería estar pendiente de que todo saliese según lo planeado). Bruce se fijó en las  diminutas siglas. Las letras eran claramente una C y una K. Sólo hubo que atar un par de cabos. Todo encajaba. Recordó que menos ese día se notaba que Superman siempre tenía muy buenos diseños en sus trajes, con tejidos de gran calidad y resistencia. Se veía que el tipo era una profesional de la moda, aparte de su tarea habitual de autoproclamado defensor de los débiles, claro. CK. Por fin Bruce Wayne descubrió la verdad, la identidad secreta de Superman: Calvin Klein.





domingo, 14 de abril de 2013

Probando, un, dos, probando

Todos los cables correctamente conectados. El audio, bueno. El volumen, el adecuado. Los sistemas parece que funcionarán sin inconvenientes y a pleno rendimiento. La voz está en buen estado. Horas de ensayo durante meses. Cada día una actuación, larga, de horas. Muy profesional. El público no siempre está receptivo, sus reacciones nunca son en absoluto predecibles. Y a veces cambia el orden de las canciones, o incluso se improvisan temas nuevos. Cada día uno tiene que dar lo mejor de sí mismo. Puede que las ventas disminuyan, puede que en el directo la convicción no sea la suficiente, o que salga diferente a lo esperado durante las pruebas. El micrófono ajustado, no demasiado cerca ni demasiado lejos. Los instrumentos correctamente afinados. En breves instantes empieza el concierto. Todos en sus puestos. Afina la garganta. Aclara la voz, carraspea un poco. El audio está abierto. Segundos de incertidumbre y empieza el show.
Entra la primera llamada.




lunes, 1 de abril de 2013

Currículum Pisae



Barcelona, ya sabes que nos queremos mucho. La verdad, mi relación contigo viene siendo larga e intensa, ya va para siete años. Y tiene sus crisis pero nos soportamos y al final hacemos un par de cambios y siempre las resolvemos. Me das muchas cosas unas veces y otras me las quitas, y de pronto hay personas que te abandonan y se marchan a lugares a cientos o miles de kilómetros, aunque después vuelvan. Bueno, parece que los últimos tiempos la gente no te aguanta, o no les das lo que necesitan (por ejemplo, trabajo...). Pero aquí me tienes a mi, semper fidelis, como dicen esos marines de las pelis yanquis, reseteándome para una nueva temporada. He vivido durante estos últimos años en tus extremidades en nueve partes distintas. En Les Corts, Sants, Sagrada Familia, Gràcia, Penitents,... pero ahora me voy a trasladar a tus entrañas, a tu corazón, desde donde seguramente te entenderé mejor. De hecho creo que hoy soy el único del barrio que habla en tu idioma nativo, incluidos los funcionarios públicos, y eso que he venido desde Castilla profunda. 
¡Eso sí, en esta nueva temporada trátame bien!


domingo, 3 de marzo de 2013

Billy Low Profile Criminal Doe



Billy Doe es un tipo cutre, de eso no hay duda. 
Es un criminal de perfil bajo, un choricillo de baja estofa y de mala ralea. Pero también es un tipo peligroso. Su apellido lo dice todo. De hecho, se lo puso él mismo; al parecer el que tenía originariamente no era lo suficientemente interesante. Es un tipo a quien no le importa nada ni nadie. Según cuentan, su infancia -aunque nadie sabe nada ciencia cierta demasiado sobre su pasado- al parecer fue complicada, y se escuda en ello para sus fechorías. 
Siempre cabalga sobre su imaginaria montura con la ceja levantada y la otra recta, desafiante y misterioso. A veces viste una camiseta normal y corriente con algún logotipo de lo más estándar y unas zapatillas de deporte de lo más inofensivas. Sus cabellos dorados, a veces engominados, a veces al viento, le confieren un aspecto de inofensivo adolescente. Otras con un sombrero texano, otras ataviado de forma ridícula y las menos de manera amenazante, desde que empezó a tener negocios y asuntos turbios y se hizo con un par de armas blancas y un par de armas negras, comenzó a representar un problema por esos mundos fronterizos de westerns imaginarios llenos de cactus y esos burruños vegetales que van dando vueltas por el desierto a la mínima que aparece una ligera brisa. 
Billy Doe, alias "Low Profile Criminal", viene siendo un auténtico quebradero de cabeza para el ocasional y extraño representante de la ley Peter Texas Skater Surfer Punisher desde que apareció en el condado -seguramente huyendo de algo- con su banda de malhechores. Precisamente porque es un tipo temperamental y poco concreto, porque sus actos nunca obedecen a una lógica de manual de criminología y porque sus movimientos imprevisibles y carentes de sentido alguno mantienen en vilo a la reducida y poco cuerda población a la que Peter Texas intenta proteger.



lunes, 18 de febrero de 2013

The Fotoprix Walking Dead


Uno de vez en cuando se tiene que hacer el DNI o entregar una de esas fotos grapadas a un currículo. 


A veces uno va y se hace la foto en casa a sí mismo, la recorta y la deja lista para pegar en documentos para enviar por mail, o adjuntar en alguna web de empleo, no para imprimir. Hace unos cuantos intentos y se queda con la mejor, que es bastante parecida a como uno se ve en la realidad o en espejo. Y luego con el photoshop se elimina el fondo de gotelé del salón para que no parezca que la cosa se ha hecho en casa. Y el tema queda por ejemplo así:













O así:













Otras veces uno va una boda, le hacen una foto con traje, la recorta y la aprovecha para el mismo fin:














Y uno se queda tan tranquilo y tan contento.

Pero otras veces a uno no le queda más remedio que tener una foto tangible y tenerla right now. Lo mejor es ir al fotoprix. Pero hay una importante descompensación. Al mismo tiempo que uno se va haciendo viejo, gordo, flaco, demacrado, moreno, pálido, raro o lo que sea,  la gente que van contratando en estas tiendas es cada vez más torpe, joven, lela y pringada. No es por generalizar. Seguramente la mayoría son bellísimas personas. Yo mismo trabajé en un fotoprix un tiempo hace unos años y la verdad es que me pareció bien. Mi jefe era un tipo muy majo que sabía de fotografía y yo dominaba todo el asunto y era perfectamente amable, eficiente y diligente con los clientes, todos los días iba al banco a hacer el ingreso de la caja, trabajaba mucho y cobraba poco pero en general todo estaba bien. 

Pero es muy raro lo que está pasando últimamente  Hace una par de semanas me tenía que hacer el DNI y siempre está bien llevar una foto con cara de presidiario para que quede como es debido. Bueno, y más que nada porque en el documento nacional de identidad todo el mundo, se ponga como se ponga, se esfuerce en parecerlo o no, siempre va a quedar con cara de terrorista. Y lo lógico entonces es forzar la expresión de malote por si luego apareces en algún cartel de "se busca". Más que nada para no hacer el ridículo; imagínate que ponen precio a tu cabeza y sales sonriendo como un panoli. Pero el chaval que me hizo las fotos era la bomba. No decía nada, ni hola, se puso a hacer quince, veinte fotos seguidas sin decir palabra. No le salían. Y era una cámara doméstica de lo más ramplona puesta en modo automático. Yo intentaba mirar al infinito y poner la adecuada cara de delincuente defenestrado. Al cabo de un rato me parecía estar en el ginecólogo y que ese tipejo fuese un estudiante de primero que estuviese mirando el horizonte a través de mi  vagina expuesta a las inclemencias atmosféricas. Y eso que no tengo. Que el doctor se hubiese ido un rato y le hubiese dicho "te puedes quedar aquí mirando un rato, a ver si aprendes algo, chaval".  A veces se me iba la vista a su amenazador granazo pultáceo a punto de reventar. Y pensando en que no tenía ningún sentido que yo haya intentado volver a trabajar en el fotoprix y en miles de tiendas de audio, vídeo  telefonía móvil, películas, libros... y no me hayan contratado, y que luego ese tipo tuviese trabajo cuando no sabía ni pulsar un botón correctamente, ni emitir un sonido inteligible, ni ser buen comercial ni tener una actitud positiva o medianamente resuelta. El mundo está muy mal. Luego vino su jefa, le miró con cara de "eres increíblemente torpe" o "me muero y no te educo" y le cambió alguna cosa de la cámara. El tipo hizo otras quince fotos seguidas. La jefa creo que seguía pensando "no sé por qué me habrán colocado aquí a este inepto". Imprimio el chaval las fotos y tardó tres minutos en recortarlas con un aparato que prácticamente las recorta solas en quince segundos.
Sí que es verdad que estoy algo demacrado, pero cuando vi la foto pensé que no me haría falta maquillaje para ser figurante en The Walking Dead. Y esos flashazos, madre mía... lo único que hizo el chaval fue ofrecerme una foto a tamaño portaaviones con ese jeto, a un precio totalmente desorbitado. Nunca había visto un dependiente más torpe y lento. Rechacé su oferta, lógicamente, pensando que si se me ocurre tener esa foto en grande y enmarcada y dársela a mi madre, se pensará que soy heroinómano o que he caído bajo los efectos de un atentado con arma bacteriológica y que me quedan quince horas de vida. Luego vino la jefa o encargada y me ofreció repetir las fotos tras ver el desaguisado y lo deprimente del resultado. Le dije que no importaba porque para el DNI ya va bien tener ese careto de demacrado.
El incremento de la decrepitud sumado a la bajada en picado de la calidad de las fotos ocasiona una terrible progresión. Podría hacer un gráfico pero esto es más obvio:




Shit!

Yo quiero volver a ser el chaval jovial de la primera, o al menos el señor gordaco de la segunda. Pero es que de verdad, la última me da escalofríos.
Viendo ésto tendré que tomar una seria determinación y seguir unos ejercicios adecuados y una dieta muy estricta, recomendada por nueve de cada diez nutricionistas alrededor del mundo. Ahora mismo me pongo a ello y me voy a la playa a que me dé el sol de febrero de pleno y en breve empezaré a ingerir donuts, a ver si el asunto funciona.





domingo, 20 de enero de 2013

Peter Texas Skater Surfer Punisher


Hace poco, en los segundos que pasan entre llamada y llamada, he tenido la gratísima y crasa oportunidad de reencontrarme con mi viejo amigo Peter. 
Antes no tenía nombre, era solo un hippie surfero esquizofrénico mitad buen rollero y mitad justiciero apocalíptico far west, en ocasiones sheriff de un pequeño pueblo, en ocasiones representante loser de una ley poco concreta, en ocasiones cazarrecompensas. Y a veces sólo filósofo. Sea por lo que fuese -nunca me lo explicó demasiado bien, pero ya tendremos tiempo de hablar- las circunstancias en su vida le llevaron por desdichados caminos y derroteros desconcertantes. Reparte paz y mala leche a partes iguales, y uno nunca sabe si está de broma o en serio. Cree ser un tipo duro, y muchas veces lo consigue. 
Al parecer el Karma no era siempre agradecido con él; por eso en Texas era muy difícil encontrar buenas olas. Y sin embargo, en el mundo irreal y el tiempo atemporal en el que Peter vive lo que sí que abunda son los cuatreros y los malhechores. 
Enfundado a veces con un poncho, otras con una camiseta trasnochada y bermudas o pantalones amplios o incluso faldas con mucho vuelo, portando espuelas a pesar de no tener caballo, siempre con su cinta en el pelo, con esa barba y melena largas pero extremadamente limpias y sus gafas de no demasiado sol, Peter Texas Skater Surfer  Punisher cabalga sobre sí mismo bajo un sol cegador y de justicia y reparte justicia ciega  y soleada, siempre con una extrema moralina que hasta a él mismo sorprende. 
Nunca defrauda y habitualmente lleva en sus virtuales alforjas un gran cargamento de buenas palabras y unos cuantos y ofensivos insultos para cualquiera que se cruce en su camino. Y cuando las cosas se ponen feas es un tipo al que uno podría confiar su vida y sus bienes materiales más queridos. 
Pero en general, la vida es dura para el bueno de Peter.


sábado, 5 de enero de 2013

La maldición de la peli francesa


Haré una descripción lo más objetiva posible de los sucesos paranormales que acaecieron en los alrededores con respecto al buen cine francés los últimos días del 2013 y el primero de 2013, uno de esos días cutres y extraños.

Domingo 30 de diciembre. Hora indeterminada de la tarde. Cines Verdi, Barcelona.
"De rouille et d'os"  (De óxido y hueso). 
Esperada película de un director -Jacques Audiard- con muy buenas credenciales. Sus dos anteriores obras, masterpieces, digamos. Marion Cotillard por fin en una película francesa otra vez. Le tenía mucha manía al Verdi porque van muy de guays, las salas hace años eran una chufa y es el cine más caro de Barcelona. Y además nunca tienen entradas numeradas, supongo que para que parezca que siempre hay colas para todo y la expectación sea mayor. Y porque cuando preguntas si pondrán Harry Potter te dicen que ellos no hacen cine comercial. Al parecer "Avatar" no es cine comercial, porque sí la programaron en su momento. Pero ahora les estoy dando otra oportunidad porque vuelven a estar cerca de casa, porque la proyección es digital y la programación es de calidad. En fin, a lo que iba. "De Óxido y Hueso". Romance dramático. Buena pinta. Diálogos buenos, calidad técnica impecable, actuaciones más que correctas. A mitad de la proyección, bueno, al cuarto de hora, la imagen se corta, el sonido sigue. Suerte que yo no entiendo demasiado francés -de mi amigo acompañante es su idioma nativo- pero la escena intimista se ha echado a perder. Vuelve la imagen después de unos gritos en la sala, en un punto avanzado del metraje. Se vuelve a unos minutos atrás. Se vuelve a chafar la escena. Avanza sin problemas la película. Se ve una teta en primer plano. Se vuelve a cortar. Vuelve a arrancar tras unos minutos. Vuelve a aparecer la teta. Sigue otro rato normal y otra vez lo mismo; vuelta a parar. Se encienden las luces. Al parecer nosequé generador ha generado que se genere un apagón generalizado. No hemos hecho la mili y hay demasiado general. Nos vamos. Ya si eso la otra mitad la veremos otro día, o por ahí, o nunca. Pero el mal ya está hecho.

Martes 1 de enero. Hora indeterminada de la tarde. Casa. Blu Ray Sony. Barcelona
"Besos robados". François Truffaut. Tengo esta película en un dvd. Igual no es el dvd original, pero siempre ha funcionado. La he visto varias veces y siempre va bien para la resaca una peli simpática y bien hecha, hecha con cariño. Todo listo, todos en su puestos. Menú, música, la cosa marcha. Play y ahí se queda. Probando en el ordenador, parece que la cosa va mejor. Play, empiezan los créditos y ahí se queda. Tras varios intentos fallidos probamos con "Domicilio Conyugal", también de Truffaut. También maja y apta para una resaca postnocheviejil. También la he visto varias veces. Ahora sí que va bien. Palomitas y panes de leche siendo ingeridos con tranquilidad. Por fin. Antoine Doinel subiendo y bajando escaleras corriendo. Cuando la película lleva una hora, inexplicablemente para y no hay forma de hacerla entrar en razón para que continúe. Tras unos cuantos intentos (desfibrilador, epinefrina, etc...) nos rendimos. Bautizamos la jornada como "El día más cutre del Año". Está claro que el destino no quiere que veamos buenas películas francesas, ya sea en una sala de cine, en casa en dvd, originales o no, al menos en los límites de un fin de año y un principio de otro. No hay manera. Estamos condenados a ver cosas prescindibles. 
Lo tendremos que volver a intentar. No hay que rendirse a la primera de cambio. Volveremos a pagar nueve eurazos si hace falta. 
Hoy que están a punto de venir los reyes magos vamos al cine a ver algo que la parecer tiene muchos premios de oro de diferentes festivales y que pinta bien para recibir globos y demás objetos también chapados en oro, con la entrada que amablemente nos dieron al habernos chafado el otro día, y miedo me da.

sábado, 29 de diciembre de 2012

Low cost flights, high cost magdalenas

El peor café del universo al más alto precio de la historia. Vertido desde una máquina sin encanto sobre un vaso elaborado con una mezcla de materiales indeterminados, a medio camino entre el papel, el corcho y el poliuretano o el polipropileno. Recogido en una triste barra. Cuchara de plástico translúcido, azúcar envasada en bolsa de plástico transparente. Azúcar también de plástico, presumiblemente. Seguramente la leche, completamente fría, haya sido extraída de un pozo petrolífero de las profundidades abisales. O del infierno. Magdalenas a 3,50€ la unidad. Un triste croissant con mucha cara de pena por 2€, elaborado por maestros artesanos croissanteros dos o cinco días que nunca te comerías pero al que le harías una foto. "De café solo me queda este tamaño de vaso",  dice el dependiente. Casualmente el grande. Pero en realidad no es un camarero, no hace las funciones necesarias para recibir tal nombre de especialista profesional. Sólo le da a un botón para que salga el café, te cobra, te dice ¿algo más? y gracias. Y te indica que el surtido de elementos plasticosos está por ahí, que te sirvas tu mismo. Y el pobre espera que aún dejes propina después de no haberse movido del sitio y de haberte cobrado dos euros y medio por tal simulacro de sucedáneo de simil de café. Suerte que ya no me acuerdo de lo que sería en pesetas.

Los pasajeros del vuelo tal ya pueden realizar su eufemismo, su embarque, dice casi ininteligiblemente una forzada voz. Supongo que es un embarque porque los aviones flotan. Las velas no se ven, tampoco los remeros de las galeras. Imagino que será un barco a reacción, o propulsado por energía nuclear.
La gente todavía no entiende el concepto "cola", ni el concepto "no hace falta estar pegándose por entrar antes que los demás si todos tenemos los asientos numerados". La masa se idiotiza por momentos.

En el espacio que hay entre asientos las rodillas de un humano de más de 1,40 de altura no cabrían. Hay un duelo a muerte de incivismo entre la chica sentada delante y las dos adolescentes tardías de detrás. La primera, consciente del tamaño del hueco entre asientos decide reclinar el suyo y estirar una bufanda o similar que cuelga a centímetros de mi cara. Las de detrás están muy orgullosas de todos los chavales altos, bajos, gordos, delgados, cachas, fofos que pierden el culo por ellas. Sus conquistas y la calidad personal de las mismas imagino serán inversamente proporcionales al volumen de su voz. Me importan un bledo vuestros ligues de garrafón, pienso decirles, pero me he levantado a las cinco y media de la madrugada, ya me he tragado previamente tres horas de autobús y tengo demasiado sueño. Y además sus insoportables voces e insustanciales anécdotas acaba siendo sedantes. Sedante como un tren, un ventilador, una taladradora, ese tipo de sonido en principio agobiante, pero repetitivo, cadente y continuo, sonido sin valor argumental que cuando dejas de analizarlo encuentras una extraña paz. Para agradecer tal gesto solidario también pienso darme la vuelta para comentar a las chicas que me encanta el tono y el volumen de su voz y lo que cuentan tanto como una cisterna recargándose, como una aspiradora absorbiendo a toda potencia, como un ordenador con el ventilador estropeado, como un calefactor. Pero estoy dormido y teniendo sueños realistas y absurdos. A lo mejor sólo estoy pensando.

Y después de otro autobús, un metro, un tren y caminar un rato con la maleta a cuestas, una cloaca, perdón, una cocacola, llegar al lugar de trabajo, un cigarro y vuelta a la normalidad de los últimos tiempos.

Como me he olvidado de comer, en la minúscula pausa ya me tomaré otro café de plástico, si eso.




jueves, 6 de diciembre de 2012

Eufemismo alimenticio

Guillaume era un reputado cocinero italiano-francés afincado en Barcelona. Cierto día, hace cientos de años, el arroz se le pasó. Con su dominio para las lenguas y su sutileza para el engaño y la seducción hizo ver que había inventado un nuevo plato, y lo llamó "risotto". El asunto triunfó.

Vincenzo y Leonardo eran dos buenos amigos que querían montar un negocio de hostelería, un restaurante, cantina, taberna, o algo similar. Eran épocas, hace décadas o incluso múltiplos de lustros, en las que las cocinas no estaban en absoluto automatizadas y todo plato, pincho, tapa, vianda o bocadillo había de ser elaborarlo de manera manual y artesanal. Vincenzo era de Milán, su padre era pizzero y el padre de su padre era pizzero. E incluso el padre del padre de su padre. La presión genealógica era mucha. Pero cada vez que intentaba hacer una pizza le salía algo más parecido a una mierdita sonriente con ojos de esas de whatsapp. Leonardo era de Mexico D.F., y su sueño era ser el mejor quesadillero del mundo. Por desgracia, su destreza haciendo quesadillas, sincronizadas, fajitas y burritos era equiparable a la de su amigo Vincenzo. Tras mucho pensar, interminables discusiones, peleas y algún que otro llanto dieron con una solución intermedia a su frustración cocineril e inventaron un producto al que llamaron "piadina".

Algo parecido a Guillaume le sucedió a Alexander, físico, químico y biólogo alemán. Después de ser expulsado por su alta moral del grupo de sabios que intentaron diseñar un peligroso artefacto explosivo, dedico el resto de su vida a sus propios trabajos. En un fallido experimento para intentar hacer desaparece un kilo de arroz normal y corriente, creó un rayo de protones (o parecido, lo único que se sabe es que era algo que acababa en -ones) que hizo pasar del estado sólido al estado gaseoso ese kilo completo de arroz. El objetivo de Alexander era poder transportar arroz en una bombona. Alexander, emocionado, pensó que había vaporizado el arroz. Pero tras dos minutos el arroz volvió a reagrupar sus moléculas y apareció de nuevo, aunque algo alterado. A pesar de que su estado volvía a ser el sólido y no el gaseoso, se quedó con el nombre de "arroz vaporizado".

Más en nuestros días, Eugenio y Pili abrieron una panadería. Una bandeja entera de pan blanco listo para hornear se les cayó al suelo. Se llenó de polvo y pelusas. Una vez cocido y eliminado todo rastro de inmundicia por el efecto del extremo calor, el pan quedó de un tono marronáceo nada apetecible a priori. Pero en lugar de echarse atrás lo pusieron en el mostrador con el nombre de "biológico". Eran unos empresarios arriesgados, gente emprendedora. Inexplicablemente se vendió más que el normal, así que a partir de entonces decidieron siempre tirar el pan al suelo antes de cocerlo. Y mejoró la cosa. Se dieron cuenta de que al añadir la palabra "biológico" a cualquier producto, esta cosa podía ser vendida por el doble de su precio habitual. Casi tanto como anteriormente había pasado al añadir la palabra "premium" o "special" a una cerveza.

Pero el caso más llamativo fue el de Maripuri, años después. Maripuri, dueña del establecimiento Magdalenas Maripuri, heredado de su tía Evanescencia de nuestro Señor, vio como su negocio (anteriormente conocido como "Dulces Caseros de Evanescencia de Nuestro Señor) se iba a pique. Sus estupendas magdalenas, que años atrás habían saciado las domingueras hambres dulces de los desayunos de medio barrio de Gràcia, en Barcelona, se dejaron de vender. Intentó bajar su precio, en la época de las pesetas. Las puso a 100 pesetas diez magdalenas, incluso. Pero nada. Traumatizada por su mala experiencia empresarial, dejó el negocio. Alquiló el local a unos simpáticos palestinos que lo reconvirtieron en restaurante especializado.  Y se fue a dar la vuelta al mundo. Estuvo unos años fuera, y con lo que cobraba por el alquiler del local le sobraba para vivir y viajar. Justo antes de volver a Barcelona, el último sitio en el que estuvo fue Londres. Inexplicablemente, las magdalenas se vendían. Se quedó con el toque. Luego volvió a Barcelona. Su vocación de magdalenera no se había extinguido. Habló con los simpáticos palestinos, a los cuales el negocio les había ido de perlas los últimos años y llego a un trato con ellos para que fueran socios en un arriesgado negocio: vender magdalenas y pastelitos. Tras una serie de reformas, volvieron a abrir la tienda llamándola "Magdalenas y Pastelitos Maripuri - Especialidades Catalanas y Palestinas - Fleca- Forn de pà". Y el negocio siguió sin funcionar. Puso diez magdalenas a 1 euro + regalo de 1 baklawa. Y nada. Cambio el cartel por "Muffins i Cupcakes Artesans Marie". Como no tenía nada que perder puso un cartel en el que decía "1 muffin, 2 euros, 2 muffins especiales, 4 euros y medio, 3 muffins caseros, 10 euros". E inexplicablemente las ventas empezaron a aumentar hasta la estratosfera.

Si alguien encuentra una moraleja a todos estos sucesos paranormales relacionados con los eufemismos alimenticios y su relación con las técnicas de venta, que me la explique.



miércoles, 14 de noviembre de 2012

Dew & Índex

Tras muchos esfuerzos ajenos, por fin llegaron a la cocina. Estaban ahí, inmóviles. Por la estructura de la misma y la disposición de los espacios huecos -que antes lo eran y que ahora ocupaban ellos- era difícil verse, pero ambos notaban la presencia del otro. Uno de ellos llegó varios días más tarde que el primero. Nunca antes habían coincidido, pero intuían que pasarían mucho tiempo juntos. La cocina era muy pequeña, así que probablemente acabarían conociéndose bien. Estaban nuevos, radiantes, impolutos, y con muchas ganas de cumplir su cometido.

-¿Ey, cómo te llamas?- gritó el más atrevido, finalmente.
-¿Te...Te refieres a mi?- tímidamente al principio, el otro.
-Si, he supuesto que llevas aquí algún tiempo.
-En realidad no, llegué hace un par de días. Mi nombre es Indesit, Indesit Icw, pero mis amigos me llaman Index.
-Encantado, Index. Yo soy Daewoo Nofrost Multiflow, y me puedes llamar Dew.
Dew era blanco, con dos puertas y varios cajones. Era frío y grande. Por su parte, Index parecía algo más afable, cuadrado, pequeño, y siempre se tuvo a sí mismo por muy limpio.
-Parece ser que vamos a estar juntos mucho tiempo, será mejor que nos vayamos conociendo- recomendó Dew.
-¿De dónde eres?- preguntó Índex
- De un sitio llamado Miró. No se si lo conocerás, está en este mismo barrio. ¿Y tú, Índex?
-Vengo de un lugar algo más alejado, Media Markt lo llaman, Hospitalet.

Un año después, cuando ya eran prácticamente inseparables, escucharon conversaciones en la casa que les hicieron presagiar un futuro incierto. Se habían acostumbrado a la presencia de su padre adoptivo. Dew a su comida, a sus zumos de manzana, sus cervezas, a sus tupers de pasta blanca, a sus patatas congeladas. Sus antiguos compañeros de Miró le habían avisado de que en sus cajones habría en ocasiones peces muertos, pollos, carne picada, pero no había sido así. Índex a se había habituado a sus camisetas de rebajas, a sus calcetines y calzoncillos. Ambos se sentían respetados, queridos y cuidados. Temían ser separados, cambiar de residencia o peor aún; cambiar de propietarios y ser maltratados.
Pero no fue así. Simplemente fueron cambiados de ubicación, no muy lejos. Durante el viaje se pudieron ver en la furgoneta. Se les hizo extraño, aunque fue muy emocionante. Sólo compartieron unos minutos. Después, en la casa nueva, y más grande, uno ocuparía un lugar destacado en un hueco de la cocina, otro en otro sitio, llamado safareig, en una ubicación más amplia que la anterior. Ellos no lo sabían, pero se verían menos, porque estarían en habitaciones separadas. Comentaban cosas de vez en cuando, cuando la puerta del safareig estaba abierta. Se veían menos pero tenían mucho más trabajo. Más alimentos, de vez en cuando animales, algún que otro vino, y también, además de calzonzillos, y camisetas, también faldas, bragas, blusas, diferentes juegos de sábanas. Conocieron también a los hermanos Balay, uno era friegaplatos, el otro cocinero. Hicieron una buena panda, había noches en las que trabajaban todos a la vez y había buen ambiente. Podía decirse que tenían una vida plena.

Pero todo terminaría. Los que les proveían de esa comida, esa bebida, esa ropa y esas toallas -todo eso que habían tenido dentro y cuidado los dos últimos años-  no podían seguir en la casa y tampoco se los podían llevar consigo. Lo último que lavaría Índex para ellos serían unas toallas o unas sábanas, y dentro de Dew sólo habría unas vacunas, un triste bote de ketchup y una solitaria caja de merluza empanada. Empezaba para ellos una nueva e inesperada vida, separados. Y todavía no tenían ninguna pista de cómo ni dónde sería esa nueva vida.

Aunque su mejor amigo siempre les echaría de menos. Para él nunca fueron lo que ponía en sus especificaciones. 


sábado, 3 de noviembre de 2012

Obituario perruno

Los animales en general no son lo mío. 
   A los supuestamente comestibles nunca les he hincado el diente. Y con los presuntamente  domésticos se dan varias situaciones: sus pelos me hacen respirar mal, estornudar y picar la piel. Los gatos me provocan una alergia extrema y bastante nerviosismo, los conejos mediana alergia, la mayoría de perros me agobian con su hiperactividad, sus pises y cacas y su babosidad. Y los insectos caseros, animales de compañía forzosa en determinados y repulsivos momentos puntuales, una mezcla de pena, miedo y asco. 
   Pero a veces hay animales que se salen de la norma. Esos que tienen cara, esos que se nota que están pensando en algo cuando te miran. Que incluso te entienden aunque no les digas nada, que saben que estás triste o contento, y se acercan a ver qué tal estás con una extraña expresividad que no ves pero intuyes. Esos cuya compañía resulta agradable, a pesar de las alergias, del olor y del despliegue de babas y pelos que envuelven su caminar o saltar. Conozco a tres o cuatro. Pascual, Kiko, Kira... Pero ninguno tan de la familia como Lolo. Se hicieron con él a modo de sustitutivo de hermano pequeño para mi sobrino, que le puso este nombre en mi honor porque en principio un perro no se puede llamar Manuel, y además no es demasiado correcto ponerle el nombre de una persona conocida y real. 
   Hace mucho que no vivo en mi ciudad natal (y la de Lolo) pero siempre que le veía me saludaba como siempre, siempre que le decía sube, subía, siempre que le decía salta, saltaba. Y se acordaba perfectamente de mi, y yo también de él, y de cuando salía de fiesta y al volver me lo encontraba a él y a mi cuñado -experto amo- paseándolo a las seis o siete de la mañana, de cuando mi sobrino era un niño pequeño, de las veces que el perro se ponía un poco plasta. En estos años yo me hice adulto y mi sobrino fue creciendo; antes medía la mitad que yo, ahora me supera. 
   Igual el animal a veces era un poco molesto, a veces su aliento y el olor que dejaba en la casa eran demasiado fuertes (al parecer es algo común en un cocker spaniel, Lolo era de color negro, para más datos). Pero siempre majo, siempre fiel, en general era un perro buena persona. La última vez que le vi estaba muy mayor, algo lento y cansado, con muchas canas y un poquillo torpe, pero seguía siendo buena gente. Y en verano fui a ver a la familia y me explicaron que el bueno de Lolo ya no existía. Y me dio mucha pena, la verdad, me hubiera gustado verle otra vez. Y pensé que me gustaría dedicarle unas palabras.
  Y eso que los animales no son lo mío.



sábado, 20 de octubre de 2012

Crónica de un suspenso anunciado

    19 de septiembre de 2012. Ocho de la mañana. La semana no ha empezado precisamente bien. Por una serie de determinados asuntos que no vienen al caso, concentrados de manera casual y aproximadamente en el mismo espacio-tiempo, los últimos cuatro días han sido especialmente malos entre pitos y flautas (no sabría especificar exactamente el porcentaje de pitos y de flautas).
      Y llueve a ríos, porque no hay olas. El caudal es amplio, apenas asimilado por las alcantarillas. Ahí abajo, las ratas están llenando botellas y palanganas para regar con agua limpia de lluvia sus plantitas infectas y hacer sus asquerosos y pútridos calditos de arañas, grillos y guano. Y darse un baño.
         Ocho valientes se enfrentan bajo estas circunstancias adversas a lo que para algunos es su primer examen de conducción, otros prefieren no decir el número de intentos. Para mi es el tercero, y a la tercera va la vencida. Aparte de otras circunstancias, he dormido poco y para poder hacer el examen estoy perdiendo seis horas de un curso muy interesante de animación en 3d que estoy realizando a varios kilómetros de allí y cuya asistencia es obligatoria. Y mis zapatos de la suerte están chorreando, y el lamentable paraguas está inexplicablemente oxidado. Reparto de horarios y yo soy el último en hacerlo. Los demás tienen menos experiencia y es probable que suspendan enseguida. Perfecto, sólo tendré que esperar tres horas más bajo la lluvia. Los nervios habrá que guardarlos hasta entonces.
         Uno tras otro los alumnos y alumnas van terminando y suspendiendo. Se saltan stops, van en contradirección, sobrepasan alegremente semáforos en rojo o no activan el limpiaparabrisas. Simple y llanamente, todos están teniendo un día de mierda. Esta entente cordial entre examinadora y climatología, unidos lamentablemente en temible mezcolanza, van a estropear el ya de por sí maltrecho porcentaje de aprobados de la autoescuela. 
         Mi compañero de examen recibe una llamada de la profesora, otro de la secretaria de la autoescuela, gestionando negligentemente el papeleo a muchas paradas de metro de distancia. Que al parecer hay un problema con la documentación y que se han liado, dice. Confiamos en que no sea nada malo, pero el otro hombre, argentino o chileno -no he distinguido el acento-, está preocupado. Al parecer ha habido algún problema con un N.I.E. "Puede que haya hecho mal los papeles, pero mi pasaporte y mi permiso y tal están en regla, no sé que puede haber pasado", dice el hombre, "esto se está haciendo muy largo, y mi mujer ha pedido un permiso en el trabajo para encargarse de los niños", añade y llama repetidas veces sin éxito a la autoescuela. Yo le digo que no pasa nada, que siempre tienen contratiempos y que a mi me han hecho la puñeta ya un montón de veces. Y esperamos, bajo la lluvia, otra media hora.
       Por fin llega el coche. El hombre va a preguntar, y la profesora se asoma y dice. "No, tú no, tú, Manuel". Y me explica que se han liado, que han mezclado mi D.N.I. con el N.I.E. de mi compañero,  que los datos están cruzados y que mi nombre no aparece en la tarjeta del examen. Y que no lo puedo hacer. En fin, que me está diciendo "somos unos inútiles y te hemos hecho perder toda la mañana para nada". Así que nada, me voy a casa después de lo que parece un gag sin gracia.
      Pero bueno, al menos hay una cosa positiva: esta vez no he suspendido yo el examen. Se ha suspendido a si mismo.