domingo, 12 de agosto de 2012

Criaturas de la noche

Llevo mucho tiempo viajando. Durante el día duermo, durante la noche cazo o vuelo largas distancias, bien huyendo de algunos lugares peligrosos para los de mi especie, bien buscando objetivos para saciar mi sed. A veces, si no encuentro nada más apropiado, me basta con la sangre de vacas, de conejos, de perros. incluso si no soy muy escrupuloso, cuando el alimento escasea, me tengo que conformar con ratas o ratones. Si no encuentro otra manera de sobrevivir siempre puedo arriesgarme con insectos. Aunque sean los seres más pequeños inexplicablemente me resultan más peligrosos. Siempre en busca de alimento. 
Es una vida solitaria y triste la mayor parte del tiempo. Pero todo cambia cuando llega el calor. Cuando empieza el verano es mi época más voraz. Viajo hasta lugares cálidos, zonas cerca del agua, húmedas, repletas de humanos. Sin duda alguna la sangre de los humanos es el manjar más preciado. En ocasiones arriesgo, arriesgamos demasiado yo y los de mi especie con tal de conseguir una o varias presas humanas. Y en verano es más fácil. Duermen más horas al y pasan más tiempo en lugares apartados. Pernoctan en sitios insólitos. Algunos huyen de las ciudades y buscan lugares naturales, campos, bosques, los pueblos de sus antepasados...  Lugares donde sin duda la mía es la especie dominante. También tienen más vida nocturna. Su piel es más blanda, son más fáciles de abordar; es una época en la que están más despreocupados, menos atentos a lo que les pueda pasar. Y cuando menos se lo esperan ahí aparezco. Sin que apenas puedan evitarlo les clavo mis dientes. Una, dos, tres veces. En ocasiones, varios de ellos sucumben la misma noche. No tengo por qué sentirme culpable; es mi naturaleza, y es mi supervivencia lo que está en juego. A veces me doy tales atracones de sangre que me es difícil huir y estoy a punto de ser cazado. A veces la sed es tan grande, y tan cegadora, que muchos de los de mi especie son aplastados, torturados, machacados. Diezmados. 
Los humanos han elaborado muchas leyendas sobre nosotros a lo largo de los tiempos. Algunas son ciertas, otras no. Dicen que atacamos por la noche, dicen que surgimos del campo, del bosque, de los lagos y las aguas estancadas, explican a sus hijos que el calor nos da fuerzas y que somos difíciles de capturar y matar. Que siempre atacamos cobardemente y a traición, amparados en la oscuridad. Utilizan fórmulas y pócimas diferentes para intentar repelernos, y muy pocas funcionan. Sólo con paciencia y suerte nos consiguen matar; somos difíciles de ver a la luz de la luna. 
Pero aunque los humanos en principio sean más inteligentes, más grandes y más fuertes, nos temen. Nos temen tanto que a nuestro nombre le han añadido el apellido de uno de los seres más violentos y peligrosos que conocen: El tigre. Así nos llaman: el Mosquito Tigre.



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