martes, 10 de septiembre de 2013

La napolitana rellena de veneno de toda la vida

Imagina que un señor va a un Macdonalds o a un Burguer King o similar y se encuentra una pata de un mosquito en su porción de carne picada de animal muerto a precio asequible. Instantáneamente saltan todas las alarmas y una repercusión internacional sin precedentes; Los carnívoros son capaces de comer diversas partes de vacas, cerdos, peces e incluso gambas, pero eso si, la pata de un mosquito es algo repulsivo. Política capitalismo y ese tipo de cosas aparte, la cadena muestra los miles de controles a los que somete a sus productos, las certificaciones correspondientes, la pulcritud con la que mantiene las instalaciones. El aceite con el que fríe sus patatas, limpias y sin sabor a croquetas o calamares. Explica de dónde saca los elementos que construyen sus preparaciones y cómo se elaboran. Incluso empieza a vender ensaladas e indica la aportación calórica que conlleva un filete. Recomienda una vida sana y saludable, sugiere que los niños hagan deporte y desterra la mascota de payaso maléfico de los ochenta. Muestra con guantes y limpios utensilios a sus cocineros. Le ponen una sanción de millones de dólares y entonces afina aún mas sus controles. Aun así la gente se dirige con recelo a sus establecimientos.

Imagina que este mismo señor va a una panadería o a un bar cualquiera, familiar, tradicional, de la esquina, de toda la vida. Se toma una caña y se come unas patatas sin preguntar. En la panadería, otro día, se compra una barra y una napolitana, por ejemplo. No le hace falta ningún control, ya se fía de Paco, de Manolo, de Jaume, son del barrio de toda la vida. Y en verano, se va, por ejemplo, a una calita de Girona, concretando el ejemplo a la costa de Begur y concretando más aún -concretizando, como diría alguien que quiere dar más pompa a una término tan habitual- en la cala de Sa Tuna. Se come una porción de Tortilla por la que paga diez euros y se toma una jarra de medio litro de sangría por la que paga otros diez. Y deja una propina de dos
Hay que potenciar el consumo tradicional. Hay que potenciar la hostelería de proximidad. Los productos que tan amablemente nos preparan las pequeños y medianas empresas familiares se realizan con productos de la tierra y con un amor que asusta. La pizza se inventó en una masía de Cataluña, la del abuelo tarradellas.
Cierto. Y nos os lo había dicho, pero Batman no es Bruce Wayne. Soy yo.
Lo que sigue está basado en hechos reales vividos en ocasiones en primera persona, pero dulcificado y resumido para su correcta asimilación.
Resulta que ese pequeño empresario catalán, o madrileño, o salmantino, en su vida ha pasado un control de calidad tan exhaustivo como lo han hecho las cadenas de la supuesta comida basura. Por eso ese hostelero de toda la vida puede usar el mismo aceite cuarenta veces y durante horas para freír desde patatas hasta calamares, pasando por un vaso que se le cae en la freidora, algún que otro escupitajo, algo que se cayó al suelo y volvió y unos cuantos san jacobos. Patatas deluxe. Esa cucaracha que camina por la cocina del restaurante se ríe de los comensales. Toda la fritanga tiene el mismo color y sabor, ese sabor mediterráneo que mezcla tubérculos, panceta, queso y calamares, al que estamos acostumbrados y con el cual el turista medio está satisfecho. Ese señor tan majo que te puede vender una tortilla congelada de findus como si fuese preparada al momento. Ese cocinero tan simpático que cuando va al baño no se le ocurre lavarse las manos. Se le pueden caer cristales en la escalivada. Puede tener a sus trabajadores amenazados y en condiciones infrahumanas. 

También puede ser que te prometan que una pizza no contiene los alérgenos que les has preguntado y que te des cuenta de que no era verdad de camino a urgencias. 
El panadero de toda la vida te vende no tres croissants por un euro y medio, sino uno por un euro. Eso es porque lo hace con cariño y con los mejores ingredientes. Por eso te cobra un euro con ochenta por una estupenda napolitana de crema y el ingrediente especial.
Así de estupenda:


Napolitana de moho

Mira que majo, que le ha añadido productos adicionales; ¿mermelada de kiwi? ¿esa fruta "escarchada" -no se cómo se llama, la verdad- que los maestros pasteleros le ponen a los roscones de reyes? No. Algo más elaborado, algo que ha tenido que estar un par de días o tres a oscuras, que ha estado curándose. Rico y nutritivo moho. Veneno. Una cosa que si te la comes, vete a saber, igual te mueres. Bocato di cardinale. Me abstengo de subir la foto con flash porque valoro el que la gente que piense en una napolitana pueda dormir tranquila.


Y ya ves, no me encuentro a ningún cocinero activista que denuncie tal situación. Puede ser que los cocineros activistas estén de vacaciones, o elaborando productos con cariño, amor y algunos ingredientes más.

Por cierto, no quiero arruinar el negocio de este bondadoso panadero, sólo evitar algunas intoxicaciones... así que diré que si salís del metro en Sant Pau Dos de Maig salida Cartagena de la línea azul de Barcelona, no compréis nada en el establecimiento que está nada más salir.



miércoles, 28 de agosto de 2013

Una mañana festiva cualquiera de un verano laborable cualquiera

Una de esas cosas buenas de trabajar en verano.

Que cuando tienes un día libre entre semana y te levantas relativamente tarde o relativamente pronto (según de quien sea el punto de vista), miras por la ventana y lo que esperabas un martes tormentoso se haya tornado en un día perfectamente asumible para un rato de playa impulsivo y solitario. Entonces te tomas un café, te pones un bañador, dejas la cartera y el móvil, llevándote sólo dos o tres euros, el carnet de Bicing y una microtoalla comprimida en un bolsito cutrongo y diminuto. Metes una lata de cerveza y un poco de tabaco, también, en el microbolsito chusquero. Te pones el bañador, te equipas con las gafas de sol y sales corriendo, no sea que se te escape el sol. Uno de esos días extrañamente festivos, para otros laborables, para otros completamente vacacionales, en los que intentas hacer un montón de cosas.

Una de las cosas malas de trabajar en verano.

Que ese día libre es de agosto, y en Barcelona hay una masa de gente adormecida caminando dando tumbos sin aparente  rumbo concreto por las calles, cruzando las carreteras como palomas de erráticos pasos. Que la horda turística que baja hacia la playa como tu, lo hace con cientos de motitos eléctricas, monopatines, patines, monociclos, biciclos, triciclos, cuatriciclos, cruzándose por todas partes. Que de vez en cuando surgen árboles, bolardos, pivotes, baldosas movidas de la nada. Que una de esas motitos se cruza al mismo tiempo que un árbol imparable se acerca amenazante hasta tu indefensa y responsable bicicleta y altera tu cuidadosa conducción bicicletil. Y sin darte cuenta, estás en el suelo, las gafas han salido volando y más que el dolor, te pesa la decepción de haberte caído y la impunidad con la que escapa la motito eléctrica responsable. Te quedas unos segundos tirado y sorprendido. Y el árbol te señala con el dedo y te llama pringado. Bueno, y el dolor también te pesa un poco. Ciertamente, oh insensato, creías que tu año de antigüedad de carnet de conducir bicicletas te hacía prácticamente indestructible, y empiezas a pensar que esas personas que van con un aparatoso casco en realidad no son tan pringadas. Un señor que no emite palabra salta de un banco y te ayuda a levantarte con amplia sonrisa precedida de una sincera mueca de preocupación. Recoge las gafas y te las trae, le dices " thanks, i´m ok, don´t worry, really, really thank you" (a lo mejor el señor era de Burgos, piensas después, y por eso no emitía sonido alguno). Señala con la mirada la rozadura  que te has hecho, le das la mano como si fueseis de toda la vida y a duras penas llegas hasta el parking mas cercano de bicis.
Ya estás en la playa. No tiene sentido subirse al metro nada más llegar. Estás algo cansado de los veinte minutos de pedaleo y las posibles contusiones que puedas tener. Esperarás un rato y si te duele o se te inflama alguna parte del cuerpo en la siguiente hora irás a urgencias. Piensas que lo mejor en ese momento es hacer lo que habías venido a hacer y estar tranquilo.
Así que te quitas la camiseta, te haces un cigarro y te tomas la lata de cerveza. Luego te metes en el agua como si nada y la sal te limpia las pequeñas heridas.
Y te tumbas un rato, de la manera menos incómoda posible que encuentras.
Y piensas que por mucho que digan lo contrario, el agua de la playa de la Barceloneta es cristalina, y que en las zonas en las que no haces pie se ve el fondo. 



martes, 13 de agosto de 2013

In the last episode of BCN The Walking Tourist...

Agosto. Martes y 13, ni te cases ni te embarques.

Es increíblemente baja la capacidad psicomotriz de una masa de carne humana que asola Barcelona en los últimos tiempos. Es una marea con una forma indeterminada, en la cual predominan sobre todo los tonos amarillos y rojizos. Cruza por los pasos de peatones sin importar el color del semáforo. Camina por el carril bici sin ningún temor a ser golpeada y completamente inmune a los impulsos auditivos que los timbres deberían ejercer sobre sus tímpanos. Chafa la hierba de cualquier parque dejando tras de sí una estela de suciedad, tetrabricks y envases de comida rápida. Grita sin motivo en un idioma parecido de lejos al inglés. En las escaleras del metro la masa se agolpa y se concentra inmóvil, sin permitir posibilidad alguna de espacio libre para avanzar a aquellos individuos que intentan llegar a la hora a sus citas personales o profesionales. Afiladas sombrillas sobresalen de la masa como espadas forjadas en acero oxidable y plástico tóxico, y cientos de miles de camisetas y gafas demasiado horteras para ser reales se vislumbran entre los huecos que la masa deja. Unas cuantas camisetas del Barça destacan especialmente entre las partes de la masa más barrigudas. Sobre bicicletas naranjas y de otros colores y motitos y demás artilugios eléctricos, avanza impávida la masa por aceras y carreteras, totalmente ajena a los peligros colindantes y a las advertencias de los viandantes. En el cuerpo de esta masa hay tatuajes con tipografías tan espantosas que los humanos con más de dos dedos de frente serían incapaces de utilizar en el word. Tatuajes indescriptiblemente horteras, eternos, que en ocasiones muestran versículos enteros de la biblia.
Los mangantes de la rambla se frotan las manos. De las alcantarillas surgen latas de cerveza y esas tonterías que hacen ruidos estridentes y lucecitas azules. Los taxistas se frotan las manos. Las prostitutas y los traficantes andan desconcertados ante tal marabunta. Los propietarios de restaurantes piensan que en agosto harán su agosto de manera ultraliteral. Y los camareros que han contratado para horarios interminables se agobian. Los servicios del MacDonalds no dan más de sí. En los bares cutrongos aparece de primero un plato que se llama "tapas" y de segundo un plato que se llama "paellas", regado por un vino denominado "sangría" y un postre que se llama "sex on the beach".

Y si no te gusta esto o no eres capaz de soportarlo, no haber elegido vivir en Barcelona. O emigra en los veranos. O, por ejemplo, desahógate ironizando en un blog y sigue con lo tuyo, sin agobiarte y sonriendo a la masa.



miércoles, 7 de agosto de 2013

Reunión en la cumbre

Sigue siendo verano.

Y una amenaza se cierne sobre los honrados ciudadanos del barrio del Raval de Barcelona. Una amenaza sigilosa, invisible. En las temporadas de más calor aparece, como el Predator. "Siente el calor de nuestro cuerpo, el calor de nuestro miedo", como dicen en este trailer, de calidad inversamente proporcional a la película que promociona. Con un entrenamiento de miles de años, en los más diversos lugares. Desde los bosques más agrestes hasta los rascacielos más escarpados; desde los sótanos más pútridos hasta las más altas y recónditas buhardillas. En los campos de batalla más duros, en las latitudes más diversas. Con un camuflaje y una velocidad envidiable, practicando la guerra psicológica, la guerra incluso bacteriológica y la guerra de guerrillas. Seres altamente tóxicos. Se infiltran de manera inimaginable y cuando te quieres dar cuenta... ya es demasiado tarde. Al parecer quienes me atacan son sus retoños, criaturas en apariencia inofensivas, que se cuentan de momento con los dedos de una mano... pero el temor es que se desarrollen y acaben con todo lo que la civilización ha construido.

En efecto, estoy hablando de las cucarachas; el animal más peligroso e inmortal que el ser humano, en su infinita desdicha, ha tenido el disgusto de conocer. 

Las alarmas se encendieron. Entramos en estado de máxima alerta. Solicité audiencia con las altas cúpulas. El vicepresidente me dio cita para una reunión en la cumbre. El vicepresidente de la comunidad en persona, ni mas ni menos. A mi, un habitante cualquiera y relativamente recién llegado al edificio, un arrendatario humilde y llano. Como en la serie Homeland, el presidente es una entelequia. Como en Homeland, estoy sometido a los tejemanejes de las altas esferas. En resumen: que al parecer ya había hablado con nosequién de nosequé, había pedido un presupuesto a fulano para un procedimiento que mengano le había dicho que era altamente efectivo, y en consecuencia, costoso. Que de momento no han llegado a un qué. Que es demasiado tarde. Que en todo caso en septiembre, cuando haya junta de vecinos y estén todos al mismo tiempo, cosa complicada en verano. Cuando estén todos centrados, tranquilos. O aterrorizados por la plaga que puede que sus mentes vislumbren. Y que habría que hacerlo en la macrocomunidad. 

En fin, que haga sonar el cuerno de Góndor o algo así porque la ayuda va a tardar en llegar.
Pero mientras tanto no me rendiré. Al grito de "os mataré a todas, cabronas", y equipado con un desodorante y un ambientador, los aerosoles menos tóxicos para el ser humano y los organismos acuáticos que he podido encontrar, la batalla que vendrá a continuación será épica. Un arma de dimensiones bíblicas, llamada "total attack", con todo ese poder de aniquilación concentrado en una minúscula jeringuilla de una marca cuyo nombre es digno de cualquier dios antiguo o cualquier civilización extraterrestre, me promete que exterminará los huevos antes incluso de que eclosionen.

¡Oh que gran destino el de los héroes con sus gestas! 
Odiseo, Eneas, Beowulf, Amadis de Gaula, Tirant lo Blanc, Cid, Luke Skywalker... hacedme un hueco.




miércoles, 31 de julio de 2013

Cosas buenas que tiene trabajar en verano

Es el último día de julio.

Si estuviésemos en el desierto de una película del oeste aparecería un lagarto en primer plano. O un escorpión. O una serpiente (evidentemente sólo uno de los tres, no todos porque si no ya no sería un desierto, sino un zoo). Puede que incluso la calavera de hace años de una vaca, con una ligera brisa que le arrancase sutilmente unos granos de arena. Una de esas extrañas bolas de vegetación seca pasaría rebotando parsimoniosamente. E inexplicablemente se percibiría sonido de grillos, que no abundan en el desierto.

Pero eres afortunado: estás en Barcelona. En el Raval, para ser exactos. No hay el kikirikí de un gallo ni el apacible sonido de grillos que te despierte por la mañana. Es la vieja loca de enfrente quien te desvela con sus insultos y conversaciones con amigos imaginarios y demás fantasmas. Se queja de que no hay blancos en el barrio y lindezas por el estilo. Que con Franco esto no pasaba y todo aquello. Que a los niños que juegan en el centro cívico de abajo habría que tirarles agua con lejía; que lástima que ella no tiene fuerzas para hacerlo. Que su nieto de dos años es un asqueroso y un maleducado. Alguna vez unas horas después sales a hacer un cigarro o un café al balcón, te echa la bronca por alguna cosa que no entiendes y luego te sonríe y te dice buenas tardes. Esperas que te salude con la mano alzada o algo así pero no lo hace. Comes y te vas, que trabajas por la tarde.

Que sea verano no quiere decir nada significativo en cuanto a horarios de trabajo. Lo único que pasa es que hace más calor. Si acaso tiene que ver con el horario lectivo. Pero que yo sepa el cole lo dejamos hace mucho, demasiado como para que nuestras vidas se rijan por el absurdo planteamiento de que las cosas empiezan en septiembre y se finalizan en junio. Los humanos viven todo el año, de momento no estamos en suspensión criogénica los meses de verano. Por eso me cuesta tanto entender a esa gente que piensa que en verano no tiene sentido trabajar. Esa gente que es incapaz de saludar con un simple "hola" pero que sin embargo está encantada de tener una cara de culo que les llegue hasta el suelo y expeler un "vaya mierda" o un "qué agobio" en cuanto entran en el trabajo y durante el resto de horas, días y semanas. Gente que hasta hace un par de meses estaba deseperada buscando un trabajo digno y que a los dos meses de tener uno, y desde el primer día, lo único que puede hacer es quejarse e intentar meterte ideas absurdas en la cabeza. Te recuerda a las cosas que diría un niño que se está perdiendo las vacaciones o al que le han castigado sus padres por algún motivo.

Y está claro que si vives en el mundo real, ese en el que ya no somos niños que están un par de meses fuera del cole, tienes por fuerza que verle cosas positivas a trabajar en estas épocas del año, que sin duda las hay:

1- Evidentemente, la más importante de todas; que estés trabajando significa que no estás en el paro.
2- Si además tienes la suerte de no trabajar en una churrería, fabricando kebabs, asfaltando el suelo o vendiendo latas de cerveza en la playa, entre otros, es probable que disfrutes de aire acondicionado.
3- Sólo vas a la playa los fines de semana, con lo cual la aprecias más y no te quemas.
4 - Muy probablemente cuando el resto de los seres afortunados que tienen trabajo hayan vuelto al mismo, tu tendrás algún día de vacaciones, podrás señalarles con el dedo y decirles "pringaos".

¡Así que felices vacaciones para quien las tenga y "que se den con un canto en los dientes" quienes, por motivos laborales, no!


lunes, 22 de julio de 2013

Aberraciones automovilísticas

     Hay artefactos surgidos de la mente perversa de maléficos inventores e ingenieros que no dejan de atormentarme cada vez que salgo a la calle. Me gusta volver andando del trabajo, tanquilamente, con los auricuares puestos, o en bicicleta, con una suave brisa golpeándome la cara y la típica masa de torpes o incívicos turistas que caminan por el carril bici. Temo cruzame con una rata o una cucaracha. O con hedores veraniegos de una calle salpicada de diversos despojos del cuerpo humano, sin regar y al sol de justicia de julio.
O peor aún, con uno de esos artilugios. Seres metálicos surgidos de las más profundas oscuridades del abismo, recordándonos con su premeditada horripilancia cuan terribles pueden ser los efectos del fordismo y los de una excesiva libertad otorgada a unos desacertados y maquiavélicos diseñadores. Carros del infierno forjados en fábricas malditas cuyas líneas aberrantes y anaerodinámicas harían palidecer a un temible tanque de la segunda guerra mundial o a uno de esos Mercedes todoterreno que sólo se construyeron para dos o tres dictadores europeos y que languidecen en museos del automóvil como muestra de la maldad de sus poseedores. Criaturas de acero,cristal, plástico e incluso piel que campan a sus anchas, híbridos extraños que sin embargo multitud de conductores han considerado dignos de su coste en euros.


Nissan Juke                                                                                                                          ¿Donde tiene este ente de cuatro ojos la mirada? ¿Es el Nissan Juke un Wolkswagen escarabajo que fue enguillido sin miramientos por un peugeot 306 y que jamás fue digerido, formando así tan abominable mutación? ¿Cómo es posible que se haya podido vender tanto?


Ssanyong Rodius

     ¿Y cómo pudieron hacerle ese culo al pobre Ssanyong Rodius? ¿Qué mente perturbada coloca la parte trasera de un coche fúnebre sobre un monovolumen y lo suelda? ¡Oh, furgoneta del Equipo-A, ilumínanos con tu belleza ochentera!


Fiat MultiplaPero el mayor horripile lo inspira el Fiat Multipla. Dicen que por donde pisa no vuelve a crecer el asfalto. Consiguieron hibridar el adn metálico de un Totota Corolla de los noventa y un Chrysler Neon, seres de por sí mas que desagradables a la vista, y colocarle a todo ello el piso de arriba de un autobús de dos plantas. El único que disfruta de su existencia es el conductor; tal vez el más inteligente de todos los poseedores de un vehículo. Porque tiene la fortuna increíble de no sufrir los traumas, las consecuencias y las duraderas secuelas de haber visto semejante espanto.

He visto estos vehículos demasiadas veces los últimos días y pretendí incluso hacerles fotografías propias, pero no podría vivir conmigo en tal desesperación y tormento, sabiendo que alguna vez puse un objetivo delante de sus malsanas fauces y deformes caras. 


     Debe ser terrorífico tener carnet de conducir y mirar por el retrovisor, y ver como de repente estas huyendo de uno de estos monstruos sin haber hecho nada para merecerlo. Es difícil decidir cuál puede ser el vehículo más feo de la historia, pero sin duda alguna estos tres elementos se han ganado el derecho de encabezar la parte más alta de la lista.


   En comparación, el coche diseñado por Homer es una maravilla de la ciencia y la técnica. La belleza hecha automóvil... Pero lo increíble es que el Fiat Multipla es real, y seguirá formando parte de las pesadillas de niños  y adultos, y de toda esa gente que de vez en cuando se queda con la mirada perdida en la carretera y cuya tranquilidad se ve truncada por estas fantasmagóricas presencias.




viernes, 12 de julio de 2013

De repente, un verano

Desconozco cómo puede haber sido esta transición estacional en las ciudades en las que vivís, humanos; solo puedo hacer mención de lo que ha ocurrido en Barcelona y alrededores.
Parece que fue ayer cuando salía del trabajo en Cerdanyola del Vallès con guantes y capucha o gorrete, dando saltitos y exhalando vapor, muchas veces con paraguas, esperando el tren y comentando con mis compis la jornada y el frío que hacía. Sería diciembre, enero. Por ahí era invierno. Sí, los gorretes y los guantes dejaron de llevarse, los paraguas se mantenían a la espera de órdenes. Se supone que empezaba la primavera, recuerdo el día de su inicio perfectamente. Realmente hacía buen tiempo, solete, y tuiteé algo así como "hace sol, tengo trabajo y me estoy comiendo un falafel buenísimo en una terraza. Me encanta Barcelona". Incluso añadí una foto del susodicho falafel, sus patatas y su coca-cola:


primavera en Barcelona
Barcelona, 21 de marzo de 2013

Pero fue un espejismo de un par de jornadas. El ejército de edredones permanecía en sus puestos y la gente en sus casas, abrigada, veía Game of Thrones y demás series y pelis invernales, y  observaba con perplejidad que la primavera aparecía tímidamente uno o dos días cada semana. Los alérgicos, para su desgracia, se percataban de ello, no obstante. Y se supone que el después empezó el verano. Era inexplicable que en Barcelona sólo los turistas pensasen que era un día estupendo para ir a la playa. El cuarenta-de-mayo-no-te-quites-el-sayo nunca apareció y atemorizados, los habitantes de la ciudad contaban con que el verano ya no existiría. Never again.
Y catapum, de repente un día es verano. Un extraño. Los cuerpos de los barceloneses y sus mentes no han tenido tiempo de aclimatarse. Los de los turistas sí, a sus castigados cuerpos les importa un bledo todo, tanto ponerse rojos como cangrejos como tatuarse varios versículos de la Biblia o pimplarse diez botellas seguidas de tinto de verano don simón. Los alrededores de la torre en la que trabajo están rodeados de esta curiosa especie. Pero a la gente común le ocurre lo que sucede cuando te subes en una nave espacial, eso que hacemos todo el mundo todos los días un par de veces, y tienes que pasar primero por la cámara de despresurización y equilibrar la presión atmosférica para salir al espacio o visitar algún planeta sin que te salga volando la cabeza o te revienten los ojos, o hagas una implosión con las evidentemente fatales consecuencias. Esas cosas que sabemos que pasan. Pues bien, aquí no hay cámara de despresurización y la semana pasada el clima nos chafaba, nos atontaba, hacía nuestros movimientos más torpes y nuestros pensamientos más espesos. Pero bueno, parece ser que esto del verano, aunque ayer volviese a llover, va tomando forma. 


verano en Barcelona
Barcelona, 12 de julio de 2013

Y también ese bronceado tipo mosaico, con piezas blancas, rojas, marrones y rosas que mucha gente, incluído servidor, porta.
Y se intuye, ya a mediados de julio, que al fin en Barcelona tendremos uno de esos veranos normales y corrientes de toda la vida, que empieza en agosto y termina en noviembre.



lunes, 8 de julio de 2013

Star Trek: Into Darkness. Profundísimas, insondables e ininteligibles reflexiones personales sobre el film. Es broma.


Vamos a ponernos en situación. Imagínate que el cinco de julio se estrena una peli de Star Trek. Que eres un poco freak. Que siempre estás predispuesto a que te gusten las cosas que hace J.J. Abrams. Y que el día del estreno coincide con el de tu 34 cumpleaños, algo que vienes sabiendo desde hace varios meses (que es el estreno, la fecha en la que naciste la sabes desde hace un poquito más). ¿Qué haces? Lógicamente buscas la mejor compañía y el mejor cine en el horario más conveniente y reservas entradas una semana antes por Internet  a lo loco, olvidándote de los descuentos de tarjetas de fidelización diversas. Te emocionas y reservas una entrada de más. En el cine te dicen que te pueden vender la que compraste y el propio gerente es el que, con amplia y sincera sonrisa, te devuelve el dinero que guarda dentro una bolsita al finalizar la sesión, y tu y tu mejor compañía salís encantados. Vuelves a pensar que en este cine cuidan a sus espectadores, a sus clientes, y que realmente les gusta el séptimo arte.

El cine es el Yelmo Icaria, en Barcelona. Sala 9. No 3d. 22 h. Sonido reformado con respecto al de hace unos meses a un volumen adecuado y de aceptable calidad. Proyección digital. Versión original con subtítulos en castellano, lo cual es muy importante dado que hay personajes de diferentes nacionalidades y con muy marcados acentos y entonaciones. En el doblaje evidentemente supongo que todo será absurdo. Fila 5, en el centro.

Ingredientes en porcentajes (para completar un 100% de película)
-60% de mitología Startrekiense
-10% de Lost
-10% de Michael Giacchino
-5% de 24
-5% de The Dark Knight
-5% de Alias
-5% de Homeland

Son ingredientes muy buenos; si los mezclas bien te queda un plato fino fino. Lo agitas todo y metes al actor de Sherlock. No he visto la miniserie, algo que debería, pero el tipo me parece un estupendo actor, enigmático, atracticvo, con una voz estupenda y que realmente parece haberse tomado el personaje en serio. Los demás están también estupendos, especialmente Zachary Quinto, al que realmente no hubiese hecho falta maquillar para que volviese a ser Spock. El  fallo es el Kirk de Chris Pine. Realmente el tipo no pega demasiado y no es un actor, a mi entender, que sobresalga por ningún lado. Sí, es rubiales, simpaticón, pequeñajo y ligón, pero el traje de capitán del Enterprise le queda un poco grande. En esta nueva aventura del Enterprise al menos ya no hay tanta sensación de presentación de personajes como había en la primera película.

Hay acción, hay espacio, hay peleas, hay efectos especiales, sonido, edición a un ritmo adecuado. No frenética pero tampoco lenta. Todo ello con la calidad que se espera del pack Abrams-Lindelof-Bad Robot-Giacchino. Hay chascarrillos que realmente hacen gracia, sobre todo cuando en la sala hay muchos fans de este tipo de cine -todos esos que han ido al estreno. Hay algo de profundidad (vínculos, moralidad, familia, deber, honor...). Pero lo que promete el título, "en la oscuridad" no es muy certero. Acuérdate de personajes como Nick Brody de Homeland, como el Joker de the Dark Knight, como Darth Vader. Como todos los de Watchmen. Eso se llama oscuridad. Nos hemos acostumbrado a que las series traten todos los temas en profundidad, y en una película de como mucho dos o tres horas esto es muy difícil de conseguir. El guionista tiene que andar de puntillas para que no parezca que todo se desarrolla demasiado deprisa y para que los malos no resulten ser un cliché.

Y no me voy a extender más con temas que probablemente habrán escrito miles de críticos por todas partes y en todos los idiomas, sólo haré otra estandarizada clasificación de "lo mejor" y "lo peor".

Lo mejor: 
-Spock. Ha crecido bien, ya es un Spock de verdad, completamente convincente gracias al buen hacer de Zachary Quinto y a la lógica que los guionistas han sabido adaptar e implementar, con las dosis de ironía con las que el mismísimo Leonard Nimoy contaría.
-El pack de actores principales digamos que más secundarios y sus personajes bien escritos y marcados, y las graciejas que los guionistas han ideado para que digan, adecuadas y que realmente te dibujan una sonrisa. Benedict Cumberbatch del cual nunca había escrito ni conocido su nombre. 
-Las localizaciones, la música, el Enterprise volando y saltando a warp.
-Que es una película de aventuras y no pretenciosa, lo cual es muy bueno para el verano.
-Evidentemente, la realización general.

Lo peor: 
-Nunca te acabas de creer a Chris Pine; nunca sabes si está de broma o no. El actor es flojillo y su Kirk no convence. 
-Cuando alguna vez mueren figurantes y salen volando al espacio nadie se acuerda de ellos y enseguida hacen un chiste sobre otra cosa, restando seriedad a algunas escenas. A veces está bien, porque más que una película trascendental es de aventuras.
-Que J.J. Abrams haya querido meter con calzador su escena "not Penny´s boat". Los que me entendáis ya me entendeis, y los muy fraks tambien sabréis que esta misma escena también aparece en Alias.
-Que hablen todo el tiempo de Klingons y éstos brillen por su ausencia o por su poca presencia.

Y en resumen: me encantó la película, me pareció muy entretenida y sació mi necesidad de frikismo startrekil veraniego. Y para aquellas personas a las que les importe un bledo toda esta mitología e incluso las películas de ciencia ficción o de aventuras, o de acción (gente sin corazón, todo hay que decirlo) tampoco les supondrá un problema; en general es una película entretenida, un blockbuster muy bien desarrollado. No hay escenas que provoquen la vergüenza ajena, como podría pasar en films con pretensiones y que intenten ganar premios (aunque no viene a cuento de nada  tengo que citar tres películas que odio profundamente: The Master, Cosmópolis e Into the Wild, y dos actores que me últimamente me enervan, Paul Giamatti y Philip Seymour Hoffman).

Así que hala, a correr todos a los cines a verla. 


miércoles, 26 de junio de 2013

Man of Steel: una no crítica

   Una no crítica porque no es para profundizar concienzudamente en la película, sino para hacer algunas consideraciones algo repelentes y bastante locales sobre salas de cine y aspectos que me han interesado de este largo tiempo esperado film de Supermán (sí, con tilde, ya que en la mayor parte de la península  y un par de archipiélagos nos da por traducirlo todo... como "udós" y "ubecuarenta", por ejemplo).

   Al tema.

   Siempre tengo mucho miedo cuando me dispongo a ver una película en la que sin duda el aspecto técnico parece que va a ser lo más relevante. Miedo porque en Barcelona la mejor sala, al menos que yo sepa, es el Cinesa Diagonal, pero por desgracia no hay versión original y sólo hay cine comercial (de ese cuya inversión o trabajo maestro en imagen y sonido recomienda su visionado en las más óptimas condiciones). En este cine los asientos y pantallas son enormes, las filas están hechas en escalera (no de manera inversa como pasa en Cines Verdi, por ejemplo, algo que no hace falta ser arquitecto para pensarlo). En el otro extremo (además literalmente, separado por kilómetros) se encuentra el Yelmo Icaria. Se proyectan todas las películas, tanto comerciales como supuestamente independientes, o por llamarlas de otro modo, esas en las que los productores no han podido recaudar el dinero suficiente para hacer lo que querían o porque los guiones no habían pasado el filtro de las majors o sus filiales indy. La desgracia en este caso es que aunque se nota que al Yelmo Icaria le gusta el cine, lo que no le gusta demasiado son los espectadores exigentes. Por eso cuando se estrena una película de estas características, sonora, visual, eso para lo que se inventó la sala de cine, siempre hay que ir el día del estreno. Si lo pospones, puede que la película que quieres ver la cambien a una sala en la que hay unas tuberías extrañas, la pantalla es diminuta y el sonido... basta con decir que parece en mono y que desde la sala se escucha otra película en la sala contigua. Y los asientos...si delante de ti se sienta alguien con un cardado, un pelo a lo afro o rizado, o una cabeza un pelín más grande de lo normal, estas acabado. Y si mides más de 1,50 no sabrás como colocar las piernas. Y son muchos euros para no aprovecharlo. En este caso compramos dos entradas el lunes anterior y recé a los dioses del olimpo, por ejemplo, para que la sala no fuese una chusta. Y cuál fue nuestra sorpresa al ver que por al parecer habían cambiado el sistema de sonido. A uno mejor. Y que todo parecía como en una buena sala (eso sí, los asientos seguían siendo pequeños e incómodos, con la suerte de no tener delante a André el Gigante, Roberto Dueñas o Rocio Jurado -con todos los respetos a los dos de estos tres que fallecieron-).

   Y respecto al título en cuestión.

   No habíamos visto nada sobre la película para que nos pillara por sorpresa y para no tener ningún prejuicio. De todas formas cualquier cosa que podamos imaginar sobre este personaje seguramente ya la habríamos visto en el inmenso material audiovisual o comiquero que existe. El día anterior hacían un megareportaje en días de cine, en La 2 de televisión española. Como siempre muy bueno, documentado y lleno de spoilers, así que tampoco lo miré más de treinta segundos.

   Pues bien, parece ser que Zack Snyder ha estado visionando últimamente películas de Terrence Malick, de Christopher Nolan y de J.J. Abrams (de Nolan seguro, que para eso es partícipe del film). También ha visto un par de veces Thor, Matrix y alguna otra cosa más. Lo ha metido todo en la batidora y se lo ha dado a unos expertos en edición, sonido y efectos especiales que han creado unas secuencias espléndidas de destrucción. Ha contado con actores majetes y de reconocido prestigio -algo viejunos y/o demacrados, todo hay que decirlo- como Kevin Costner, Russel Crowe o el renovado Laurence Fishburne, un Morfeo de 200 kilos. Y el que llaman por ahí "el prácticamente desconocido Henry Cavill". En fin, prácticamente desconocido como para mi Rafa Nadal si no sigo el tenis, por ejemplo, porque el bueno de Henry ha coprotagonizado unos 40 episodios de la serie Los Tudor en el papel del mejor amigo del Enrique VIII, interpretado por el injustamente poco valorado Jonathan Rhys-Meyers. Ya les gustaría a muchos actores ser tan prácticamente desconocidos.
Y al final a Snyder le ha salido una película que es como Thor, pero en buena.

   No haré spoiler, pero todo en la película sucede como demasiado despacio en la primera parte y demasiado deprisa en la segunda, hay una breve presentación de los personajes secundarios y luego ya se supone que son importantísimos, y al bueno de Clark no le da tiempo a asimilar demasiado lo que es y ya le toca liarse a mamporros con todo quisqui. Las consideraciones más importantes:
- Henry Cavill tiene más pechos que algunas actrices. Sigue con las modas hipster actuales con escenas en las que lleva barbas y camisas de cuadros y con algunos pelánganos que le salen del pecho o cuello por encima de la camisa. Igual no es muy estético, pero sí realista, lo cual le da un toque de humanidad y es algo digno de agradecer a los maquilladores; basta de superhéroes depilados; no me imagino a un verdadero man of steel en el baño con cera. En general el chaval es guapete, buen actor y cae bien. Es un digno Supermán.
- Una Lois poco presente y realmente poco importante, pero siguiendo la estela de la Lois de los 80; más bien feuna.
- Bastantes planos tipo The tree of life y unas cuantas escenas estilo Lost (ya sabéis, esos primeros planos con miradas de personas preocupadas, esas partes en las que cuando sucede algo importante el sonido desaparece y entra una música más o menos simplona y compungida).
- Un nivel de destrucción de edificios y de "ostias como panes" de una categoría difícilmente igualable. Y también es muy bonito cuando uno va volando por ahí y rompe varias veces la barrera del sonido al acelerar y frenar.
   Y bueno, ya para resumir. El guión podría haber sido un poco más oscuro, podría habernos hecho identificarnos más con los personajes o profundizar en ellos. Pero la sensación general que tuve fue "demonios, me gusta, creo que estos casi nueve eurazos que me he gastado han valido la pena, la peli aprovecha las capacidades para las que fue construida una sala de cine en condiciones y puede ser incluso que volviese a verla".






viernes, 14 de junio de 2013

En tiempos del Metal

Mediados y finales de los años noventa. 
Una época oscura y confusa para cualquier preadolescente, adolescente y postadolescente. En realidad para estos grupos de edad cualquier época es confusa, no especialmente los noventa. Eran tiempos de playstations 1 para los sumamente afortunados, nintendos 64 para los medianamente afortunados, megadrives para los algo afortunados y nada para los desafortunados. Tiempos de juegos de rol, de figuritas de plomo, de literatura fantástica. Tiempos de heavy metal. De power metal. Una época dorada para los freaks, por ponerles algún nombre (a partir de aquí, cuando veáis la palabra metal, que suene como si la sílaba tónica fuese la de "me", ¿vale?, también ignorando las normas de las tildes. Es decir, "Métal").
Yo no era especialmente asiduo a este tipo de cosas, aunque el neblinoso recuerdo me impide ver a qué era especialmente asiduo. Bueno no, sí que me acuerdo. Mi freakness era sobre todo relativa a cine y series, a sacarle el máximo partido al mejor invento del siglo XX, el VHS. Policias de Nueva York, Urgencias, Expediente X. Demolition Man y Tango y Cash siete veces seguidas hasta saberte los diálogos. Qué tiempos aquellos en los que veíamos series sin versión original, en 4:3. En los que había que esperar una semana para saber lo siguiente, esa bella tensión, el aguante de siete días, esas sensaciones que ahora parece que nadie quiere tener en detrimento de "pues si en USA hoy lo están viendo todas esas personas pagando toda esa televisión de calidad por cable y en HD, yo tengo el derecho a verlo mañana, gratis, con subtítulos y quejándome". Ese "i want it all and i want it fucking right now and free".

En fin, pero centrándonos en el metal. Por aquello de que los hermanos con poca diferencia de edad pretenden diferenciarse, intentan olvidar la infancia tan presente, intentan deshacer ese oscuro pasado ochentero en el que llevaron un corte de pelo casi idéntico y una ropa peligrosamente similar... pues eso, en esos años noventa mi hermano pequeño era una erudito, una institución en estas disciplinas de rol, figuritas, metal y novela fantástica, desde Tolkien a Pratchet pasando por Asimov y... no sé, ya he dicho que yo no era asiduo de estos temas. El caso es que yo no intentaba que me gustasen sus cosas y el intentaba que no le gustasen las mías. Desde el respeto, supongo.

Pero mira tu por donde, resulta que este último año he vuelto a sentir eso de "ir al trabajo en tren o en metro". Qué bonita sensación, por cierto. Una cosa que llevaba tiempo sin experimentar, sobre todo por dos razones: el no tener un trabajo o el tener un trabajo tan sumamente cerca de casa que no daría tiempo ni a ponerse los auriculares (qué tiempos dorados, también esos...). Algo hay que hacer mientras se llega al centro de trabajo. Leer no es una opción cuando hay demasiada gente y un inminente transbordo, y cuando el peso de la mochila o "bolso-de-esos-que-parecen-de-mujer-pero-que-en-realidad-son-de-hombre" no quieres que sea excesivo. Y dependiendo de a qué es a lo que te dediques no es suficiente con tomarte un café. No es suficiente con quedarte plantado en el metro o en el tren, a veces durante tres cuartos de hora o más y escuchar viejas canciones de Johnny Cash, Megadeth o Enrique Bunbury, o Pantera. Te hace falta algo que realmente te cargue las pilas antes de sentarte y ponerte a teleoperar, por ejemplo. Algo que te levante el ánimo. Te pones los auriculares, cuanto más cerrados posible, para escuchar al detalle la música. Y para no hacer caso de las adolescentes gritonas, de ese tipejo  con la gorra mal puesta y el pantalón por debajo del culo que pretende hacerte ver que el riguitón es lo mejor del mundo, de los acordeonistas, de los que hablan de tus series a gritos y te hacen spoiler, de ese señor que está medio loco que con el volumen de su áipad a todo trapo está viendo un capítulo todos los días -puede que incluso el mismo- de "the bing bang theory". Es entonces cuando se hace necesario un estimulante que haga desaparecer todos esos insoportables inputs: el speed... ¡el Speed Power Metal!

Qué mejor para despertar, por ejemplo, que esto: 


(Sí, vaya pintacas, diréis. Vaya pelánganos. El caso es que en esa época del metal que os contaba, más bien un poco después, mi hermano tenía el pelo corto y yo iba por ahí con melena, abrigos, barbas y botas, y mecheros zippo. Y luego además cuando gané algo de pasta en un par de trabajillos veraniegos me compré una guitarra clásica y una eléctrica. Y resulta que el metal era él.) 
O para ir "cabalgando" en el metro con:




Sonidos fuertes y positivos, tipos que se emocionan tocando, cuyas guitarras son extensiones de su cuerpo -dejemos de lado cualquier interpretación fálica-, todo eso, en fin, y que transmiten buen rollo, potencia, positivismo, energia desbordada pero bajo control. Y levantan a un muerto, vamos. A veces intentamos olvidar las chorradas que pueden llegar a hacer en el escenario, permitiéndoselo por las maravillas que hacen con la guitarra, con la batería o con sus agudos inalcanzables:




Imagínate cómo sería tu vida si pudieras ir por ahí con esos pelacos, y con cien mil tipos y dos o tres tipas delante coreando tus canciones, o haciendo esos riffs tan brutales, siendo un dios del metal, en definitiva. Como siempre, los mejores guitarristas son los de metal y los de flamenco. No es que me lleve comisión de cada disco que vende Dragonforce. De hecho no he comprado ninguno pero si hiciesen un concierto en España sin duda iría a verles. O en Francia. Lo darán, pero demasiado lejos. Y es que resulta que últimamente tengo canciones suyas en la cabeza todo el rato. Y para dormir, Stratovarius, unos ídolos, claro está, que dominan varios formatos, incluido ese que podríamos llamar "gaylord slow metal", con cancionacas como "Forever" o "When the mountains fall". A continuación pego el único vídeo que he encontrado con la suficiente calidad, es una versión "how to play" con explicación en portugués y no es un patético "fan made" con fotos de flores en powerpoint y subtítulos con faltas de ortografía.





Y eso que yo en los noventa pensaba que eran unos cutres metal italianos con acento raro, que sólo tenían un par de canciones, (por ejemplo "Black Diamond") y resulta que son unos cracks finlandeses que llevan tocando desde 1984 y que también aparte de power metal hacen cosas tipo "música renacentista", que quedaría perfecta en un capítulo, por ejemplo, de Game Of Thrones (ahora que medio mundo y no sólo los freaks está flipando con este pedazo de serie).
Mi hermano ya se ha olvidado de todo ésto del metal, pero tendré que contactar con él para que me recomiende temazos de tiempos pasados.

En fin, que menos chorradas, menos postureo hipster, menos canciones con los cuatro acordes de toda la vida tan fáciles de interpretar incluso por alguien que no es músico. Menos cantantes pop cuyas voces son completamente alcanzables. Y más virtuosismo. Y más metal.











jueves, 6 de junio de 2013

El día de los trastos (no me vengas con milongas)

Radio reloj despertador Philips aparentemente intacto y destruido internamente
Hace tres días era el día de los trastos en el barrio, en el Raval. Ahí en el recibidor esperaban una desvencijada caja de gato, un calentador de agua abollado y en desuso y una par de chufas más que habría que haber dejado al lado de la portería hace unas semanas. Y me he acordado del último día que dejamos cosas en la calle. Eran una destruida y antigua alfombra y un radio-reloj-despertador Phillps de los años noventa que marcaba las horas que le daba la gana y que llevaba un par de años almacenado, además de una cajonera puede que no del ikea o puede que sí, visiblemente rota. En principio al lado de la puerta del edificio está bien dejarlo tirado con apariencia de recogido, pero justo antes de que la obsoleta alfombra y el vintage radiorrelojdespertadorphillips aterrizaran en suelo callejero, un simpático señor negro en la cincuentena, de amplia sonrisa, con acento mitad cubano mitad paquistaní me avisó de que si lo dejábamos ahí le echásemos un ojo porque seguro que nos lo robaba alguien. Le dije que no pasa nada, que son chufas rotas que no sirven para mucho y que son para abandonar en la calle hasta que aparezca el conveniente camión de recogida. Entonces dijo que se lo quedaba, así que le di las cosas que como ya he dicho ni tan solo llegaron a tocar el suelo. Y también antes de que sus dedos tocaran los inminentemente reciclables productos, otro señor sin amplia sonrisa e inexpresivo, sin decir nada, intuyo que de oriente medio por su atuendo, se acercó y empezó a forcejear extrañamente con el hombre con el que yo estaba hablando. Y seguía sin articular sonido alguno, solo tiraba de esos preciados productos catalanes y ponía cara de culo al sonriente caballero del inicio de la escena. Le expliqué que el señor afrocubanopaquistaní había llegado antes, que tranqui, que de buen rollo, y le mostré las características incomparables de la nueva alfombra que se podría llevar sin coste alguno. Las características eran "es bastante cutre, está sucia y vieja y creo que rota, te aviso...". Parece ser que se quedó contento porque aunque siguió sin emitir palabra cargó la alfombra sobre el hombro y se fue con viento fresco.
Y ahora viene la moraleja. No te quejes de que en el trabajo no te dejan ver el facebook o rabies porque ya no te dan tickets restaurant, o porque esos zapatitos o zapatillas de pseudodeporte tan preciosas que te compraste desde el ordenador de la empresa no te sirven y los tienes que devolver. No me digas que tu vida es una mierda, no me vengas con lloros porque el café gratuito de la máquina no es tan bueno como debiera o porque la señora de la limpieza no te saluda, o porque el metro no te gusta. O porque sales cinco minutos después de la hora. Quéjate si quieres un poco antes de que estés forcejeando con otro tipo por llevarte las basuras que alguien deja en la calle. Y no me vengas con milongas.





jueves, 16 de mayo de 2013

Unos tipos matándose y tu sonriendo y haciéndoles fotos, pedazo de imbécil

Vas por la calle. Vuelves andando tranquilamente a casa desde tu nuevo trabajo, así que estás más o menos contento. Como el resto de los días has vuelto en bicicleta esa tarde quieres ir caminando para ver aproximadamente cuánto se tarda en llegar a casa y cuál es el mejor camino. Y así de paso exploras la zona. Es de día, hay sol. Es primavera. Eres alérgico al polen del árbol plátano, que de Barcelona las calles están llenas. Alérgico al del olivo, al de las gramíneas. Pero bueno, te suenas de vez en cuando y ya está. Es un buen día.
Unos tipos juegan al baloncesto en una cancha cerrada. No diré el origen étnico de los tipos para que los prejuiciosos y la gente que generaliza no piensa nada en contra. Si acaso, que se quejen de la especie humana ("¡humano tenía que ser!"). 
En fin. Al tema. 
Pues resulta que ha pasado algo durante el juego por lo que dos de los jugadores, que se supone que son amigos entre sí, o al menos conocidos, empiezan a discutir. En menos de cinco segundos se están dando puñetazos en la cara y en donde se pillan. Uno tiene unos 35 años, otro unos 25. Y los dos son tipos violentos y duros. Tipos curtidos en mil batallas, parece, y más que agresivos. Y están muy nervisosos. No te quieres meter en líos, pero vas y te acercas sorprendido de ver a sus colegas que no hacen nada por separarles. Les increpas instándoles a ello. Un grupúsculo de turistas angloparlantes con caras enrojecidas y canas allá donde conservan pelo pasan por allí y se ríen, te enseñana su dentadura perfectamente alineada y antinaturalmente blanqueada, y empiezan a hacer fotos de la situación, como si estuviesen en el zoo. Les dices "they are fighting hard, it´s not a joke" o algo así. Aquí sí que es importante decir el aspecto; no puede ser que un adulto, es decir, alguien con canas, se ria cuando ve una pelea y se ponga a hacer fotos. Piensas que este anormal necesita una dosis de realidad en primera persona,  y no creerse un cosmopolita y un viajero por hacer fotos de todas las miserias humanas que se encuentra en sus viajes. Te sientes mal pensando que quieres que le ocurra algo horrible. El caso es que nadie separa a los dos tipos, y en tu mente siempre te montas películas y secuencias extrañas; llevas años viendo o leyendo escenas de ficción de macarras peleándose, y alguna que otra en la vida real, y tu cerebro siempre va a lo siguiente. Y lo siguiente siempre ocurre, desgraciadamente. Así que el más joven de los combatientes sale del recinto y pasa por tu lado. Tiene algunas magulladuras, la camiseta rota y sangre en la boca. Está muy alterado. Va directo a una papelera. El mayor de los dos mientras tanto ha quitado la cadena de su bici, que no es de plástico o de goma, ni tiene un recubrimiento ni nada. Es metálica, con eslabones fuertes, grandes y duros, incluso algo oxidados. Y la blande como si fuese una espada o un nunchaku o algún arma del estilo. Como digo que ya has visto muchas películas temes que el que va a la papelera busque algo metálico para usar como navaja. Y va y lo hace. Aplasta una lata de coca-cola y le da forma hasta convertirla en algo con lo que poder rajar carne humana de manera fácil y eficiente. Pasa por tu lado otra vez, y aunque te da un poco de miedo, le dices, "no tío, deja eso". No te escucha y tampoco te hace caso. Puede que ni tan sólo repare en tu presencia (piensas "afortunadamente") y vuelve a la cancha. 
Entonces tienes cuatro opciones:
a) Como un ser inhumano, indiferente, insensible y por supuesto cobarde, hacer como que no te enteras de nada y dejar que se den un paliza entre ellos con seguramente malas o peores consecuencias. Seguir el día tan tranquilo y contárselo a un colega como una anécdota sin más transcendencia. 
b) Como un racista de mierda -perdón por la expresión, pero es el calificativo más aproximado a la realidad- decir aquello de "mejor, que se maten entre ellos". Rascarte con satisfacción la barriga o tus partes bajas y encender un puro de la victoria. Contárselo a tus amigos mientras te tomas una carajillo de magno.
c) Como un imbécil, reírte y hacerles fotos. Explicarle a tu mujer, que está comprando ropa por el centro, lo pintorescos que son los barrios de la ciudad a la que habéis viajado. Enseñarle las fotos mientras, sentado en una terraza de la Rambla, te tomas una jarra de un litro de cerveza y otra de sangría y comes "tapas típicas" a las 11.30 de la mañana. Tu mujer, por cierto, se está comiendo un filete de un kilo y una coca cola zero para no engordar.
d) Como una persona normal buscar algún policía o representante de la ley, encontrarlo enseguida, indicarle dónde está ocurriendo el asunto y explicarle la situación para así evitar un innecesario baño de sangre. Irte a casa un poco asustado y triste pero contento contigo mismo.
No hace falta pensar mucho para saber cuál es la opción correcta, ¿verdad?



martes, 7 de mayo de 2013

Algo de mucho, nada de todo

01. Exterior/Tarde. Barcelona.
El tipo camina por la calle a la búsqueda de una librería competente en cuanto a dependientes y variada en cuanto a material en el centro de Barcelona. En la cabeza tiene dos autores relacionados con la ciudad y sus entrañas: Francisco Casavella y Manuel Vázquez-Montalbán.

02. Interior/Tarde. Fnac.
Plano medio de el tipo, que busca en las estanterías de ejemplares ordenados con el absurdo sistema de categorización que tienen este tipo de establecimientos y no encuentra nada de su agrado. Un único tomo con aspecto de usado de "el dia del Watusi". De mal usado, maltratado. Un libro que nadie ha amado. Con mueca de desconcierto y decepción, y pena, en primer plano, el tipo sale de plano.

03. Interior/Tarde. Fnac.
Plano general. El local está abarrotado. Plano medio de el tipo, que hace cola esperando su turno en un punto de información de la macromicrolibrería. Sabe que allí hay de todo, pero no sabe la cantidad de cada cosa, ni la calidad de la misma. Pregunta a la dependienta, que teclea tras una obsoleta pantalla de ordenador.

EL TIPO: Hola, venía buscando un libro que no encuentro tal como están ordenados. No se si tiene algún órden lógico.
DEPENDIENTA: Dime.
EL TIPO: Francisco Casavella. El Día del Watusi.
DEPENDIENTA: ¿Con be o con uve?
EL TIPO: Con uve.
DEPENDIENTA: No me sale nada. ¿Es Catalán?
EL TIPO: Es de Barcelona de toda la vida y escribe en castellano de toda la vida.
DEPENDIENTA: Entonces está en la sección de libros en catalán.
EL TIPO: Nunca ha escrito nada en catalán.
DEPENDIENTA: Sí, pero como es catalán entonces está en la sección català, donde están los que escriben en catalán, da igual escriba en castellano. Si no está ahí, en català,  es que no hay nada. Ahí, en català, en català.

Me ahorro el resto de secuencias porque podría ser un cortometraje sumamente aburrido. Resumiendo; el tipo fue después a la librería Catalonia, donde recordaba que la última vez que quiso comprar un libro de uno de esos autores allí tuvo la suerte de encontrarlo. Observó con pena que la librería, abierta en 1924, había cerrado, estaba destruida  no existía y el local estaba en obras. Hasta le hizo una foto al triste asunto.

El tipo siguió subiendo hasta Casa del Llibre, y no había ningún ejemplar de los autores citados. Y si lo había estaría en una sección oculta. Todo lleno de pensamientos oportunistas de economistas, paseos por Barcelona de actores, títulos soces de presentadores de telebasura y biógrafos de futbolistas que se creían escritores. También cientos de ejemplares del mismo libro con letra gigante y un formato de edición fingidamente grande. Pero nada de esos dos reconocidos, premiados, estupendos y fallecidos escritores afincados en vida en Barcelona.El tipo siguió subiendo más aún, hasta esa librería relativamente pequeña que hay cerca del Hotel Casa Fuster, ese edificio tan chulo en el que sin duda el tipo se hospedaría un par de noches si dispusiese de chófer para el Mercedes y un par de Aston Martin sin chófer para los momentos de ocio. Ahora mismo no recuerdo como se llama la librería, pero me encomendaré a San Google y al beato Maps: Llibreria Roquer Jardinets, se llama. Recomendable librería del mundo real, de verdad, cuyos propietarios y dependientes saben algo de literatura (más que uno, aunque tampoco es decir mucho) no un simulacro con ebooks e ipads. El orden de las estanterías, eso sí, sólo está en sus cabezas. Conocían evidentemente a ambos autores, e incluso tenían alguno de sus libros. Conclusión: inexplicablemente, cuanto más pequeña es la librería y menos stock disponible, más variedad contiene. Y si alguna vez quieres comprar un libro aleatorio y quieres encontrar algo de mucho y nada de todo, ve al impronunciable Fnac, y tus impulsos primarios de compra sin criterio serán aplacados.








viernes, 26 de abril de 2013

Game of Chromes

Igual uno se hace viejo. Al parecer surgen algunas arrugas patagalliles cuando sonríe - lo cual es positivo, eso es indicativo de que sonríe- y las canas van aumentando sin prisa pero sin pausa en número y nivel de blanqueamiento. Los adolescentes le llaman de usted a uno aunque por suerte no le ceden el asiento en el metro o el autobús  lo cual es reconfortante. Eso sería el acabose, lógicamente. Las cosas a las que jugaba de niño ya no existen y los libros que lee son de autores descatalogados o muertos, o las dos cosas. Uno escucha música de dos o tres grupos o cantantes que cree recientes y que a nadie le suenan de nada. Y que además no son recientes. 
Por eso el otro día me hizo ilusión ver que en el mercado de Sant Antoni había cierto respeto a las tradiciones ochenteras (apunte para quien no viva en Barcelona; todos los domingos hay un mercado muy grande y cuco a la vez, de libros usados, posters, friqueces varias, a precios extremadamente competitivos y donde se pueden encontrar algunas rarezas y cosas interesantes). Como hacíamos mi hermano pequeño y yo hace unos 25 años, había un grupo enorme de niños intercambiándose cromos. Es interesante ver que todavía, con tantas series, videojuegos, artilugios táctiles y relaciones pseudosexuales extremadamente precoces, algunos niños mantienen el espíritu de sus ancestros y van con toda su inocencia -que siempre debería caracterizar a la chavalada- al mercado, con sus padres y sus álbumes de la liga o de Pokemon o Naruto o Justin Bieber o cualquier otro personaje ficticio o de plástico que esté de moda ahora entre los preadolescentes. Y los cromos -palabra que ya habría olvidado si no fuese por el navegaor-, como hacíamos de enanos en el parque, aquellos cromos, por ejemplo, de la liga de futbol profesional 85´- 86', seguramente de marca panini. Y al final resulta que uno no es tan viejo.Y que todavía quedan cosas de ese extraño mundo de analógica y medieval infancia en el que crecimos. Porque mientras haya gente -chavales, que queramos o no también son gente- que mantenga nuestras costumbres obsoletas con naturalidad y sin anacronismo, sin hacerse los vintage, estaremos todavía lejos de la decrepitud.




viernes, 19 de abril de 2013

Señor Wayne, con Ferrero Rocher nos ha realmente conquistado

Bruce Wayne había organizado por Halloween una de esas pomposas y multitudinarias fiestas para recaudar fondos destinados a causas benéficas. Había invitado a todo el mundo. A gente notable de diversos ámbitos. Era una fiesta de disfraces y como requisito principal y obligatorio hizo constar en la invitación que todos se vistieran de algún superhéroe. 
Por razones obvias, Alfred era el único que no se había disfrazado, pero sí los camareros, que llevaban todos el uniforme oficial de soldados del imperio de Star Wars. En las fiestas de la mansión Wayne no se reparaba en gastos. El Maitre vino ataviado con un traje muy profesional de Darth Vader, incluido un distorsionador de voz. Los camareros estaban algo aterrorizados. No era el plan. Al parecer hubo una confusión en la empresa de catering pero ya era demasiado tarde para deshacer el asunto. Así que los soldados imperiales deambulaban por el gran salón llevando y trayendo copas de licores variados, altramuces, anacardos y otras cosas de categoría para picar. Y todo marchaba viento en popa, a toda vela, además.
En fin, era como ese Halloween en el que ET podía salir a la calle sin temor a ser descubierto. Es el único día en el cual todos los monstruos y extraterrestres podrían salir a dar una vuelta sin ser cuestionados o perseguidos. Pero claro, resulta que a la fiesta acudieron superhéroes reales. Para no ser identificados construyeron auténticos disfraces basados en sus trajes de trabajo. En la mansión Wayne todo el mundo se divertía. Se limitaban a reir, beber, fumar y charlar, pero no usaban ninguno de sus poderes (excepto flash en un momento en el que el baño estaba ocupado y se fue a orinar detrás de unos arbustos al enorme jardín, pero lo hizo tan deprisa que nadie se percató de ello). Hasta el Maitre se animó con el karaoke, cantando algún tema de Johnny Cash que le salió a la perfeccción.  La fiesta estaba siendo todo un éxito.
Evidentemente el Sr. Wayne se había disfrazado de Batman, pero lógicamente con un vestido de un diseño antiguo y descartado que le sobraba y que había sacado de un armario del ikea que tenía en la batcueva. Era un traje muy simple, un boceto podría decirse, sin kevlar, fibra de carbono o accesorio alguno. Para no dar el cante. También a la fiesta acudió alguien disfrazado de Hulk, de Iron Man, de Magneto, del profesor Xavier,... pero resultó que muchos de ellos eran reales. Eso sí, en la fiesta había pocas mujeres; el mundo del superheroísmo es algo machista. Las pocas que había estaban encantadas, eso sí, porque otra cosa que tienen los superhéroes es que suelen ser gente cordial, inteligente, guapa e interesante. Todos con disfraces basados en sus auténticos atuendos. Eran libres, nadie sabía quién era quién. 
Pero Superman cometió un fallo. En lugar de ponerse unos calzonzillos rojos cualquiera -los de nochevieja, por ejemplo- encima de los leggings azules y las botas rojas de agua del decathlon que había preparado, llevaba unos calzoncillos con unas siglas bordadas. Eran muy pequeñas y nadie se percató de ello. A excepción del Bruce Wayne, siempre atento al detalle (y el único que no estaba borracho ya que era el anfitrión y quería estar pendiente de que todo saliese según lo planeado). Bruce se fijó en las  diminutas siglas. Las letras eran claramente una C y una K. Sólo hubo que atar un par de cabos. Todo encajaba. Recordó que menos ese día se notaba que Superman siempre tenía muy buenos diseños en sus trajes, con tejidos de gran calidad y resistencia. Se veía que el tipo era una profesional de la moda, aparte de su tarea habitual de autoproclamado defensor de los débiles, claro. CK. Por fin Bruce Wayne descubrió la verdad, la identidad secreta de Superman: Calvin Klein.