viernes, 26 de abril de 2013

Game of Chromes

Igual uno se hace viejo. Al parecer surgen algunas arrugas patagalliles cuando sonríe - lo cual es positivo, eso es indicativo de que sonríe- y las canas van aumentando sin prisa pero sin pausa en número y nivel de blanqueamiento. Los adolescentes le llaman de usted a uno aunque por suerte no le ceden el asiento en el metro o el autobús  lo cual es reconfortante. Eso sería el acabose, lógicamente. Las cosas a las que jugaba de niño ya no existen y los libros que lee son de autores descatalogados o muertos, o las dos cosas. Uno escucha música de dos o tres grupos o cantantes que cree recientes y que a nadie le suenan de nada. Y que además no son recientes. 
Por eso el otro día me hizo ilusión ver que en el mercado de Sant Antoni había cierto respeto a las tradiciones ochenteras (apunte para quien no viva en Barcelona; todos los domingos hay un mercado muy grande y cuco a la vez, de libros usados, posters, friqueces varias, a precios extremadamente competitivos y donde se pueden encontrar algunas rarezas y cosas interesantes). Como hacíamos mi hermano pequeño y yo hace unos 25 años, había un grupo enorme de niños intercambiándose cromos. Es interesante ver que todavía, con tantas series, videojuegos, artilugios táctiles y relaciones pseudosexuales extremadamente precoces, algunos niños mantienen el espíritu de sus ancestros y van con toda su inocencia -que siempre debería caracterizar a la chavalada- al mercado, con sus padres y sus álbumes de la liga o de Pokemon o Naruto o Justin Bieber o cualquier otro personaje ficticio o de plástico que esté de moda ahora entre los preadolescentes. Y los cromos -palabra que ya habría olvidado si no fuese por el navegaor-, como hacíamos de enanos en el parque, aquellos cromos, por ejemplo, de la liga de futbol profesional 85´- 86', seguramente de marca panini. Y al final resulta que uno no es tan viejo.Y que todavía quedan cosas de ese extraño mundo de analógica y medieval infancia en el que crecimos. Porque mientras haya gente -chavales, que queramos o no también son gente- que mantenga nuestras costumbres obsoletas con naturalidad y sin anacronismo, sin hacerse los vintage, estaremos todavía lejos de la decrepitud.




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