lunes, 16 de septiembre de 2013

Nuevas aventuras antihistamínicas


He pensado que hoy voy a ponerme serio. Creo que no hace falta que comente mucho más de lo que ya se ve en este par de mails aparte de unas breves consideraciones al final.

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Buenos días.

El sábado 14 de septiembre, sobre las 14:30 horas, acudí con unos amigos a uno de sus establecimientos en Alicante, según he visto en la web el que está situado en la calle Teniente Coronel Chapulí 2. Estaba de visita el fin de semana en la ciudad. Soy alérgico diagnosticado a las nueces, a las avellanas y al melocotón. Siempre soy muy cuidadoso con este tema, siempre pregunto los ingredientes que llevan los platos en los restaurantes por lo que me pueda pasar, y siempre que salgo de casa llevo conmigo antihistamínicos, antiinflamatorios y  un autoinyector de adrenalina.
Ese día pregunté al camarero si el plato que aparecía en la carta como "raviolonne de ricotta y espinacas con salsa de roquefort" llevaba nueces o avellanas o melocotón, a pesar de que en la carta no figurasen citados ingredientes, y  le expliqué que soy alérgico a los mismos y que preguntara en cocina. Preguntó y al volver me dijo que no llevaban tales ingredientes. Y después me lo volvió a preguntar para asegurarse. Confiado empecé con el plato y cuando llevaba un tercio del mismo empecé a sudar, a ponerme rojo, a sentir picor en los oídos, síntomas que continuarían con un shock anafiláctico en el peor de los casos. Inmediatamente tomé un antihistamínico. Volví a preguntar y una camarera que se hizo cargo de la situación probó la pasta y me confirmó que contenía nueces.
Al parecer ni los camareros ni la cocinera ni el encargado sabían los ingredientes que llevaba esta pasta, lo cual es de una irresponsabilidad que en principio debería ser denunciable. Sólo hay dos opciones; o saben lo que lleva la pasta y la sirven igualmente o no saben lo que sirven. O bien se toman las alergias a broma. Cualquiera de las opciones es preocupante y reprochable; además, supongo que este procedimiento viola cualquier ley sobre manipulación de alimentos.

Los camareros, que en principio no son los que se tienen que encargar de la cocina, se disculparon. Mis amigos y yo nos fuimos educadamente camino al hospital más cercano y el encargado pretendió cobrarnos, lo cual fue otra falta de tacto.

Así que tuve que pasarme la tarde en urgencias, alterado, ser tratado con potentes antihistamínicos y antiinflamatorios, y ahora, siguiendo el tratamiento, me pasaré un mes tomando más pastillas, lo cual evidentemente es un inconveniente para mi vida cotidiana.

Por favor para que no vuelva a pasarle a nadie tengan la responsabilidad suficiente de saber los ingredientes que llevan los platos. Esta vez se ha quedado en un susto, para otra vez las consecuencias podrían ser peores. Por suerte siempre voy preparado y mis amigos me llevaron a urgencias en menos de un cuarto de hora.

Hagan lo posible para marcar en la carta los ingredientes de los platos o por tener un etiquetado en los productos que llegan a cocina, y por saber lo que están preparando y sirviendo. Se trata sólo de poner un poco más de cuidado para evitar disgustos.

Gracias.

Manuel J. Alonso

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Estimado Manuel.
Siento muchísimo lo sucedido. La verdad es que no se que decir. La pasta (tortellini de verdura) viene en cajas de cartón, con las bolsas de tortellini. El personal de cocina guarda la pasta en cámara fría y sanidad no deja que las cajas esten dentro. El etiquetado de los ingredientes que lleva la pasta está pegado a la caja.
Esto no quiere decir por supuesto que el personal de cocina deba saber los ingredientes.

Le pido mil disculpas por lo sucedido.
Nada que decir que no nos volverá a pasar.
Me pongo en su lugar ya que tengo hijos también con alergias. En concreto a la sulfamida y conozco casos de amigos con esta alergia que le pusieron sulfamida en un hospital por error y lo dejaron con un 40% de sordera. En fin.
Reitero mis disculpas.
Gracias


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Moraleja:
La frase más importante, y preocupante a mi entender, es la de "esto no quiere decir por supuesto que el personal de cocina deba saber los ingredientes". Así que ya sabéis, cuando vayáis a un restaurante, en algunos, o muchos, o al menos unos cuantos (no he hecho un estudio, por lo que no me gustaría prejuzgar) es probable que no sepáis lo que os estáis comiendo. Y si tenéis alergias ya sabéis que cada vez que coméis fuera será una ruleta rusa. Por cierto, la persona que me ha respondido y se ha disculpado ni siquiera ha firmado la contestación con ningún nombre o cargo.
Y como ya dije en otra entrada anteriormente, no hace falta ser una multinacional de comida rápida para jugar negligentemente con la salud de los clientes.


martes, 10 de septiembre de 2013

La napolitana rellena de veneno de toda la vida

Imagina que un señor va a un Macdonalds o a un Burguer King o similar y se encuentra una pata de un mosquito en su porción de carne picada de animal muerto a precio asequible. Instantáneamente saltan todas las alarmas y una repercusión internacional sin precedentes; Los carnívoros son capaces de comer diversas partes de vacas, cerdos, peces e incluso gambas, pero eso si, la pata de un mosquito es algo repulsivo. Política capitalismo y ese tipo de cosas aparte, la cadena muestra los miles de controles a los que somete a sus productos, las certificaciones correspondientes, la pulcritud con la que mantiene las instalaciones. El aceite con el que fríe sus patatas, limpias y sin sabor a croquetas o calamares. Explica de dónde saca los elementos que construyen sus preparaciones y cómo se elaboran. Incluso empieza a vender ensaladas e indica la aportación calórica que conlleva un filete. Recomienda una vida sana y saludable, sugiere que los niños hagan deporte y desterra la mascota de payaso maléfico de los ochenta. Muestra con guantes y limpios utensilios a sus cocineros. Le ponen una sanción de millones de dólares y entonces afina aún mas sus controles. Aun así la gente se dirige con recelo a sus establecimientos.

Imagina que este mismo señor va a una panadería o a un bar cualquiera, familiar, tradicional, de la esquina, de toda la vida. Se toma una caña y se come unas patatas sin preguntar. En la panadería, otro día, se compra una barra y una napolitana, por ejemplo. No le hace falta ningún control, ya se fía de Paco, de Manolo, de Jaume, son del barrio de toda la vida. Y en verano, se va, por ejemplo, a una calita de Girona, concretando el ejemplo a la costa de Begur y concretando más aún -concretizando, como diría alguien que quiere dar más pompa a una término tan habitual- en la cala de Sa Tuna. Se come una porción de Tortilla por la que paga diez euros y se toma una jarra de medio litro de sangría por la que paga otros diez. Y deja una propina de dos
Hay que potenciar el consumo tradicional. Hay que potenciar la hostelería de proximidad. Los productos que tan amablemente nos preparan las pequeños y medianas empresas familiares se realizan con productos de la tierra y con un amor que asusta. La pizza se inventó en una masía de Cataluña, la del abuelo tarradellas.
Cierto. Y nos os lo había dicho, pero Batman no es Bruce Wayne. Soy yo.
Lo que sigue está basado en hechos reales vividos en ocasiones en primera persona, pero dulcificado y resumido para su correcta asimilación.
Resulta que ese pequeño empresario catalán, o madrileño, o salmantino, en su vida ha pasado un control de calidad tan exhaustivo como lo han hecho las cadenas de la supuesta comida basura. Por eso ese hostelero de toda la vida puede usar el mismo aceite cuarenta veces y durante horas para freír desde patatas hasta calamares, pasando por un vaso que se le cae en la freidora, algún que otro escupitajo, algo que se cayó al suelo y volvió y unos cuantos san jacobos. Patatas deluxe. Esa cucaracha que camina por la cocina del restaurante se ríe de los comensales. Toda la fritanga tiene el mismo color y sabor, ese sabor mediterráneo que mezcla tubérculos, panceta, queso y calamares, al que estamos acostumbrados y con el cual el turista medio está satisfecho. Ese señor tan majo que te puede vender una tortilla congelada de findus como si fuese preparada al momento. Ese cocinero tan simpático que cuando va al baño no se le ocurre lavarse las manos. Se le pueden caer cristales en la escalivada. Puede tener a sus trabajadores amenazados y en condiciones infrahumanas. 

También puede ser que te prometan que una pizza no contiene los alérgenos que les has preguntado y que te des cuenta de que no era verdad de camino a urgencias. 
El panadero de toda la vida te vende no tres croissants por un euro y medio, sino uno por un euro. Eso es porque lo hace con cariño y con los mejores ingredientes. Por eso te cobra un euro con ochenta por una estupenda napolitana de crema y el ingrediente especial.
Así de estupenda:


Napolitana de moho

Mira que majo, que le ha añadido productos adicionales; ¿mermelada de kiwi? ¿esa fruta "escarchada" -no se cómo se llama, la verdad- que los maestros pasteleros le ponen a los roscones de reyes? No. Algo más elaborado, algo que ha tenido que estar un par de días o tres a oscuras, que ha estado curándose. Rico y nutritivo moho. Veneno. Una cosa que si te la comes, vete a saber, igual te mueres. Bocato di cardinale. Me abstengo de subir la foto con flash porque valoro el que la gente que piense en una napolitana pueda dormir tranquila.


Y ya ves, no me encuentro a ningún cocinero activista que denuncie tal situación. Puede ser que los cocineros activistas estén de vacaciones, o elaborando productos con cariño, amor y algunos ingredientes más.

Por cierto, no quiero arruinar el negocio de este bondadoso panadero, sólo evitar algunas intoxicaciones... así que diré que si salís del metro en Sant Pau Dos de Maig salida Cartagena de la línea azul de Barcelona, no compréis nada en el establecimiento que está nada más salir.